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Desde que estamos aquí, en Tehachapi, mis papilas gustativas se han visto muy halagadas por la rica comida que Irina cocina. Creo que así se llamaba la chef, debería de pedir que cocine para mí en casa, pero sé que probablemente ni siquiera cocine, porque todo el tiempo estoy fuera de casa. Suspiro hondo, con la cuchara, hago formas entre lo espeso de la crema de brócoli que me han servido. Está deliciosa y lo sé porque Mason, el más comelon de la familia no para de decir que todo está delicioso. Además de que lleva ya dos platos seguidos de crema, a este paso, Mason subirá 10 kilos para antes de la boda. Como sea, me llevo un poco del espeso líquido verde claro a la boca y degusto... sabe bien, pero extrañamente la comida simplemente no me pasa. Y sé la razón por la cual me siento tan desganado, Maxine y Sebastian no están en la mesa.

Después de la charla en la sala de estar, Irina interrumpió avisandonos que la comida esta lista y que ya podíamos pasar a la mesa. Todos, hambrientos
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