Que disfruten de estos dos nuevos capítulos!!
Pocas horas después, abro los ojos. Ella sigue dormida entre mis brazos, con parte de su preciosa y larga cabellera desparramada sobre su cara y el resto sobre la almohada. Elevo la mano y lo aparto con suavidad para observar las preciosas facciones de su rostro. Sus mejillas siguen cubiertas con ese precioso tinte rosado que resalta sobre su piel blanquecina. Es hermosa, tanto, que me deja sin aliento. Acaricio su rostro con el dorso de mis dedos, pero el gesto es tan delicado que no llega a despertarla. Sin embargo, gime bajito y se remueve entre mis brazos, pero está tan agotada que sigue profundamente rendida. Me inclino un poco para alcanzar sus labios y besarla. ―Te amo, Denzel… Por un instante creo que está despierta, pero en breve me doy cuenta de que habla dormida. La emoción se desata dentro de mi pecho, porque aquello solo significa que sueña conmigo, que soy yo el que ocupa cada rincón de sus pensamientos. ―Yo igual, cielo, como nunca pensé que lo haría. Susurro en voz
Después de desayunar, salimos de la casa tomados de la mano y nos dirigimos hacia el local en el que ella trabaja. Le ayudo a levantar la Santamaría e ingresamos al interior. Puedo notar la felicidad dibujada en su rostro, no es que antes no lo fuera, pero ahora se ve radiante. Mientras organiza el negocio, me siento en la silla detrás de su escritorio. ―¿Pudo usar tu computador hasta que te desocupes? Gira la cara para mirarme por encima de su hombro. ―Por supuesto, cariño, no tienes por qué pedirme permiso para hacerlo ―me guiña el ojo y sigue dando tumbos por todo el lugar―. Quiero organizar el material con el que voy a trabajar hoy. Aprovecho su descuido para escudriñar dentro de sus archivos. Una vez que encuentro lo que necesito, accedo a mi correo, escribo la dirección de la empresa de Gonzalo y adjunto el material que, mi preciosa y dulce chica, guarda con tanto recelo. Sonrío satisfecho. Quiero que ella logre sus sueños, que pueda hacer realidad todo lo que desea. Así que
―Joder, Denzel, necesito beber más café. Observo mi reloj y confirmo la hora. Todavía nos queda tiempo suficiente como para realizar una parada rápida. ―Párate frente al Starbucks de la esquina ―señalo hacia la tienda con la mano―. Compraré algunas cosas. Orilla el auto cerca de la acera y se estaciona frente al establecimiento. Bajo y me dirijo hacia la entrada del negocio. Me acerco al mostrador y le pido a la joven de rasgos latinos, que me prepare un expreso y un capuchino para llevar. Mientras espero a que las bebidas estén listas, miro hacia los anaqueles y pienso en Goldie. Hay una gran variedad de dulces que sé que le gustarían mucho. Doy una caminata por los alrededores y escojo algunos bocadillos que tienen muy buena pinta. Mi chica es una adicta al chocolate y a las toritas, así que hago una selección y termino llevando una gran cantidad de postres que vamos a disfrutar juntos. Cancelo mi pedido y abandono el local con los brazos cargados de bolsas. Abro la puerta del au
Cojo las bolsas con los dulces que le compré a Goldie y las deposito en el asiento delantero. ―Entra, por favor ―la chica sube sin armar ningún tipo de drama―. Gonzalo, arranca el auto y llévame a la empresa. La chica sigue llorando, sabe que está metida en un enorme aprieto, pero le di mi palabra y la voy a defender, siempre y cuando, sea inocente. En cambio, si descubro que también está implicada en el desfalco de la empresa, no tendré piedad de ella. Quince minutos después, nos detenemos frente al edificio. ―Esa mujer es peligrosa ―menciona la rubia, con nerviosismo, al bajar del auto―. Es capaz de hacer cualquier cosa con tal de salirse con la suya. Niego con la cabeza. ―No te preocupes, sus días de fechorías están a punto de llegar a su fin. Esa delincuente va a pagar por todo lo que hizo. La ayudo a bajar del auto y me despido de Gonzalo. ―Gracias por la ayuda, hermano ―choco mi puño con el suyo en señal de hermandad―. Nos vemos en la tarde. Sonríe divertido. ―No tienes
Ambos se quedan pasmados y con la mirada fija en la mujer que está a mi lado. ―¿Puedes explicarnos lo que está pasando, Denzel? ―exige papá, casi atragantado―. ¿Por qué culpas a Griselda de lo que pasó esa noche? Bufo, resignado. En algunas circunstancias el amor te hace ciego. Lamento tener que romperle el corazón de esta manera, pero no voy a permitir que esa desvergonzada arruine la vida de mi padre. ―Siéntate, papá, por favor, es hora de que abras los ojos y sepas la verdad sobre la mujer con la que pretendes casarte ―alterna la mirada entre la chica y yo, antes de tomar lugar en uno de los sillones―. Abuelo, este asunto nos tomará bastante tiempo, así que te sugiero que hagas lo mismo. Una vez que los dos se sientan, le pido a Laura que cuente toda la historia. Ella gira su cara y me mira nerviosa. ―Tú lo prometiste, Denzel. Asiento en respuesta. ―Y te aseguro que voy a cumplir mi palabra. Vuelve a girar su rostro y, esta vez, dirige su mirada hacia mis viejos. ―Soy Laura
Salgo del estacionamiento y detengo un taxi para dirigirme hacia la residencia de la mujer que amo. Ahora que todo se ha aclarado, es el momento de contarle toda la verdad. Al acercarme al vecindario, los latidos de mi corazón se precipitan al ser testigo del caos que se ha desatado en la calle en la que está ubicada la casa. El área está acordonada y hay patrullas apostadas en los alrededores. ―Lo siento, señor, pero hasta aquí puedo llegar ―me indica el conductor al detenerse en medio de la avenida. En modo automático, saco un billete de la cartera y se lo entrego. Abro la puerta y bajo del auto―. Aguarde, me acaba de pagar con un billete de cien dólares. Ni siquiera lo miro al contestarle. ―Quédese con el cambio. Con paso apresurado me acerco al tumulto de personas que observan con curiosidad lo que está aconteciendo. No sé por qué, pero de repente me siento muy inquieto. Desde la distancia no puedo precisar lo que está sucediendo, así que me acerco. Abro los ojos debido a la i
Después de hablar con los oficiales y escuchar la historia de todo lo que sucedió y lo que estuvo a punto de pasar si la intervención de la abuela no hubiera sido oportuna, los acompaño hasta la puerta y me despido de ellos. ―Gracias, detective Müller, espero que me mantenga informado del caso. Mis abogados se estarán comunicando con ustedes en lo sucesivo. Le tiendo la mano para despedirme de ellos. ―Lo importante es que la agresora está detenida, señor Carpentier ―corresponde a mi saludo de manera cordial―. Con toda la información que nos suministró le aseguro que, en poco tiempo, daremos con el resto de sus cómplices. Me vi obligado a explicarles la relación que tenía ese delincuente con la familia. Por supuesto, tuve que hacer acopio de mi discreción para hacerlo sin que Goldie se enterara de todo. En su estado, considero conveniente no exponerla a más preocupaciones, al menos, por ahora. Cierro la puerta y me doy la vuelta para acercarme a las dos personas a las que más amo.
Después de hablar con los oficiales ―No puedo creerlo ―exclama exaltada, en cuanto termino de narrarle todos los hechos de la historia. Se levanta del sillón y se acerca a mi vieja―. Me encantas, abuela ―menciona Ángela al acercarse a ella con la mano levantada―, choca esos cinco. La abuela, ni corta ni perezosa, hace lo que le pide. Chocan sus manos como niñas juguetonas y celebran el suceso como si aquello fuera una anécdota para contar a las generaciones del futuro. ―¿Qué les parece si hacemos algo para celebrar? Sugiere mi vieja, confianzuda y animada, más de lo que alguna vez la vi. Está disfrutando del momento. ―¿Celebrar? ―intervengo, conmocionado―. Abuela, acaban de pasar por una situación de mucho estrés y peligro. Ella tira un manotazo al aire para restarle importancia a mi preocupación. Es una mujer extraordinaria, pero, en ocasiones, testaruda y empecinada. ―No seas tan aguafiestas, Denzel, hace tiempo que no vivía experiencias tan emocionantes como estas ―encoge sus