¡Holis! Mis amores he estado ausente porque mi servicio de internet es una caca, literal. Tambien estoy en proceso de mudanza y pues... estoy ajetreada y a eso le sumamos que el servicio eléctrico en mi país es un tormento. Sin embargo, logre subirles este. Tranquilas, les prometo mataron por los días en blanco. Ah, la historia de Zade y Luna, sera aquí mismo. Las amo, un beso.
SÍ, ESTOY CELOSA. Lorenzo se recargó relajadamente contra la puerta cerrada, sus ojos destellaban con una diversión que solo aumentaba la molestia en el rostro de Serafina. ―¿Qué fue todo eso, Fina? ―le preguntó con una mirada pícara. Serafina, aún molesta por la actitud coqueta del Alfa, respondió con acidez. ―¿Te molesta que haya hecho valer mi posición en este castillo? Me trajiste aquí, Lorenzo, y no pienso aguantarme por segunda vez que metas a otra. Las cejas del Alfa se fruncieron. ―Espera, ¿qué estás diciendo? ―Lo que escuchaste ―replicó ―No voy a permitir que metas a otra loba en este castillo, así que ve olvidándote de esa posibilidad, ¿entiendes? Sus ojos chispeaban de enojo. De repente, Lorenzo soltó una risotada. ―Serafina ― dijo con una sonrisa en los labios ―¿estás celosa? De repente, ella ya no quiso seguir conteniéndose y explotó. ―¡Sí! ―exclamó ―¡Sí, estoy celosa, m*****a sea! El pecho de la loba subía y bajaba con rapidez. Miró a Lorenzo con rabia conten
MI LINAJE ES PODEROSO. Al día siguiente, Serafina y Lorenzo bajaron juntos para desayunar, tomados de las manos. La cara del Alfa era sonriente y llena de satisfacción. Serafina también sonreía, pero en cuanto vio a Brenda sentada en la mesa, su sonrisa se esfumó. Lorenzo, al notar el cambio en ella, la tranquilizó. ―Mi amor, está aquí por el caso, ¿de acuerdo? Solo tienes que soportar hasta que se atrape a la bestia. Serafina torció los labios y suspiró. ―Entonces yo misma voy a ir a darle caza, cuanto antes se vaya, mejor. El alfa sonrió y besó sus labios. ―No tienes que sentir celos, tú eres mi reina, mi amor. ¿No te lo demostré anoche? Las mejillas de Serafina se sonrojaron al recordar todo lo que habían compartido, y efectivamente, Lorenzo había cumplido su palabra. ―Buenos días, señora ― interrumpió Hipólita la conversación. Serafina le dio una sonrisa al ama de llaves y dijo ―¿Alessio no ha despertado? ―No señora, el joven príncipe aún duerme. Me encargaré de llevarle e
LA LEALTAD DE UN HIJO. Alessio bajo las escaleras, aún adormilado, para encontrarse con una escena familiar que le arranca una sonrisa. La mesa está llena de desayuno, y su madre Serafina está ocupada sirviendo un poco de carne para su padre. El pequeño Lobo, con su cabello alborotado, corrió hacia su madre y le dio un tierno beso en la mejilla para luego abrazar a su padre con entusiasmo. Sin embargo, la sorpresa llegó cuando el niño se giró hacia Zade y Brenda, fijó su mirada seria en la loba y pronunció con inocencia. ―Mi papá solo puede ser de mi mami, así que mejor no intentes robárselo. Lorenzo y Serafina se sorprendieron por la actitud de su pequeño hijo, pero esta última apenas puede contener una risa disimulada ante la ocurrencia de su hijo. Lorenzo aclaró su garganta, intrigado, y le preguntó a Alessio por qué pensaba así. El pequeño, sin dudar, explicó. ―Mama se puso triste cuando se enteró de la presencia de esa loba. Luego, dirigió su mirada seria hacia Brenda y
QUIERO TU MARCA + 18 Ese día, Serafina llegó al invernadero a la hora acordada por Lorenzo. Cuando entró, lo que vio le arrancó un jadeo de los labios. Lorenzo estaba vestido nada más que con su túnica negra, detallada con toques dorados. La parte superior de su poderoso pecho quedaba al descubierto, mostrando su imponente figura, lo que provocó que Serafina se estremeciera, despertando la esencia de su loba. El Alfa avanzó hacia ella con la mirada de un depredador hambriento, y Serafina no pudo evitar ponerse nerviosa. Con cada paso, sus manos fueron al nudo de su bata y la abrió, revelándose completamente desnudo ante ella. Se detuvo unos pasos, mirándola fijamente, con sus ojos azules profundos y le dijo. ―Soy tuyo, Serafina Scuderi. Lo fui desde el momento que te vi ese día en el bosque. Y creo que nunca te lo había dicho, pero desde ese día supe que tú y yo estábamos conectados por el hilo rojo del destino. El corazón de Serafina latió a toda velocidad. Lorenzo dio un paso más
UN BESO BAJO EL ÁRBOL DE LUNA. Zade llevó a Brenda a dar un paseo por la manada, deteniéndose bajo un árbol de luna. El Beta la miró fijamente y le dedicó una sonrisa coqueta. ―Eres muy hermosa ―le dijo suavemente, provocando un sonrojo instantáneo en Brenda quien bajó la cabeza. Él alzó con suavidad su barbilla, tratando de sentir esa conexión que solo había experimentado una vez tantos años atrás. Casualmente, la chica de ese entonces tenía el mismo color de cabello, pero definitivamente no eran los mismos ojos. Zade secretamente ansiaba saber si esta loba podría llevarlo a ese nivel de conexión. Por otro lado, Brenda estaba nerviosa. Nunca había tenido muchos encuentros románticos con lobos tan atractivos; su única experiencia previa había terminado en tragedia. Intentó apartar los recuerdos tristes y respiró hondo antes de fijar sus dulces ojos en Zade. ―¿Siempre haces lo mismo con todas las chicas que te interesan? ―preguntó, sabiendo que él estaba coqueteando abiertamente.
EL PASADO DE BRANDON. En el lóbrego calabozo de la manada Fuego Oscuro, los gemidos de dolor del prisionero resonaban en las húmedas paredes, mientras las cadenas mordían su carne. Con desesperación, luchaba por pronunciar las palabras que se resistían a salir. Alfred, el lobo anciano que una vez fue el Beta del ya difunto Alfa, dijo con voz débil. ―¿Has enviado la nota? ― inquirió, su expresión reflejando la gravedad de la situación. ―Sí, viejo Alfred ―respondió el joven lobo, cuyos ojos transmitían una mezcla de determinación y aprehensión. ―Todo se ha hecho según tus indicaciones. El veterano lobo dejó escapar un suspiro cargado de esperanza contenida. Sus pensamientos se elevaban en súplica a la diosa, anhelando que el Alfa de la manada Shadow comprendiera la urgencia de la situación. Necesitaban que detuviera a la bestia cruel y hambrienta que se manifestaba en el cuerpo del asesino del antiguo Alfa. La mazmorra resonaba con un silencio inquietante, roto solo por los gemidos
MALAS DECISIONES. En el majestuoso estudio de la manada Shadow, Lorenzo, el Alfa, se sumergía en la investigación junto a Zade y Brenda. Documentos esparcidos por el escritorio revelaban los secretos que buscaban descifrar. La tensión flotaba en el aire cuando, de repente, llamaron a la puerta. Sin apartar la mirada de los pergaminos, Lorenzo dio la bienvenida sin levantar la vista. ―Adelante. Un lobo, enviado para investigar, entró con una expresión de preocupación que no pasó desapercibida para el Alfa. Lorenzo, frunciendo el ceño, se puso de pie y le indicó que cerrara la puerta tras de sí. La urgencia estaba impresa en el rostro del mensajero, y Lorenzo instó a que compartiera las noticias. ―Asumo que es bastante importante, tu cara habla por ti, Simón. ¿Qué sucede? Simón, el lobo mensajero, asintió con ansiedad y se acercó rápidamente al escritorio, depositando unos pergaminos ante la atenta mirada de Zade y Brenda. ―Lo es, Alfa, es muy importante. Zade y Brenda intercambia
ENEMIGO EN CASA. Las paredes húmedas de las mazmorras parecían cerrarse sobre ellos, el aire cargado de un silencio pesado, interrumpido solo por el eco de sus propias respiraciones. Serafina, con ojos inyectados de una determinación temblorosa, se acercó a la celda donde Brandon estaba encadenado, su figura imponente empequeñecida por la oscuridad del calabozo. ―Siento no poder corresponder a lo que sientes ―dijo Serafina, su voz, un susurro que luchaba por esconder un mar de emociones conflictivas ―Te valoro mucho, como amigo… y no puedo soportar verte así. Brandon, cuyos ojos ardían con una mezcla de dolor y furia, sintió cómo la bestia dentro de él se retorcía con cada palabra. ―¿Y qué hay de Lorenzo? ¿Acaso pretendes amar a la sombra que asesinó a tu padre? Con cada acusación, el corazón de Serafina se contraía un poco más. ―No ―negó con la cabeza, sus ojos suplicantes, buscando en los de Brandon alguna señal de entendimiento ―Lorenzo es incapaz de hacer algo así. Debe haber