Capítulo 2

Me encontraba tan a gusto charlando con aquella bonita mujer, era bastante linda y al ser mayor que yo pude imaginar que sabría besar mejor que las otras chicas. Le lancé un par de piropos, noté como le gustaba escuchar a un caballero como yo, decirle cosas bonitas al oído. Era evidente que ya estaba enganchada.

De pronto escuché una voz - ¿Thomas? -

Voltee la mirada y ahí estaba mi primer cita - ¡Ah! hola - Volví mi cabeza y apunté la mirada hacia la chica de las flores.

- ¿Que crees que haces? ¿Por qué me ignoras de esa manera? -

- Lo lamento pero ahora estoy ocupado - Fuí breve.

- ¿Que?! Eres un patán! Sabes que... ¡Terminamos! - Dió media vuelta y caminó a toda prisa lejos de mi.

Sonreí incrédulo - No le hagas caso. Ni siquiera la conozco -

Le propuse dejar ahí el puesto encargado con alguien más y me acompañara a dar un corto paseo. Acepto encantada, la tomé de la mano cuál dama.

Pero tan solo caminamos unos cuantos pasos y nuevamente fuimos interrumpidos - ¿Thomas? - Alguien pronunció mi nombre por las espaldas.

Así es, era mi segunda cita. Voltee los ojos en blanco e hice una mueca de fastidio.

- ¡Por Dios! ¿Que acaso nadie quiere que bese a esta hermosa chica? - Pensé - ¿Que? - Dije molesto.

- Eres un mentiroso. Dijiste que no salias con nadie y mírate, tomado de la mano de otra. Debí salir con Terrence, no contigo ¡Terminamos! - Dió media vuelta aún sacando chispas de coraje y se alejó.

Miré a mi nueva cita y le sonreí como si nada pasara - No sabe lo que dice. Jamás le pedí ser mi novia - Me encogí de hombros sin perder mi sonrisa.

Ella me miró de pies a cabeza, soltó mi mano de golpe y sin decir nada se marchó.

No podía ser cierto. En tan solo unos minutos había perdido mis conquistas. Claro que yo no mentía, a ninguna le había prometido absolutamente nada y en ningún momento les pedí ser mis novias. Solo éramos unos jóvenes conociéndonos y divirtiéndonos. No le veía lo malo por ningún lado.

En fin, aún habían muchas más chicas hermosas en toda Inglaterra las cuales conocer.

Ya habían pasado algunos años y mi cumpleaños número 15 llegó. Me sentía pleno, lleno de ilusión. Mi vida era perfecta.

Ya había conocido alrededor de 25 chicas, todas tenían entre los 14 hasta los 17 años. Había aprendido a besar mejor, aún que siempre me mantuve frío al respecto. Hasta ese momento no sentía en sus labios aquello que me hiciera enamorarme, ni siquiera caer.

Y se preguntarán "¿Aún sería virgen a esa edad?". Pues sí. Todavía no llegaba la chica que me acelerará el corazón y me atrapara entre sus piernas. Nadie se lo merecía, nadie tenía el privilegio.

El día que cumplí mis 15 primaveras, mi madre me hizo un delicioso pastel. Mi padre me regaló un hermoso cetro el cual adornaba de maravilla mi habitación. Terrence me obsequio un libro titulado "El cuervo" de Edgar Alan Poe y Helena. Por mi parte, yo mismo me obsequie una chamarra de cuero, que compré entre las nefastas calles de los barrios bajos de Inglaterra.

Después de mi gran festejo familiar, salí con algunos amigos que querían darme un regalo. Me habían hecho una pequeña fiesta sorpresa en la casa de uno de ellos. Invitaron a algunos conocidos, bebimos ponche de frutas y comimos algunas golosinas. Fue tan divertido.

Pero el mejor regalo de ese día fue conocer a una rubia preciosa. Sus mechones dorados me atrajeron rápidamente, tenía una hermosa figura y unos ojos color celeste brillantes. Me acerqué a hablarle, para mí sorpresa me enteré que ya tenía los 18 años cumplidos y aún así me abalance sobre ella. Lo mejor de esto es que no fue tan difícil hacerla caer ante mis encantos.

Pronto nos encerramos en una de las habitaciones de la casa y las palabras ya no eran necesarias, nos besamos y acariciamos, mientras afuera la música se hacía escuchar. Tenía puesto un vestido ajustado de seda color gris que llegaba justo en sus rodillas. Su cabello estaba parcialmente suelto, solo una pinza color negro lo sujetaba por arriba.

Era fácil maniobrar con tal vestimenta así que lentamente metí mi mano bajo su vestido, rozando su pierna y subiendo por su muslo mientras sus labios seguían unidos a los míos. Mi otra mano la entrelacé entre sus caireles y poco a poco fui bajando hasta tocar sus ya abultados pechos. Pude sentir sus bragas con mis dedos y pensé en bajarlas, pero de pronto la puerta se abrió abruptamente.

- ¿Thomas? - Separé mi rostro para saber quién me anunciaba - ¿Que diablos crees que haces? -

Me quedé cayado, no entendía nada.

- Quítale las manos de encima a mi hermana! -

- ¿Que? - Saque mi mano dentro de su falda y di un paso atrás acomodando mi cabello - Lo lamento yo... No sabía que era tu hermana - Sonreí.

- Pues ahora lo sabes - La tomó fuertemente del brazo y salió de la fiesta lleno de rabia. La rubia lo seguia pero no sin parar de reclamarle a su hermano.

Era uno de mis mejores amigos el que nos había descubierto. Pero no era mi culpa, en verdad no sabía que era su hermana, es más, ni siquiera estaba enterado que tuviese una.

Tomé mis obsequios y salí de la fiesta no sin antes agradecerles a todos su presencia. Las chicas me adoraban así que muy tristes se despidieron de mi, me llenaron el rostro de besos y feliz me marché.

Al llegar a casa fui al tocador para limpiarme los besos que mis admiradoras me habían dejado y mi tan correcto hermano Terrence se me acercó - Hermano, me permites unos minutos -

- Adelante dime ¿En qué puedo ayudarte? - Dije sin parar de limpiarme.

- Bueno pues... Me enteré de lo que pasó en la fiesta que te organizaron tus amigos y solo quiero decirte que debes tener cuidado. Deberías dejar de andar conquistando mujeres por doquier. Algún día puedes meterte en un serio problema -

- Gracias, pero esto no es de tu incumbencia - Aseguré con seriedad.

- Lo digo por tu bien. Si no entras en razón tendré que decirle a nuestra madre -

- Claro! Corre ve y dile. Te encanta estar de chismoso o ¿No? Sabes que creo, que te da envidia que yo tengo suerte con las damiselas y tú ni siquiera has podido conquistar a Jane. Y eso que han ido en la misma clase por 3 años - Reí burlonamente.

No tuvo el valor de responderme y solo dió media vuelta molesto, hasta parecía que le salía humo por la cabeza.

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