Todo estaba detenido, y la decepción para Akari, a pesar de ser tremenda, se hallaba contenida gracias a Minato.
Después de un gran revuelo, de aparecer en los periódicos, y los debates en platós de televisión, el caso de los esposos Azarov retornó a los números bajos que poseyó los anteriores siete años- de nuevo, todo se estancaba.
Después de lo que ocurrió en el bar, de lo que vieron y escucharon, Akari y Minato se apersonaron a la central de policía, para declarar lo sucedido y hacer retratos hablados de las personas. Tras recibir Minato un buen regaño, y la orden de mantener sus narices fuera de la investigación, por su propio bien, todo se serenó.
Desde entonces, tres semanas ya, si el rubio estaba realizando alguna averiguación, o si seguía investigando por su cuenta, no le había dicho ni una sola palabra al mayor.
Akari apenas pudo resistir estar despierto hasta llegar a su estación, Ebisu; Minato, como siempre, continuó por una estación más, hasta Meguro.Eran poco más de las ocho de la noche cuando el rubio llegó a casa, sin sorpresas por encontrar las luces encendidas, y un par de zapatos en el recibidor. Su tío le había enviado un mensaje a la mitad del trayecto en el tren.—¡Estoy de vuelta! —Minato habló alto, quitándose los zapatos y poniéndose pantuflas.Caminó hasta encontrar la entrada de la sala, y vio cómo su tío hacía de las suyas en la cocina.—Bienvenido a casa —contestó Yahiro, mirándolo desde la distancia.Minato sonrió y entró a la sala de estar, dejó su bolso sobre el sofá, y también la chaqueta, en el respaldo. Se acercó a su tío,
¿Cómo era que las mujeres podían disfrutar de ir por allí caminando felices con un montón de bolsas a cuestas, tras hacer las compras?En este momento, Yahiro se hacía esa pregunta, en tanto sufría el cruel destino de tener los brazos muy cansados.Hoy era sábado, más o menos las dos de la tarde y, junto a su sobrino, Minato, había pasado toda la mañana yendo y viniendo entre tiendas de juguetes, de ropa, y hasta librerías y lugares para comprar comida.Los niños tenían gustos muy raros, y su amado sobrino… ni se diga.Estaba cansado: ir de un lugar a otro cargando bolsas de compras que cada vez se hacían más, y más pesadas, se volvió insostenible en un punto, y tuvieron que pagar un lugar de almacenable; era obvio que regresarían en un taxi a casa, por más costoso que este servicio resultara; sin embargo, no s
Eran más de las siete de la noche cuando regresó a casa; dejó caer su chaqueta sobre el respaldo del sofá, y lo rodeó para tirarse sobre los cojines, resopló con fuerza, y el cansancio de todos estos días cayó sobre él como un yunque.Los días cercanos a la navidad siempre eran difíciles, y no se trataba solo del aumento de trabajo en la universidad, de las cosas con su doctorado, o del trabajo en la iglesia, que aumentaba, sino de su interior, de sus pensamientos.La navidad siempre había sido especial, la mantuvo así en su corazón y, aunque tuvo la oportunidad de vivir buenas navidades una vez salió de la casa de sus abuelos maternos, ahora se encontraba en una mala racha.Después de todo… ¿no se trataban las fiestas de la compañía y el afecto?, ¿de la familia y el amor? ¿No trataba sobre eso la vida? É
—Estás siendo más formal de lo normal—.El jueves de esa semana era nochebuena; Minato pasó por Akari a su trabajo, y ambos fueron hacia la iglesia. Era un trayecto de unos diez minutos. El rubio había alquilado una camioneta y, según podía ver el mayor, iba bastante cargado.El que habló fue, en efecto, el mismo Akari, que usaba traje, como siempre que iba al trabajo, además de su chaqueta, bufanda, guantes y gorro, y el bolso donde guardaba los documentos y accesorios que llevaba al trabajo.Sin embargo, Minato lucía muy diferente de lo usual.Y no se trataba de su largo cabello, que caía hasta casi cubrir sus ojos, por debajo de las orejas y por toda su nuca, rozando los hombros, muy bien peinado; sino de su ropa:Estaba acostumbrado a verlo en jeans y suéteres, todo casual; pero hoy usaba jeans oscuros y botines marrones, una camisa de mangas largas con est
Después de aquello, Minato se dedicó a sus deberes como encargado. Antes de la celebración, Akari pudo verlo dar vueltas por acá y por ella, para asegurarse de que todo estuviera en su lugar y, algunos minutos después, ambos se dirigieron a la capilla principal.Este sitio era de verdad grande, como una gran escuela, a ojos del castaño. Tenía una serie de salones que, según el rubio, se usaban para dar la catequesis, y reuniones varias; también estaba la parte destinada a habitaciones para los sacerdotes. Además, poseía tres capillas, Akari lo había visto en un mapa que estaba de camino aquí; pero la principal, como su nombre lo indicaba, era la más grande.Al entrar a la capilla, pudo ver como todo giraba alrededor de un gran centro. Las bancas eran curvas, para adaptarse al entorno; el suelo era de terrazo, en tono gris cenizo; las paredes estaban forradas en ladrillos g
Minato estaba contento, Akari se dio cuenta de eso, pero la extrañeza no se marchó de él.El rubio no había mencionado nada sobre ir a comer y, aún con eso, lo normal era que fuesen a comer a algún restaurante.—Todos los restaurantes están reservados, así que pensé que comer en casa era lo mejor —agregó Minato a su primer mensaje.—Entiendo… entiendo —Akari murmuró—. Es lo mejor y… de verdad, tengo mucha hambre.Minato soltó la risa y asintió. Segundos después, puso en marcha la camioneta, y partieron.El camino de ida no fue aburrido. Minato habló un poco de la producción de la obra de teatro y cómo se organizó todo, y Akari le comentó lo que sintió y experimentó al verla, además de pedir algunas explicaciones sobre escenas que no logr&oa
Akari se quedó viendo a Minato por unos instantes, pero él no comprendió la profundidad que alcanzaron sus palabras en el rubio, que tomó un bol con ensalada, y una botella con jugo, aún ensimismado, y caminó hacia la mesa.—Entonces… ¿cuál es tu historia? —indagó el mayor.Minato colocó la ensalada y el jugo sobre la mesa, donde ya estaban los vasos, y se sentó en la cabecera. Akari lo siguió, y se sentó a su izquierda, en el lateral.—Ya que te conté uno de mis secretos mejor guardados… ¿por qué es que decidiste pasar la navidad conmigo, y no con una hermosa mujer de curvas cuestionable, o un tipo guapo, ya que eres de mente abierta?Minato, que apenas salía de su sorpresa, tan solo atinó a sonreír.—Es porque usted me agrada, Akari-san. ¿Por qué no hacerlo? &mdash
—Akari-san.Minato, quien había estado tan solo contemplando el pequeño accesorio por largos segundos, llamó al mayor, y el brillo de su expresión caló en el otro.—¡Esto es genial! —canturreó en alegría, dejando salir toda su emoción en un fogonazo—. ¿Cómo sabía que iba a gustarme? —cuestionó en voz alta.Akari pudo sentir todo el impacto de una alegría sincera, lo que lo tomó por sorpresa.—¿Puedo usarlo? Puedo usarlo… ¿verdad? —habló rápido, y sumió al mayor en una espiral de inesperadas y burbujeantes emociones.No obstante, Akari se dio cuenta de que existía algo más, además de su emoción natural, pero aún no lo conocía lo suficiente, aún, para saber con certeza qué podía ser. Solo lo sentí