EL ORÁCULO.Malakay entró en la habitación y encontró a Erika sentada frente al tocador, tocando un pequeño collar. El Alfa se posicionó detrás de ella y se inclinó para besar su mejilla.Erika habló suavemente.―Siempre quise tener una hermana. ―susurró. ―y ahora que sé que la tengo… está perdida.Malakay se puso delante de ella y se agachó para mirarla a los ojos.―La encontraremos, y tú y ella estarán juntas. La voy a proteger, mi amor.Erika le dio una pequeña sonrisa y acarició su mejilla.―Eres tan bueno. ―dijo ―Es una suerte que la Diosa nos haya emparejado.Malakay besó la palma de su mano.―Es lo menos que puedo hacer por la mujer de mi vida. Además, ella también es mi responsabilidad; al ser tu hermana, debo protegerla como a ti.Erika suspiró.―¿Qué piensas que pasó entre ellos? ¿Por qué mi hermana huyó de él?―No lo sé, mi amor. ―respondió Malakay ―Pero puedo decirte que tuvo que ser algo demasiado grave para que ella lo dejara. Nuestro vínculo es fuerte y si una de las pa
UNA NOTA URGENTE.Al día siguiente, la maldad se despertó temprano. En un rincón alejado del bosque, dónde no pudieran ser vistos, Petrus daba instrucciones precisas.―Asegúrate de que la reciba y la lea, no regreses hasta que me des buenas noticias, ¿está claro?―Sí, señor.La Omega asintió rápidamente y un segundo después se fue a cumplir la orden.Mientras tanto, Erika terminaba de vestir al pequeño cachorro, Sam se había apegado a ella y ella a él, finalmente podía dar todo ese amor que no había podido dar su hijo. A veces se hacía la misma pregunta: ¿Cómo sería? ¿De qué color serían sus ojos? Pero ahora esas preguntas se hacían menos frecuentes, porque dedicaba todo su tiempo a Malakay y a su pequeño hijito.Un golpe en la puerta llamó su atención.―Adelante. ―dijo entre risas, Sam estaba en su periodo de dentición y mordía todo lo que encontraba.―Mi señora, llegó esto para usted. ―la Omega le tendió la nota, con la cabeza gacha.―¿Para mí?―Sí, mi señora.―¿Te dijeron de parte
TRAMPA BIEN PLANEADA.Mientras tanto, en el castillo, Malakay sostenía a un Sam incontrolable, el pequeño cachorro solo lloraba y las niñeras afirmaban que quería a su madre, en este caso Erika. Malakay esperaba impaciente a uno de sus hombres.―Alfa, no hay rastro de la Luna, buscamos en las guarderías, en todas partes y no está.Los ojos grises de Malakay se llenaron de preocupación. Que Erika no estuviera era algo demasiado preocupante, además de que ella no se apartaría de Sam, así como así, él había visto la dedicación de ella con el pequeño lobo.―Sigan buscando, mi Luna tiene que estar en alguna parte. ―bramo, con voz autoritaria, pero por dentro el miedo le azotaba el corazón.Las palabras de Aleksander se repitieron.«¿Qué pasaría si un día la pierdes? ¿No harías nada para encontrarla?»Sus manos se apretaron en el cachorro y en un movimiento rápido se lo entregó a la niñera.―Llévalo a su habitación y busca la manera de calmarlo.La Omega asintió y se fue con el pequeño. Iba
ATAQUE DE PÁNICO. Erika se quedó inmóvil, el dolor y la humillación cortaban más profundo que cualquier herida física. Las palabras de Malakay resonaban en sus oídos como una sentencia, su corazón se rompía en pedazos. Lágrimas de impotencia brotaron de sus ojos, pero ella se mantuvo erguida, envuelta en la sábana que protegía su dignidad. Tobías, con el rostro marcado por la lucha, habló listo para defenderla a pesar de su propio dolor. ―No, le hables así. ―dijo con firmeza. ―No importa lo que creas, ella merece respeto. Malakay gruñó, su cuerpo tenso por la ira y la traición. Estaba a punto de lanzarse de nuevo contra Tobías cuando varios lobos de la manada Snow irrumpieron en la cabaña. ―Alfa Malakay, el consejo solicita tu presencia inmediata. ―anunció uno de ellos con autoridad. Malakay vaciló por un momento, sus ojos aún fijos en Tobías, pero luego asintió. Antes de partir, se volvió hacia Erika. ―Tú te vienes conmigo. ―dijo con una voz que no admitía réplica. Erika retro
DISTANCIAMIENTO.En el salón del consejo, la tensión era palpable. Malakay, con la espalda recta y la mandíbula apretada, enfrentaba al consejo con una determinación férrea.―Ella debe abandonar la manada, Malakay. Ha traicionado la confianza de todos y te ha faltado el respeto. ―dijo un miembro del consejo.Malakay avanzó lentamente hacia el consejero, su caminar era el de un depredador seguro de sí mismo.―Sea lo que sea, ese es mi problema. Yo decido cómo manejar mis asuntos. Erika es la Luna y además mi mujer. Dejen de entrometerse.Otro de los lobos del consejo replicó con una voz que rezumaba desprecio.―¡Eres una burla para todos! ¿Dónde quedó el Alfa que todos conocíamos? Desde que llegó esa loba, cambiaste totalmente. El oráculo tenía razón; ella ha traído solo desgracias para esta manada.La atmósfera se cargaba cada vez más, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse. Malakay apretaba sus manos con tal fuerza que sus nudillos se volvían blancos y advirtió con un to
EL DIARIO.Al día siguiente, la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las ramas cuando Erika llegó a la guardería, con Sam en sus brazos. La Omega encargada de los cachorros, con una sonrisa cálida y acogedora, la recibió.― ¡Luna Erika, qué alegría verla! Los pequeños y yo la hemos echado de menos.Erika asintió con una sonrisa suave y se agachó para dejar a Sam en el suelo, quien se apresuró a unirse al juego de los cachorros.―He tenido días ajetreados, pero aquí estoy, dispuesta a retomar mis deberes de Luna.―Usted es la mejor Luna que ha pisado estas tierras, se lo aseguro.La risa de Erika resonó en el aire fresco de la mañana, franca y llena de vida.―Supongo que tú eres la única que piensa así. La mayoría parece verme con desdén.El rostro de la Omega perdió su sonrisa por un momento, y miró a su alrededor antes de inclinarse hacia Erika, bajando la voz.―Es por los rumores que esa Lilith ha estado esparciendo. No soporta que el Alfa la haya rechazado por usted
BUSCANDO LA VERDAD.―Alfa, tiene una visita. ―Tobías, en la sala principal del castillo, se giró cuando su centinela le dio el mensaje.― ¿Quién es?―Es el Alfa de la manada Snow, pide hablar con usted.Tobías se puso en alerta de inmediato.― ¿Vino solo, o hay alguien con él?―No, Alfa, está solo.La preocupación lo envolvió.―Bien, hazlo pasar de inmediato.Momentos después, Malakay Snow, con su imponente presencia, llenó el lugar.― ¿A qué debo la visita, Malakay? O, mejor dicho, ¿dónde está Erika?Tobías no se anduvo con rodeos; le preocupaba su amiga y quería asegurarse de que estuviera bien.―Mi Luna está bien, confórmate con saber eso. El motivo de mi visita es otro.Tobías no se amilanó ante su mirada de advertencia, dio un paso hacia él y le dijo a la cara.― ¿Qué es eso que te trae por aquí entonces?―Quiero que me expliques el pasado de mi mujer, y sobre todo quiero que expliques por qué estabas desnudo en esa cabaña junto a ella.***Mientras tanto, en la manada Snow, Erik
AL DESCUBIERTO. Erika controlaba su respiración, cada inhalación y exhalación era un cálculo, un acto medido para evitar ponerse en evidencia. La oscuridad del armario era su aliada, y rogaba la Diosa no ser descubierta. Lilith y Petrus cerraron la puerta del estudio con un clic sordo. Erika podía escuchar el murmullo de sus voces, la frustración en el tono de Lilith. ―Las cosas no están saliendo como planeamos ―dijo con un deje de irritación. ―Malakay no ha echado a Erika de la manada, y de nada sirvió orquestar el malentendido en la cabaña. El viejo lobo gruñó, su voz era un sonido grave que reverberaba en los huesos de Erika. ―Mantén la calma. Las cosas se darán y tú finalmente serás la Luna de la manada. Erika apretó los labios hasta que dolieron y le hizo una promesa silenciosa a su loba interior. «Sobre mi cadáver permitiré que Lilith sea la compañera de Malakay» Lilith hizo un puchero, como una niña pidiendo un capricho. ― ¿Cuándo me hablarás sobre magia papa? ―Eres de