¡Hielo, por favor!
DULCES REVELACIONES.El suave roce de la toalla envolvió a Serafina mientras Lorenzo la llevaba en brazos hacia la cama. En ese trayecto, la fragilidad de su cuerpo contrastaba con la fortaleza que emanaba de su compañero. La mirada de Serafina se perdía en la profundidad del rostro de su alfa, como si buscara respuestas a preguntas que no se atrevía a formular.Lorenzo la depositó con cuidado en la cama, pero sus ojos seguían fijos en ella. La habitación, antes llena de sombras, parecía iluminarse con la presencia de ambos. El latir emocionado de su corazón resonaba en sus oídos, marcando un ritmo que reflejaba la mezcla de esperanza y temor que se agitaba en su interior.A medida que Lorenzo se acomodaba a su lado, Serafina no podía apartar la vista de su rostro, como si cada rasgo fuera una promesa de un futuro mejor. La mano de Lorenzo encontró la piel de sus brazos, trazando suaves líneas de consuelo. Sus labios, con suavidad, rozaron el lóbulo de su oreja, enviando escalofríos a
DEJAR IR EL PASADO. Lorenzo salió de la habitación con paso firme pero pesado, las preocupaciones marcadas en su rostro. Bajó al estudio, cerró la puerta y se encontró con su beta, Zade, quien estaba visiblemente nervioso. ―Más te vale que sean buenas noticias, Zade. ―dijo frunciendo el ceño ― Acabas de interrumpir un momento importante con mi mujer. El beta tragó saliva. ―Lo siento, Alfa. No era mi intención molestarte. El Alfa suspiro y camino hacia el escritorio cerrándose la bata, parte de su torso podía apreciarse por la abertura de la misma. Tomo asiento detrás y fijo su mirada en Zade, instándolo a hablar. ―¿Y bien? ¿Qué ha descubierto? Zade titubeó antes de responder. ―Lo siento, Alfa, pero no encontré nada sobre Brandon. Las manadas cercanas y la manada Sol niegan conocer a un lobo con ese nombre. La expresión en el rostro de Lorenzo se tornó grave, con una mezcla de frustración y resignación. ―¿Estás seguro? ―Sí, mi Alfa. Parece que se lo hubiera tragado la tierra
ENTRE SOMBRAS. —Recuerda hacer bien tu papel, Lobo. Tu recompensa dependerá de ello —dijo Samuel, entregándole unas cuantas monedas de oro. El lobo asintió, apretando las monedas en su mano, pero Samuel sostuvo firmemente su brazo. —Más te vale no fallar —advirtió con un tono amenazante. El lobo asintió nuevamente y se marchó. Samuel observó fijamente su anillo, sintiendo el poder que emana de él. —Lorenzo ya tiene sus días contados —murmuró para sí mismo, con una mueca maliciosa. En ese momento, su padre, Santino, se acercó a él, mirándolo con orgullo. —¿Cómo ha salido todo? —preguntó. —El lobo cumplirá su papel. Después me encargaré de él —respondió Samuel con una sonrisa siniestra. Santino sonrió y aprobó la decisión de su hijo. —Eres muy inteligente, Samuel. Una vez logremos separar a Lorenzo y Serafina, será nuestro turno de actuar con Vivían. Samuel recordó el intento de escape de Serafina en la cabaña y frunció el ceño. —¿No ha abierto la boca? —preguntó con cautela
CENA A LA LUZ DE LA LUNA. En la oscura morada de Vivían, la omega, su sombría aliada, llegó con revelaciones interesantes. ―Mi señora, el Alfa, ha ordenado preparar una cena romántica para Serafina ― susurro con malévola complicidad. Los ojos de Vivían se volvieron hostiles, cargados de un odio profundo hacia Serafina. ―¡¿Una cena?!― preguntó con una voz fría que cortó el aire. La omega asintió con determinación, y lo que dijo desencadenó la furia contenida de Vivian. ―Sí, y no solo eso, mi señora. También ha ordenado no ser molestado. La cara de Vivían se desfiguró de la rabia. ―¡Maldita zorra! ―exclamo, apretando las manos con tanta fuerza que sus garras se clavaron en su carne ―Resultaste más astuta de lo que pensé. Pero no vas a vencerme, tú no seas quien se interponga en mis planes. En un destello, una idea diabólica brilló en su mente y una sonrisa malévola se dibujó en sus labios. Dirigiéndose a la omega, le ordenó con una intensidad palpable. ―Necesito tu ayuda en cie
CENA A LA LUZ DE LA LUNA (II) Lorenzo y Serafina estaban sentados en la mesa, disfrutando de una cena romántica a la luz de las velas. El Alfa había preparado todo para su amada, y ella no podía dejar de agradecerle. Lorenzo estaba feliz de ver a Serafina sonreír, y se prometió a sí mismo hacer todo lo posible para mantener esa sonrisa en su rostro. ―Fina… te quiero de verdad. ―confeso mirándola a los ojos ― Te amo con todo mi corazón y deseo un futuro contigo. Quiero tener al menos diez cachorros contigo ― dijo Lorenzo con una sonrisa. Serafina se atragantó con la bebida. ―¿Diez cachorros? ―Sí. Quiero que tengamos una gran familia. ―el Alfa acarició suavemente su mejilla ―Quiero que nuestro castillo esté lleno de nuestros hijos, verlos corriendo por allí, verlos crecer juntos. Sé que… ―bajo la mirada ―Se que, al principio, fui cruel y despiadado contigo. Y te pido perdón, ahora sé que no quería aceptar mis sentimientos. Me enamoré de ti cuando te vi, Fina y he estado celoso todo
LAZOS INESPERADOS.Lorenzo, después de meditarlo detenidamente, tomó la decisión de ayudar al joven lobo herido por Ragnar. Con cuidado, lo llevó a la manada, donde las sanadoras estaban preparadas para atenderlo. Entre ellas se encontraba Mariana, una joven y talentosa sanadora que destacaba por su dedicación y empatía hacia los heridos.Mariana se encontraba en su pequeña cabaña, rodeada de hierbas y plantas medicinales que había recolectado a lo largo del tiempo. La sanadora se encontraba concentrada en curar al lobo herido por Ragnar. Mientras sus hábiles manos trabajaban en las heridas del lobo, una extraña agitación invadió su ser. La loba interior de Mariana se movió inquieta, como despertando de un largo letargo.Al mirar sus ojos, algo en su interior resonó, como si hubiera encontrado a alguien que había estado buscando toda su vida. Cauta, pero decidida, Mariana siguió curando al lobo, y cada movimiento para sanar sus heridas parecía tejer un lazo invisible entre ellos.«¿Qu
DESAFIO EN EL CONSEJO.El salón del consejo resonaba con la tensión mientras Lorenzo enfrentaba la mirada acusadora de los ancianos. La decisión de permitir que el lobo herido, Taric, se quedara en la manada había provocado la desaprobación del consejo.―Lorenzo, ¿cómo te atreves a aceptar a un lobo desconocido en nuestra manada? ―dijo un lobo de casi 500 años. ―¿No te das cuenta del peligro al que nos expones?Sin embargo, Lorenzo no iba a dejar que un círculo de lobos se entrometiera en su vida y sus decisiones.―Soy el Alfa ―respondió a la vez que sus cejas se apretaban ―Y mis decisiones no requieren la aprobación del consejo.La habitación temblaba con la hostilidad mientras Ignar, uno de los ancianos más antiguos, sostenía la mirada desafiante de Lorenzo.―He oído rumores de que este lobo es la pareja de Mariana ―sonrió sarcástico ― ¿Aceptaste solo para complacer a Serafina?Las manos de Lorenzo se apretaron en puños, y sus ojos destellaron con furia ante la injerencia en su vida
CHISMES EN EL CASTILLO.Serafina atravesaba el área de la cocina del castillo con la gracia característica de una loba alfa cuando se vio envuelta en la sombría conversación de dos Omegas. Entre susurros cuidadosamente planeados, la Omega informante de Vivían, al darse cuenta de la proximidad de Serafina, decidió deliberadamente soltar la bomba. ―¿Has escuchado los rumores? ―dijo fingiendo no saber que Serafina estaba cerca.Su compañera Omega frunció las cejas y negó levemente.―No. ¿Qué rumores?La Omega se acercó y dijo un poco alto, quería asegurarse de que Serafina escuchara.― Dicen que el Alfa pasa casi todas las noches en la casa de Vivían. ―se rió por lo bajo ― Y se rumora que pronto, la nombrará su luna.La otra Omega abrió los ojos de par en par.―Tienes que estar bromeando, si el Alfa y…― El Alfa no está enamorado de Serafina, él solo está siguiendo las órdenes del consejo. ―dijo interrumpiéndola.―¿Qué? Eso no puede ser verdad. El Alfa siempre ha parecido tan enamorado