SamanthaDespués de confirmar con Harry la hora y el lugar de nuestra salida, me dirijo a la habitación para decírselo a las chicas. Al entrar, las encuentro acostadas, hablando en voz baja. En cuanto me ven, ambas hacen silencio de inmediato.—¿De qué hablaban? ¿Y por qué se callaron cuando entré? —pregunto, entornando los ojos y cruzándome de brazos.Ellas intercambian miradas rápidas.—De nada. No estábamos hablando de nada. ¿Por qué preguntas? —contesta Alex, visiblemente nerviosa.—¿Me están tomando el pelo? Claramente estaban hablando y dejaron de hacerlo al verme. ¿Qué están tramando?—No es nada importante, tranquila. Mejor dinos: ¿a qué hora quedaste con Harry? —dice Rossy, cambiando el tema de manera evidente.Las observo con seriedad, tratando de descifrar qué esconden. Conociéndolas, seguramente están planeando algo para sabotear mi cita. Aunque, siendo honesta, no me molestaría demasiado si lo hicieran. Estoy saliendo con Harry por puro impulso y, claro, por celos.—¿Ento
Samantha—Cristian, ¿qué haces aquí? ¿Qué se te ofrece? —le pregunto, poniéndome de pie. Aunque trato de parecer tranquila, mi corazón late con fuerza. Sé que esto no terminará bien.—Eso te pregunto a ti. ¿Qué haces aquí con este imbécil? —espetó, sus palabras escupen veneno, y sus ojos están encendidos de rabia.—Bueno, creo que es obvio, ¿no? —respondo con una sonrisa desafiante—. Estoy en una cita.La ira en su rostro se intensifica, sus puños se tensan, y siento que está a punto de explotar.—¿No te advertí que no te acercaras a ella? —le dice a Harry, su voz es un gruñido lleno de furia.—Cristian, cálmate. Estás exagerando. —intento calmarlo, pero es inútil.—¿Cálmate? —me mira como si hubiera perdido la cabeza—. ¿Cómo pretendes que me calme cuando te veo con este idiota?—Cristian, por favor, no armes un espectáculo. —le digo con firmeza, intentando que recapacite.—No estoy armando un espectáculo. ¡Estoy defendiendo lo que es mío! —grita, y de repente siento cómo su mano apri
SamanthaTodo el trayecto ha sido un silencio reconfortante, lejos de la tensión de antes. Trato de mantener la vista fija al frente, pero mis ojos insisten en buscar a Cristian cada vez que creo que no se dará cuenta. Se ve tan guapo. Ahora que todo está más tranquilo, su aroma comienza a invadir el espacio; ese perfume varonil que siempre ha usado, mi favorito. Es embriagador, como él.—Si sigues mirándome, me vas a gastar —dice de repente, con esa voz profunda que me hace estremecer—. Aunque no me molesta que lo hagas. Puedes mirarme todo lo que quieras, porque yo nunca me cansaría de verte.Mi corazón se acelera de inmediato, y siento un calor subiendo a mis mejillas. ¿Desde cuándo se dio cuenta de que lo estaba mirando? Tengo que ser menos obvia.—No te estaba mirando. No tengo necesidad de eso —miento descaradamente, volviendo la vista hacia la ventana para ocultar el nerviosismo que seguramente es visible en mi rostro.—Bien, como digas. Te voy a creer, mi Sam —responde, riéndo
SamanthaSu voz me saca de mis pensamientos tormentosos. Levanto el rostro y lo miro. Él me regala una sonrisa amplia, de esas que parecen iluminarlo todo a su alrededor, que tienen el poder de borrar cualquier preocupación, al menos por un instante. Es inevitable; le devuelvo la sonrisa, aunque sé que no debería.Pero la realidad no tarda en alcanzarme. Como un rayo, el recuerdo de su engaño atraviesa mi mente y mi sonrisa se desvanece.—¿Estás bien? ¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara? —pregunta con suavidad, mientras acaricia mi mejilla con la yema de sus dedos.Su toque es tan familiar, tan cálido... pero a la vez, me duele.—Creo que esto fue un error —murmuro, con la voz apenas audible.Su sonrisa se apaga al instante, dejando paso a una expresión seria, casi herida.—¿Un error? ¿Por qué? —Su mirada busca la mía, pero yo me obligo a apartarla—. Ambos lo disfrutamos, ¿no? Esto quiere decir que aún sientes algo por mí… igual que yo por ti.Dejo de verlo. No puedo.—Esto no significa nada
SamanthaLos segundos que pasan se sienten como una eternidad. Seguimos en la camioneta, mirando en dirección a Arturo, quien permanece inmóvil, cruzado de brazos. Cristian está tenso; puedo ver la rabia hervir bajo su piel.De repente, abre la puerta de un tirón y baja del vehículo con una fuerza que hace temblar la estructura. Camina hacia Arturo con pasos firmes, cada movimiento cargado de furia. Ni siquiera lo pienso: hago lo mismo, mis piernas moviéndose por inercia, como si estuvieran conectadas a las de él.El aire está denso, sofocante. La tensión es tan fuerte que casi parece tangible, como si el ambiente estuviera a punto de estallar.—¿Qué haces aquí? ¡Lárgate! —ruge Cristian, su voz retumbando con una intensidad que me deja paralizada. Es un rugido lleno de odio y resentimiento, cada palabra afilada como un cuchillo.Arturo, cruzado de brazos, apenas reacciona. Su rostro permanece frío, inmutable, y su mirada calculadora se posa en mí como una hoja afilada. Y entonces suel
SamanthaNo sé cuánto tiempo ha pasado, solo sé que mi mente reacciona por el dolor punzante en mi nariz. Siento que apenas puedo respirar. Me levanto del suelo, todavía con el frasco de pastillas en la mano. Lo guardo de inmediato sin volver a mirarlo, tratando de entender por qué Cristian toma algo así. Pero ninguna respuesta llega a mi mente.Al mirarme al espejo, el reflejo me golpea. Mi nariz está peor de lo que pensé; la sangre, aunque ya se ha secado un poco, sigue manchando mi rostro. Tomo un poco de papel y me limpio con cuidado, porque el dolor es insoportable. Después, agarro el calmante que encontré antes y me lo tomo con agua directamente del grifo. Mi cabeza también late de dolor, probablemente por tanto llorar.Intento arreglarme el cabello, que está completamente alborotado, pero es inútil. Lo dejo tal como está. Mis ojos están rojos e hinchados, y estoy segura de que mi nariz está rota. Me enjuago el rostro, dejando que el agua fría me dé un poco de alivio. Con cuidad
SamanthaAl abrir los ojos, lo primero que veo es a Cristian y sus labios, esos labios que me devoraron toda la noche. Como prometió, me hizo el amor hasta el cansancio. Un escalofrío recorre mi cuerpo al recordarlo. Me quedo contemplando su rostro por un largo rato; es tan guapo que no puedo creerlo. ¿De verdad estoy aquí, entre sus brazos, después de tanto tiempo?El dolor pulsante en mi nariz me saca de mi trance. Al parecer, el efecto del medicamento ya pasó, y necesito tomar algo de inmediato. Intento moverme con cuidado para no despertarlo, pero es inútil. Cristian me siente y me abraza con fuerza, atrayéndome aún más hacia él.—¿A dónde vas? Quédate un ratito más —dice con esa voz ronca que me desarma por completo.—Necesito ir al baño, ¿podrías soltarme, por favor? —respondo con una sonrisa, pero antes de soltarme, me besa con una ternura que me hace temblar. —No hagas eso, aún no me cepillo —le digo divertida, tratando de apartarme.—No me importa, me gusta todo de ti. Pero n
Samantha—Entonces, ¿no me vas a decir a quién vas a enfrentar? —pregunta Cristian, con la misma seriedad, al ver que no respondo.Lo miro fijamente, sin saber qué decir. Quisiera gritarle todo lo que pienso, pero me contengo. Siento que aún no es el momento, y menos con su madre aquí.—Es algo entre mis amigas y yo. No tengo que responderte —digo, tratando de mantener la calma, aunque mi tono sea molesto. Puedo ver cómo su rostro cambia a uno de sorpresa.No dejo que diga nada más y me giro para caminar hacia la cocina, dejándolo ahí, en la sala, mientras él me mira, probablemente cuestionándose qué sucede. Me hago la molesta, pero en realidad no es eso. ¿Quién lo manda a escuchar conversaciones ajenas?Al llegar a la cocina, veo que Sofia ya ha terminado de preparar el desayuno. Ha hecho omelette con queso, pan tostado, jugo de naranja, café y algunas fresas. Me siento a la mesa, y comenzamos a comer en silencio. Nadie dice nada, hasta que pasan unos minutos.—Samantha, ¿puedo pregu