TORMENTA DE EMOCIONES. El beso entre Malakay y Erika se intensificó, cruzando el umbral de una conexión puramente física a algo más profundo, algo primordial. Los lobos dentro de ellos resonaron con un reconocimiento ancestral, un llamado que fluía en su sangre y vibraba en sus almas. Erika, por un momento, se dejó llevar por la marea de emociones que la inundaba, su resistencia se derrumbó bajo el peso del deseo y la conexión que parecía inevitable. Malakay, por su parte, se encontró atrapado en un torbellino de deseo desenfrenado y posesividad que lo tomó por sorpresa. Nunca había sentido tal urgencia, tal necesidad por ninguna loba. Sus manos, como si tuvieran voluntad propia, exploraban la suavidad y delicadeza de Erika, cada curva, cada línea de su cuerpo que parecía haber sido hecha para complementar la suya. Pero en medio de esa pasión creciente, las imágenes del pasado de Erika emergieron como sombras oscuras. Recuerdos de Sedrik y momentos forzados se proyectaron en su ment
JAMÁS SERÉ TU MUJER.El amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las rendijas de la ventana cuando Erika se despertó sobresaltada, el eco de una pesadilla con Sedrik aun vibrando en su mente. Y antes de que pudiera atrapar su aliento, un suave golpeteo en la puerta cortó el silencio.― ¿Quién es? ―preguntó con la voz aún ronca por el miedo.―Es Gil, tengo algo para usted.Erika se levantó y abrió la puerta para encontrarse con Gil, una mujer mayor con ojos que habían visto el cambio de muchas estaciones. En sus manos llevaba un vestido, no cualquier vestido, sino uno que irradiaba una historia en cada hilo.―Fue enviado por su padre para que lo use hoy. ―explicó, extendiendo el vestido hacia ella. ―Perteneció a su madre.Erika lo tomó, sus dedos rozando la tela delicadamente.― ¿Mi madre…?―Sí, era de ella. ―confirmó Gil, asintiendo con un respeto reverente.Ella sintió una oleada de conexión con su madre, una mujer que nunca había conocido, pero cuya presencia siempre había sentido.
SEGUIR LA TRADICIÓN. Antes de que Erika pudiera procesar su siguiente movimiento, los labios de Malakay estaban sobre los suyos, reclamándola con una urgencia que borraba cualquier pensamiento consciente. A pesar de su determinación de resistirse, algo primordial y profundo la empujó a responder al beso. Era una conexión que iba más allá de la lógica, una unión de almas y esencias que la instaba a ceder y que, contra todo pronóstico, le brindaba una sensación de seguridad. Malakay, por su parte, nunca se había sentido tan completo y satisfecho como en el momento en que probó los dulces labios de Erika. Su sabor y su aroma eran como un hechizo que lo envolvía, todo en ella era simplemente perfecto para él. Sus instintos tomaron el control, su lobo interior luchaba por ejercer su soberanía, ansiando ir más allá, dejar su marca, proclamar a todos los lobos que ella le pertenecía. Podía sentir cómo la excitación de Erika aumentaba con cada segundo que pasaba, cada roce era una chispa qu
UNA LUNA DESPRECIADA. A la mañana siguiente, el aire estaba cargado de una tensión palpable entre Erika y Malakay mientras partían rumbo a la manada Snow. A pesar de su renuencia a tener cualquier tipo de contacto con su nuevo compañero, Erika sabía que era necesario preguntar; después de todo, iba a ser la Luna de la manada y con ello, nuevas responsabilidades vendrían. ― ¿Cómo… cómo es la gente de tu manada? ¿Crees que me acepten? ―preguntó con una voz insegura, mirando de reojo a Malakay. Él la miró por un segundo y finalmente respondió con desdén. ―Serás su luna. Que les gustes o no, eso no importa. Nuestra unión tiene un propósito, Erika, no confundas las cosas. ― ¿Qué estás tratando de decir? ―insistió ella. El lobo se detuvo y tomó un gran suspiro. ―Lo que trato de decir es que ellos saben para qué te uniste a mí, y por si tu padre o tu tío no te lo dijo, pues entérate ahora. Me uní a ti para tener hijos, mi manada necesita crías nuevas; están muriendo y como Alfa debo as
DELICIOSO DESAYUNO. Erika se despertó con los primeros rayos del sol filtrándose a través de las cortinas. A pesar de ser la luna de la manada, no quería quedarse en la cama todo el día. Sabía que Malakay, no le había asignado deberes específicos, pero eso no significaba que iba a pasar su tiempo ociosa. La noche anterior, después de que la Omega la guiara a su habitación, Malakay se había reunido con Lilith. Erika no necesitaba ser una experta para notar las intenciones de desafío de la loba hacia ella, y aunque trataba de convencerse de que no le importaba, la verdad era que le roía por dentro. Cuando llegó al salón principal, lo encontró vacío. El aroma a venado asado la guio a la cocina, donde una loba cocinera la miró sorprendida. —Luna Erika, ¿por qué está despierta tan temprano? —preguntó con una sonrisa cálida. Erika devolvió la sonrisa, aunque con cierta cautela. —Bueno, yo… siempre despierto temprano —respondió con voz suave—. Y quería saber en qué puedo ayudar. —¿Ayud
UN ALFA FUERA DE CONTROL.—¿Querías verme, Malakay? Lilith entró en la sala del consejo con una sonrisa coqueta y un contoneo de caderas deliberado. Malakay fue consciente de la actitud de la loba, pero ella nunca había sido su tipo y menos ahora que tenía a Erika.—Necesito dejarte algo en claro, Lilith. —El Alfa se puso de pie y clavó sus ojos grises en la Beta. —No quiero que lo que sucedió esta mañana se repita de nuevo, ¿está claro? Fuiste deliberadamente grosera frente a Erika y parece que has olvidado quién es ella y lo que representa. La cara de la loba se contrajo y la sangre en sus venas se hirvió de rabia. —Estás… estás poniéndola… ¿Estás defendiéndola? Malakay se cruzó de brazos. —¿Por qué no debería? Es mi compañera Lilith, le debes respeto. —No. Ella es una forastera. —Lilith se acercó a Malakay con los ojos llenos de agravios —¿Por qué no me elegiste a mí? Estoy segura de que sabes lo que siento por ti, Malakay, desde siempre he estado enamorada de ti. Yo… yo soy t
DESAFÍO A ERIKA. Malakay no dejaba de besar a Erika, sus labios se movían con urgencia y pasión. Los lobos sentían la tensión del momento, sus instintos resonando con la necesidad de la unión de sus líderes. Erika gimió, fue un sonido bajo y lleno de tormento emocional. Se estaba dejando llevar por la marea de sentimientos que la abrumaban. ―No te niegues a mí, ―susurró Malakay, mientras lamia la curva de su cuello. ―Yo… yo… ―balbuceó Erika, perdiendo su lucha contra la excitación que Malakay despertaba en ella. ―Sé que lo quieres, lo deseas. Puedo olerlo, Erika, ―continuó él, su voz era una caricia oscura contra su piel. ―Sí… ―susurró ella, finalmente cediendo al placer, ―lo quiero. Escuchar su admisión fue como una victoria para Malakay; su pecho se hinchó de orgullo y emoción. Se inclinó para capturar sus labios en un beso profundo y posesivo. ―Eres mía, Erika. Solo mía. ―Hmm… El Alfa se dejó llevar por sus emociones, la necesidad de ella lo consumía tanto que el lugar ya n
SOY LA LUNA.Malakay atravesó el patio del castillo con preocupación. Esperaba encontrar a Erika en un estado de vulnerabilidad, pero en lugar de eso, vio a una loba furiosa y preparada para atacar. —Erika… —llamó suavemente el Alfa, intentando calmar las aguas turbulentas del conflicto. Pero Erika estaba más allá del alcance de su voz, su enojo era una barrera sorda a cualquier llamado. —Erika… —¿Entiendes lo que dije… Lilith? — insistió Erika, el nombre de la Beta salió con desdén.Lilith, al escuchar su nombre, la Beta asintió con miedo fingido y se mostró lo más vulnerable que pudo: era su momento de actuar. Fue entonces cuando su padre se adelantó, con la voz llena de indignación.—¡Te exijo que sueltes a mi hija! ¡No tienes ningún derecho…!—Tengo el derecho a defenderme, — interrumpió Erika con firmeza, sin ceder un ápice. —Y su hija ha estado jodiéndome desde que llegué. ¿Qué espera? ¿Que me siente y vea cómo hace conmigo lo que quiera?El viejo lobo hinchó su pecho, listo pa