Mi cabeza palpitaba como si fuese a explotar. Conocía esa sensación era consecuencia de una terrible resaca, el dolor en mi cuerpo se hace presente, poco a poco vienen a mi los recuerdos de la noche anterior, aunque no son recuerdos lucidos en su totalidad. Aquellos brazos fuertes que me rodearon la cintura, esos ojos verdes hechizantes e enigmáticos, la sensación de su manos recorrer todo mi cuerpo, me aferro a su figura que se encuentra un lado mío, esperando encontrarlo allí, pero en cambio me topo con una figura completamente diferente a él.
No se trata de Andrey.
¡Jode..
Es Alejandro y al igual que yo estamos desnudos en esa cama, mi vista ahora se clava en la habitación que comparto, no estamos en el bar, posiblemente
Mi condición en estos momentos no era la mejor, me había estado sintiendo mal las últimas semanas, extraña y no comprendía lo que sucedía. Las cosas en el bar eran un completo desastre, empezando por el malhumor del italiano. De Andrey solo sabía que se había devuelto a las islas caimán, le escribí un e – mail explicándole una vez más todo, un correo que nunca respondió.Lena era la única persona cercana que ahora tenía junto a mí, ella y yo habíamos estado también buscando algún indicio de quien hubiera puesto la droga en las bebidas, pero Alejandro tenía razón, esas cintas habían desaparecido. La única persona que podía darnos razón era el barman de esa noche, pero varias veces negó que hubiera visto
Mi vida había cambiado, ahora las cosas serían diferentes. Me encargaría de que así lo fueran sin importar lo que tuviera que hacer. Ya no me consideraba una persona fuerte, de hecho estaba muy lejos de serlo. Pero no podía permitirme rendirme en este momento. Esa debería estar dentro de las últimas cosas que debía hacer.Andrey me había enviado en aquel mensaje la carta de renuncia de la mansión del señor Novicov. Ya no podría regresar, la que se había encargado de recoger mis cosas había sido Lena. Pero no logro haberlo visto, no había vuelto de las islas caimán.Y sinceramente no quería verlo. Quería olvidar todo. Aunque yo más de sobra sabía que sería imposible de lograr.
Debía admitir que lo que me había dicho Lena acerca de que Andrey intentaría buscarme rondaba mi cabeza todos los días, sabía que era impulsivo y era posible que lo hiciera. La propuesta de mi madre de irme a vivir con ella aún estaba disponible. Mi amiga tenía sus propios gastos, y hasta ahora yo había conseguido un empleo, no podía ayudarle aun con los gastos aunque quisiera. Y aunque no me gustara la idea del todo de compartir de nuevo la casa con Georgia. Era la mejor opción que ahora tenía.Aproveche el fin de semana para ver algunos anuncios en el periódico de apartamentos en renta. No quería arriesgarme a vivir en una localidad alejada del centro de la ciudad. Y tampoco estar cerca de pandilleros que frecuentaban ciertas zonas.- Este cuent
Habían pasado cerca de dos semanas de lo acontecido en nuestra casa con la policía y esos hombres, los problemas con Georgia no se habían solucionado, y esa era la razón por la que había decidido empacar mis cosas y decidir irme de New York a Michigan. Afortunadamente mi bebé y yo estábamos bien, pero no podía seguir colocándome en riesgo.No si quería que mi vida fuera diferente.Mi madre se había negado a creer que mi hermana fuese capaz de cerrar tratos con pandilleros, y menos que consumiese drogas. Era tan ciega en cuanto a la realidad de las cosas, que solo provocaba que me convenciera una vez más, de que solo contaba con una hija a su lado y esa no era precisamente yo.Andrey siguió buscan
Sigo mis pasos hasta donde se encuentra la multitud de personas que esperan para abordar el tren. Lucho entre el mar de gente para que Andrey no llegue hasta donde me encuentro, se perfectamente que ha decidido seguirme, y el encuentro de hace unos instantes me ha desestabilizado por completo.Mi respiración sube y baja al mismo tiempo en que mis manos tiemblan y sudan, cuando veo que no puedo seguir escapando, que me siento al borde de un colapso de nervios apoyo mi figura en una de las paredes de la estación.Al parecer lo he perdido de vista.- Pasajeros con rumbo a Michigan por favor abordar por la puerta número dos - una voz femenina nos indica a todos que debemos ocupar nuestros asientos.Doy un respiro prof
Nos hemos detenido en una heladería porque deseaba comer un delicioso helado desde hace mucho tiempo y los antojos hacían parte de mi rutina de todos los días.- ¿De qué sabor quieres tu helado? - enarca una ceja mientras mantiene su vista fija en la vitrina.- Hmm - achino los ojos-. Fresa - sonrío y señalo el sabor con mi dedo.- Uno de fresa y uno de chicle - le da la orden al chico encargado de tomar el pedido de la heladería este lo apunta en la registradora y nos pide que nos hagamos a un lado para recibir el pedido.Suelto una risita.- ¿Qué sucede? – pregunta, enarca una ceja y esboza una sonrisa mien
Hacer que Andrey controlara sus impulsos era como pedirle al cielo el que lloviesen ranas, algo imposible. No importaba que hace unos minutos hubiésemos hablado de que no era lo mejor ir al bar y buscar problemas, porque él ya lo había hecho. Había ido una vez mas en contra de lo que le pedia.Muriéndome de los nervios por lo que pudiera pasarle, decido sentarme en la sala y prender la televisión en busca de algo que logre distraerme.Calma. Respira profundo.Miro desde el ventanal de donde me encuentro está haciendo algo de frío y es posible que exista lluvia en las próximas horas.Me devuelvo a sitio en el que estaba hace unos segundos.
La mañana aparece reflejando los rayos del sol atraves de la ventana, giro mi figura y choco con la suya que está al lado derecho de la cama. Sus manos están enrrosacadas alrededor de mi cintura.Sonrío internamente mientras paso mis manos por su cabello.Me levanto con lentitud de la cama y me acerco hasta donde están mis prendas, rápidamente me coloco una bata suelta de color rosa.Doy un último vistazo al lugar en que reposa el cuerpo de el hombre con el cual quiero pasar el resto de mis días, de mis noches y de mi vida.Andrey duerme profundamente y podría jurar que se ve como un niño indefenso de tres años con esa sábana alrededor de su cuerpo.