Jacob se acercó, entrelazó nuestros dedos y me besó el dorso con dulzura. Lo miré y vi en sus ojos la emoción que mis palabras le habían inspirado.
—Bésala ya, cariño. Sé que quieres hacerlo —pidió Abby a su hijo, pero ni él ni yo queríamos dar un espectáculo delante de ella, así que solo nos miramos y sonreímos, sabiendo que, cuando estuviéramos solos, nos daríamos todos los besos que nos debíamos.
—Iré a hablar con el médico para que podamos llevarte a casa —dijo Jacob caminando hacia la puerta—. Y no interrogues a Ava en mi ausencia —advirtió antes de salir, mirándola con las cejas alzadas. Su madre se rio, lo hizo hasta que él cerró la puerta murmurando algo que no alcanzamos a entender.
—Nunca lo vi tan feliz que ahora. Estuvo amargado durante mucho tiempo, pero no creo que haya amado a Leah, ella no es una mujer que los hombres amen, es alguien a quien codician, es un trofeo —dijo tomando seriedad, estuvo esperando este momento—. No creas nada de lo que
Cuando Jacob detuvo el auto frente a su casa, mi corazón comenzó a latir ferozmente. Me temblaban las manos y sentía el pecho oprimido. Era presa de los nervios, de las emociones que a duras penas podía ocultar. No sabía qué me pasaba, no era una adolescente inexperta, era una mujer, había estado con otros hombres antes, pero con Jacob todo se sentía diferente, más emocionante, más excitante. Además, se trataba del padre de mi hijo, no era alguien que podía dejar atrás si no funcionaba, él estaría alrededor siempre. Jacob envolvió mi mano con la suya y electricidad recorrió mis dedos y se reflejó entre mis muslos vigor, nublando mis pensamientos. Ya no era una sorpresa para mí que mi cuerpo reaccionara de esa manera, a veces, solo bastaba una mirada suya para incitarme. En silencio, alzó nuestras manos unidas y me besó los nudillos con toques suaves, amables, mientras con el dedo pulgar me acariciaba el dorso, provocándome aún más. Volteé a mirarlo y sentí un vuelco en el es
Ya desnuda, se arrodilló una vez más en el suelo, me acercó a él, posicionando mis nalgas al borde del colchón y mis piernas sobre sus hombros, y sentí su respiración sobre mi pubis. Contuve el aliento. Hazlo, Jacob. Bésame. Y como si hubiera tenido una conexión extrasensorial que le otorgara la capacidad de leerme la mente, llevó sus labios a mi zona más sensible y me besó los labios externos, succionando y lamiendo los internos como un hambriento. Yo me estremecía con cada roce, con cada caricia de sus labios y lengua en mi femineidad, y jadeaba su nombre constantemente, pidiendo más, queriendo más... Y eso obtuve. Su lengua golpeó mi nudo de nervios hinchado una y otra vez e introdujo dos dedos en mi abertura, penetrándome y estimulándome el clítoris al mismo tiempo, llevándome a alcanzar el orgasmo más poderoso que alguna vez haya experimentado. Cuando me recuperé, Jacob bajó mis piernas de sus hombros y sitió mi boca con un beso
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que me quedé dormida bajo el cobijo de Jacob. Estuve encantada de que me tuviera entre sus brazos, pero después de algunas horas en la misma posición, me sentía un poco entumecida. Acostumbraba a dormir sola, a mis anchas, y desde que estaba embarazada, me levantaba más de una vez a orinar. Eso fue lo que realmente me despertó. Debía ir al baño, urgente. Intenté salir de debajo de Jacob sin despertarlo, pero apenas me moví, me apretó más a él y susurró que no me fuera. —Jacob, cariño. Necesito levantarme un momento —hablé con urgencia, sentía que me haría pis en la cama si no iba justo en ese instante. —No, quédate conmigo, amor. —Lo haría encantada, pero me urge ir al baño, Jacob. —Está bien, nena, te estaré esperando. —La voz le salió más ronca por el tiempo que llevaba dormido y me pareció de lo más sexy. Ese hombre me tenía embobada y suspirando de amor. Me bajé rápidamente de l
Cuando volví a la cocina, puse mi bolso sobre el desayunador y me senté en el taburete más cercano a Jacob. Él estaba ocupado en la estufa, pero se tomó un segundo para ver en mi dirección y sonreírme, gesto que provocó un alboroto en mi estómago. Estaba perdidamente enamorada de él, ya no había duda alguna. Chasqueé la lengua cuando la pantalla no se encendió. Estaba sin batería. —¿Me prestas un cargador? —Sí, voy por él. —Salió de la cocina y volvió un par de minutos después, me indicó donde conectarlo y siguió cocinando. Cuando finalmente mi teléfono se encendió, comenzó a vibrar y a sonar con las notificaciones de W******p y de mis emails. Claire había escrito en privado preguntando dónde estaba. Respondí que había pasado la noche con Jacob y después leí la conversación que tuvo con Nicole en el grupo que teníamos. Mi prima preguntó por mí, que por qué no respondía los mensajes, y ella le dijo que tenía un problema con mi celular, que es
Para la hora del almuerzo, ya había logrado que el fiscal autorizara la liberación de Marcus. Revisé mi celular y se me alborotó el corazón cuando leí un mensaje de Jacob. Me invitaba a comer con él en un restaurant de la ciudad. Me había escrito diez minutos antes y la palabra en línea aparecía debajo de su nombre en el chat. —Hola, acabo de salir de la comisaría. ¿Dónde nos vemos? —Hola, amor. Te envío la dirección por mensaje. —Perfecto. Nos vemos pronto. —Me subí a mi auto y conduje hasta Chelsea. Jacob me esperaba en la entrada cuando llegué. Caminó hacia mí y me abrazó fuerte, como si me hubiera echado mucho de menos. Yo también lo había extrañado. Nos dimos un beso y después entramos a Mario´s Restaurant, un lugar pequeño pero acogedor, en el que servían la más deliciosa comida italiana, según Jacob. Un mesonero nos dio la bienvenida y saludó a Jacob como quien saluda a un viejo amigo, después nos guio hasta nuestra
Vimos al bebé juntos por primera vez cuando cumplí dieciocho semanas y nos emocionamos hasta las lágrimas. Todo iba muy bien, nuestro bebé estaba creciendo sano y fuerte. La madre de Jacob se encontraba muy bien de la caída que había sufrido, pero no había vuelto a estar lúcida. Eso entristecía a Jacob, también a mí. Queríamos mostrarle la ecografía del bebé y estaba esperando que ella pudiese reconocerlo para hacerlo. Esperaba que sucediera pronto. La noche que cumplimos nuestro primer mes juntos, Jacob me llevó a cenar y me obsequió un bolso precioso Hermes. Claire debió decirle que lo quería porque yo no lo había comentado nada. Yo le regalé un par de gemelos y una corbata gris claro, con líneas blancas, que combinaba con su camisa favorita. Mi vientre se veía casi igual, el embarazo no era notable, pero sí los molestos síntomas que conllevaba tener un bebé formándose en el interior. Lo que más me aquejaba eran las náuseas y la necesidad excesiva de ir al
Nicole vino a visitarme finalmente en los días siguientes. Le había contado todo el asunto de la inseminación hacía un tiempo. Primero se enojó por haberle ocultado algo tan importante, pero después dijo que le alegraba que hubiera hallado a Jacob. Pasamos la mayor parte del tiempo en tiendas de bebé comprando todo lo que iba a necesitar, incluso más. También adquirí un nuevo guardarropa, mis atuendos ya no me cerraban. Opté por ropa holgada, leggins y vestidos sueltos. Claire también estuvo presente y se encariñó muchísimo con Matheo, hasta dijo que podía imaginarse teniendo un bebé. Hubiera querido ver la cara de Jake cuando lo dijo. Si, seguían juntos. Claire no tenía idea de que él también se había enamorado de ella. Se lo dijo la noche de la fiesta de Paul y, desde entonces, su relación pasó de ser libre, a exclusiva. No era que ella estuviera viendo a alguien más, ni él, según le había dicho. Volvía de la oficina cuando recibí una llamada inesperada. Era mi pa
—¿A dónde vamos? —Le pregunté a Jacob cuando tomó un camino distinto a su casa. Veníamos de visitar a su madre y no teníamos otros planes para ese día, por lo que yo sabía. —Es una sorpresa —respondió mirándome con una sonrisa pícara que yo conocía muy bien. Algo estaba tramando y la curiosidad me mataba. —Dame una pista —pedí, pasados unos minutos. —Estamos cerca de llegar. —Esa no es una pista real —reñí cruzándome de brazos. Jacob se rio como si fuera gracioso. No lo era. —No te enojes, amor. Prometo que no falta nada. —Y decía la verdad. Menos de un minuto después, detuvo el auto frente a una casa preciosa, con fachada de piedra y ventanas francesas, que recordaba haber visto a través de fotografías en una página de bienes raíces. Jacob y yo estuvimos hablando de comprar una casa más grande para mudarnos y esa me había encantado. —Es nuestra —dijo él antes de que pudiera preguntarle nada—, hice una oferta esta