EL GRAN PODER MÍSTICO.El aire del bosque estaba cargado de electricidad, Zade, con sus ojos inyectados en sangre y el pelaje erizado, corría con la urgencia de un corazón desgarrado. Su respiración era un rugido sordo, cada aliento, una mezcla de dolor y promesa.― ¡Luna! ―La llamada de Zade era un aullido desgarrador que se entrelazaba con el viento, llevando su desesperación a cada rincón del oscuro bosque.En el Templo de los Susurros, la lucha entre Luna y Ander se intensificó. Ander, con la agilidad de un depredador, lanzaba sus garras hacia Luna, pero la loba, sin embargo, se movía con la gracia de la desesperación, anticipando y esquivando, su cuerpo respondiendo con una velocidad sobrenatural que ni ella sabía que poseía.―Tu fuerza es inútil aquí ―siseó Ander, sus ojos brillando con malicia.Pero Luna no cedía.―No me importa el sacrificio, pero no dejaré que tengas éxito. ―respondió ella, su voz era un susurro cortante como el filo de una hoja.Mientras tanto, el campo de b
ALFA MALAKAY. Zade observaba, desesperado, mientras la vida de Lorenzo se desvanecía como la última luz del atardecer. En ese momento crítico, un grupo de figuras plateadas emergió entre los árboles: la manada Snow. Sus cabellos, como hilos de luna, tejían esperanza en la penumbra del bosque. El viejo Delta, con su porte digno y su mirada cargada de sabiduría, se acercó a Luna sin perder un segundo. —Señorita Luna, hemos escuchado el llamado de Malakay. Luna, con el alivio inundando su rostro, se fundió en un abrazo con el anciano. —Feyrus está muerto —susurró con voz quebrada. El viejo Delta escaneó los alrededores, su mirada aguda, buscando algo que no estaba allí. —¿Dónde está? —preguntó con una calma que contrastaba con la turbulencia del momento. —El bosque… —murmuró Luna—. El poder se lo ha llevado. El delta suspiró profundamente. —El gran poder místico no fue hecho para manos manchadas con sangre inocente. Y se defenderá, sin duda, cuando quien no sea digno intente recl
CELEBRACIÓN EN LA MANADA SNOW. La luna brillaba con un esplendor inusual aquella noche, la manada se había reunido en patio del castillo, el corazón palpitante de su territorio. Lorenzo, cuya salud había sido restaurada, se encontraba entre sus amigos, la gratitud se reflejaba en sus ojos azules. Sin embargo, Zade y Luna, eran los protagonistas de una historia de amor que ya se tejía en los hilos de la leyenda, compartían miradas que eran como susurros del alma. Sus emociones eran un libro abierto: la ternura y el amor que se mostraban eran tan palpables que incluso los más jóvenes cachorros podían sentir la calidez de su vínculo. La celebración daba inicio con competencias amistosas. Los más ágiles competían en carreras que eran un despliegue de velocidad y destreza, arrancando exclamaciones emocionadas de los espectadores. Los más fuertes demostraban su poder en juegos de lucha donde la fuerza se medía con respeto y amistad. Mientras tanto, los sabios de la manada relataban histor
PÍCNIC SECRETO. En un rincón secreto del bosque, donde los árboles susurraban historias antiguas y el cielo apenas se atrevía a mirar, Zade había preparado un refugio de ensueño. Llamas temblorosas danzaban entre los troncos, y los pétalos de flores tejían un tapiz de colores sobre el manto verde del suelo. Era un santuario de tranquilidad, una pausa en el tiempo creada solo para ellos dos. Luna llegó, guiada por la curiosidad y la dulce fragancia del jazmín que flotaba en el aire. Sus ojos se abrieron con asombro ante la visión del claro iluminado por la suave luz de las velas. ―Zade, es… es hermoso, ―dijo, su voz, un hilo de maravilla. Él le extendió la mano con una sonrisa que era un reflejo de su corazón. ―Para ti, Luna. Para nosotros. Se sentaron, rodeados por la intimidad del bosque, compartiendo una comida que era menos sobre los sabores en sus lenguas y más sobre las palabras que intercambiaban. Risas se mezclaban con el crujir de las hojas bajo ellos, y las conversaciones
EL PESO DE UN PASADO. Erika forcejeaba con el lobo sobre ella, pero por más que lo intentaba, el lobo no se detenía. Sus manos empujaban contra el fuerte cuerpo, sus dedos intentando encontrar un punto de palanca para liberarse, pero era como empujar una montaña. ― ¡Por favor, no lo hagas! ¡Déjame! ¡Te lo ruego! ―suplicaba Erika, su voz quebrada por el pánico y la desesperación. Las palabras se ahogaban en el aire espeso del terror que la envolvía. Pero el lobo sobre ella la presionaba con más fuerza, su peso, una sentencia ineludible. ―No te quejes, ―le espetó con desprecio. ―Eres una simple Omega, no vales nada y a nadie le interesas. Tu único propósito en esta vida es complacer a un Alfa. ― ¡Noooooo por favor, déjame… te lo suplico, te lo suplico! ―Las lágrimas de Erika se mezclaban con sus súplicas, cada palabra un puñal que intentaba perforar la indiferencia del lobo. ―No hay súplica que me detenga, ―gruñó él, impasible a su dolor. ―Puedo oler tu celo, Erika, y te deseo, y te
SIPNOSIS Erika, una Omega marginada por su manada, vive bajo el peso de cicatrices que cuentan historias de un pasado doloroso y un linaje menospreciado. Sin embargo, la revelación de que su verdadero padre es un Beta venerado de la poderosa manada Wintorp desmorona las verdades que había tomado por ciertas. Lanzada a un torbellino de intrigas y secretos ancestrales, Erika se encuentra en el centro de una alianza crucial cuando Malakay, el enigmático Alfa de la manada Snow, la reclama como su compañera. Con la promesa de un nuevo destino y la resistencia a los fantasmas del pasado, Erika debe navegar por un camino lleno de poder, lealtad y un amor inesperado que podría sellar o destruir el futuro de dos manadas. UNION ACORDADA ALFA CELOSO/DOMINANTE PASADO DOLOROSO SECRETOS/MENTIRAS ESCENAS SPICY
UNIÓN INMINENTE. ―Alfa, otro cachorro, murió, ―informó el sanador con voz temblorosa. Malakay cerró sus ojos por un momento, su pecho subía y bajaba al ritmo de su frustración contenida. ―Es el tercer cachorro que perdemos en el mes, ―dijo finalmente, con un gruñido bajo. ― ¿Tienen alguna respuesta? Tiene que haber una causa. Quizás las lobas están consumiendo algo que hace que los cachorros perezcan. El sanador negó con la cabeza, su expresión era un lienzo de tristeza y confusión. ―No, mi Alfa, no hay respuesta. Hemos revisado todo y las lobas embarazadas se alimentan bien. Tal vez sea un castigo de la Diosa. Malakay resopló. ―No me vengas con eso. ¿La Diosa? ¿Por qué nos castigaría? Tiene que haber una respuesta. ―Mi señor, ―empezó el Sanador cautelosamente, su mirada fija en el suelo antes de encontrar el valor para mirar a los ojos penetrantes de Malakay. ―Tal vez deberíamos mejorar nuestra genética. El Alfa entrecerró los ojos. ― ¿A qué te refieres? ―Bueno... es que so
LLÉVAME CONTIGO. La sala de la casa de Lilith estaba sumida en un caos de emociones tan tangibles como los restos de lo que había sido, hasta hace unos momentos, su refugio personal. La loba Beta, hija del anciano Petrus, respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba con violencia, mientras sus ojos destellaban con la furia de una tormenta. Con un gruñido gutural, lanzó otro objeto contra la pared, donde se hizo añicos, uniéndose al montón de vidrios que ya cubrían el suelo. ― ¡Nunca! ¡Jamás aceptaré a esa forastera como Luna de nuestra manada! ―vociferó, sus palabras cortando el aire como cuchillas. Petrus, su padre, se mantenía en el umbral de la puerta, observando la escena con una serenidad que contrastaba con la tempestad interna de su hija. ―Lilith, —dijo con voz pausada, ―debes pensar con cabeza fría. No todo está perdido. La loba se giró hacia él, sus ojos aun brillando con un fuego indomable. ― ¿Cabeza fría? ¿Hablas en serio? ¿Cómo esperas que me mantenga tranquila c