Hacienda «El patrón» Emiliano escuchó a lo lejos la alarma del despertador que ponía de regla en su celular, era una disciplina que por años llevaba: levantarse antes que ella. Pero esta vez sería la segunda vez que no cumpliría. La primera vez fue cuando se dio la resaca de su vida con sus hermanos en el bar. Esto fue cuando recién llegó, ahora, esta como su primer día de casado. Realmente no se quería mover, ni siquiera podía abrir sus ojos por qué le pesaba los párpados, él y Alicia, habían tenido acción sexual durante horas, hasta que el cielo empezó a aclararse es cuando se habían quedado rendidos sobre la cama. Ignoró las tripas haciendo una orquesta dentro de su estómago, él quería seguir durmiendo. Pero alguien tenía otros planes. — ¡Buenos días!—tocaron a la puerta de la habitación y era su madre. —El desayuno se sirve en una hora. —anunció y luego doña María se fue. Emiliano estaba tentado a levantarse, pero cuando intentó mover una de sus piernas, no pudo, estaba aprisiona
Hacienda «El patrón» Doña María estaba que no se la creía lo que había escuchado, «¡Esto era un milagro!», gritó dentro de su cabeza, estaba emocionada el escuchar que… -Entonces arrugó su ceño y entrecerró sus ojos- «¿Cómo es eso que para no tener chilpayates?» El corazón de ella latió apresurado, eso podría ser una confirmación de que no se habían cuidado, miró hacia el cielo. — ¿Esto es obra tuya, viejo?—preguntó en un tono bajo para que nadie más escuchara, pero ya no siguió cuando escuchó que las mujeres del servicio comenzaron a montar la mesa con el desayuno. Doña María miró por el pasillo a ver si venían aquellos que se habían metido al cuarto de los abrigos, ¿De qué estarían discutiendo? ¿Del porqué han hablado de intimidad delante de ella? Ella torció sus labios, cuando terminaron de acomodar los platos, se iba a levantar para ir por ellos, pero Emiliano y Alicia ya venían, notó la boca rojiza e hinchada de ella y él no se quedó atrás, se aclaró la garganta y cada uno tomó
Hacienda «El patrón» Emiliano le hizo ruido aquellas palabras que había dicho su madre en el desayuno, no había subido a la habitación aún, ya que no podía ordenar sus palabras y hablarlas con Alicia. Quería, pero a la vez no quería involucrarse más íntimamente con ella de lo que ya estaba y solo había pasado una noche, tenía que recordarse que este matrimonio era solo un trato, no habían pactado hacer algo más allá del papel que habían firmado. Y ahora, sentía que estaba en problemas y lo distraería de su vida como la había llevado disciplinada y ordenada antes de llegar a la hacienda. —Te andaba buscando —apareció de la nada, Sebastián. Lució crudo y recién despierto, el cabello revuelto, la mitad de la camisa fuera de su pantalón, y sin una bota. Emiliano arrugó su ceño al ver a su hermano mayor en esas condiciones, «Bueno, le debió de seguir la fiesta anoche» pensó Emiliano. —Dime, ¿Y tu bota?—preguntó Emiliano bajando la mirada al pie descalzo de Sebastian, este le siguió y lu
Hacienda “El patrón” Emiliano no dijo nada a las palabras de su madre. Tenía razón que él tenía que hacerse cargo de su metida de cuchara. Tomó una bocanada de aire y lo soltó por la nariz cerrando los ojos para tranquilizarse. —Así que me voy al pueblo. Ahí te ves…—se dio la vuelta doña María echando casi fuego por la boca mientras salió murmurando algo entre dientes algo como “Ve, este cabrón, que pantalones para…” y desapareció dejando a Emiliano ahí, con los ojos abiertos de par en par, sorprendido por la cagada monumental que le había dado su propia madre. ¿Qué le había poseído como para lanzarle una advertencia de esa magnitud? Se masajeó el rostro y entonces vio a Ryan asomarse. —Ryan, despertaste. ¿Ya desayunaste? —Sí, jefe. Buenos días, bueno, buenas tardes ya. —Ryan lució avergonzado, pero ya cambiado con ropa informal, se habían tomado el día libre, retomarían el lunes las labores. —Quería preguntarle… — ¿Entonces ya no quieres? —Ryan no entendió la broma de su jefe, lue
Hacienda “El patrón” Después de un par de horas, doña María regresó a la hacienda, había pasado a saludar a una de sus amigas que trabajaron en su casa durante años, había comadreado como una hora sin dejar de tomar café y pan de dulce con aroma a leña recién salido del horno de ladrillo. Cuando bajó de la camioneta, había otra esperando afuera a lado de la entrada. — ¿Quién es? —preguntó a su hombre de confianza. —Es de la hacienda Los colibrís. Debe de ser el niño Alonso. —ella arqueó una ceja. — ¿Cuál niño? Ese ya tiene pelos hasta entre las nalgas, a ver, ayúdame a bajar. —el hombre de seguridad ocultó la sonrisa por las palabras de su patrona, siempre hablando sin filtro y diciendo lo que pensaba. Rodeó la camioneta y abrió la puerta, le extendió la mano y cuando levantó doña María la mirada, Alonso venía hacia ella, dos hombres de seguridad que custodiaban la entrada principal de la hacienda, se acercaron impidiendo que llegara a doña María. —Tranquilo, tranquilo, —dijo ell
Hacienda “El patrón” Emiliano se dejó caer sobre la alfombra de aquella habitación, Alicia apenas podía respirar, no se podía mover, juró que mañana amanecería como si hubiera montado caballo durante días sin parar, se imaginó el dolor que tendría entre sus muslos de tanto moverse y abrirse, posiciones extrañas habían encontrado como esta última, se había puesto de rodillas mientras se aferró al dorsal de la cama, pero de un movimiento brusco de parte de Emiliano, hizo que ambos fueran a caer al suelo, pero eso no los detuvo, siguieron teniendo intimidad sin detenerse ni a tomar agua, ni para secar el sudor que los cubrió. Los jadeos eran más fuertes que la primera vez y Alicia no pudo más, se dejó llevar por el cansancio. — ¿Alicia? —la llamó Emiliano, deslizó su mano hacia su vientre descubierto, pero ella soltó un manotazo que hizo que este diera un respingo en su lugar. —Déjame aunque sea descansar… Me has dejado vacía. —Emiliano soltó una carcajada. —No es para reír, ¿Cómo es q
Hacienda «El patrón» Lunes por la mañana… Alicia estaba doblando las cobijas limpias de la cama, ella misma había lavado la cobija que habían manchado de sangre la noche de boda, una noche que ni ella se esperaba. Aún seguía sorprendida por como todo había dado un cambio y extremo, Emiliano esta mañana antes de irse al despacho sin desayunar, le había cubierto el cuerpo desnudo cuando se levantó para arreglarse, cuando había salido, se había percatado él de que ella estuviese cómoda y bien abrigada, y lo que remató fue cuando él le susurró que la vería más tarde para después poner un beso en su frente, ella aún adormilada, se había sentido extraña, «¿Cómo será ahora en adelante todo esto del matrimonio?» En la oficina de Emiliano, él tecleaba a toda prisa en su laptop, su mirada estaba concentrada en la pantalla y su mente intentaba hacer espacio para el trabajo y no para el cuerpo desnudo de Alicia, cerró sus ojos y dejó de teclear, no quería perder el rumbo porque ya había pasado
Hacienda «El patrón» Emiliano supo de inmediato que el dinero no era para ella o un proyecto, la visita de Alonso Aguirre podría ser el motivo por el cual su madre necesitaba dinero. Recordó que su padre se quejaba de eso, siempre ayudando a los demás, pero no era la santa madre de Calcuta como para solucionarlo con tanto dinero. —A ver, ¿Para qué quieres tanto dinero?—preguntó Emiliano a su madre, ella presionó sus labios con dureza, luego le lanzó una mirada. —Lo sabes, ¿No?—preguntó doña María. — ¿Alonso Aguirre?—preguntó ahora Emiliano. —Sí, ha venido ayer para preguntarme si podría darle trabajo a diez de sus hombres, sé qué tenemos la planilla completa de trabajadores, pero diez son muchos, no sé si tú…—su hijo terminó por ella. —Pueda contratarlos… —terminó la oración por ella. —O ayudar de alguna manera. —dijo doña María. — ¿Por qué no hablaste conmigo primero antes de pedir tanto dinero?—Emiliano sonó irritado. —Por qué creo que yo puedo solucionarlo. —confesó. — ¿Y