Jajajaj, este Lorenzo.
SOY UN BELLANTI. La luz del atardecer bañaba la manada Sol con tonos dorados y rosados, un espectáculo que normalmente hubiera arrancado suspiros de sus miembros. Pero para Lorenzo y Serafina, todo lo que importaba era el pequeño Alessio, que se había detenido al pie de la gran escalera que conducía a la casa principal. Sus ojos, tan parecidos a los de su padre, brillaban con una mezcla de sorpresa y emoción al ver a sus padres juntos. Con un grito alegre, el niño comenzó a correr hacia ellos, sus pequeñas piernas llevándolo tan rápido como podía. Lorenzo se arrodilló, extendiendo los brazos hacia su hijo, y cuando Alessio se lanzó en ellos, lo rodeó con fuerza, cerrando los ojos mientras se sumergía en la sensación de tener a su hijo en sus brazos una vez más. Alessio, con la inocencia de su corta edad, rodeó el cuello de su padre con sus pequeños brazos y susurró “papá”, una palabra tan simple, pero cargada de un amor y una añoranza que Lorenzo sintió resonar hasta lo más profundo
UN CONSEJO INSATISFECHO. En la sala del consejo de ancianos, la tensión flotaba en el aire. Las miradas acusatorias se dirigieron hacia Lorenzo, quien permanecía con la cabeza en alto. El líder del consejo, un anciano de cabellos plateados llamado Gedeón, habló con voz grave. ―¿Cómo pudiste permitir que Serafina regresara con nosotros, Lorenzo? ¡Ragnar atacó gracias a ella! Lorenzo, con la mandíbula tensa, clavo en una mirada desafiante. ―Ella es mi Luna y mi mujer. ¿Qué parte no les ha quedado claro? ―¡Es una traidora! ―exploto Ignar con los ojos cargados de ira. El Alfa le dio una sonrisa, sus ojos destilando determinación. ―Cuida tus malditas palabras, Ignar ―Lorenzo, camino amenazante ―Sabes que me importa muy poco que seas miembro del consejo. Nadie, escucha bien, nadie tiene permitido ofender a mi Luna. Y mucho menos tú. ―¿Qué estás queriendo decir? ―¿No lo sabes? No soy tan estúpido como para no darme cuenta de que siempre has estado del lado de Samuel y Santino ―señalo
UN DÍA DE PADRE E HIJO. El sol acariciaba el claro del bosque cuando Lorenzo y Alessio se dirigieron hacia el lugar donde se llevarían a cabo las sesiones de entrenamiento. Esa mañana había entrado en su estudio exigiendo que cumpliera su promesa y él estaba más que feliz de cumplirla. Aunque la expectación y la emoción flotaban en el aire, también se percibía una ternura palpable entre padre e hijo, una conexión que había estado latente durante demasiado tiempo. Lorenzo observó a Alessio con ojos llenos de orgullo y, al mismo tiempo, una suave melancolía. El Alfa se propuso no solo enseñarle las habilidades de un lobo, sino también compartir algo más profundo: recuperar el tiempo perdido con su hijo. El claro estaba lleno de un silencio sosegado cuando Lorenzo habló, su voz llevaba consigo la resonancia de la determinación y la añoranza. ―Hoy, Alessio, no solo te mostraré las habilidades de un lobo, sino que quiero que entiendas lo que significa para mí estar aquí, contigo. ―miro
UNA BESTIA HAMBRIENTA.Las cadenas crujían con un lamento metálico, resonando a través de las mazmorras mientras Brandon luchaba contra su confinamiento. La piedra fría de la pared era implacable contra su espalda, un recordatorio constante de su encierro. La bestia dentro de él no era más que una sombra de su poder anterior, hambrienta y furiosa, cada rugido era un estallido de ira impotente.―¡Hambre! ―gruñó la bestia en el abismo de su mente, su voz, un gruñido gutural que rebotaba contra las paredes de su prisión interna. ―¡Quiero sangre!Brandon sintió cómo los colmillos imaginarios de la bestia mordían el aire, la desesperación por alimentarse, por destrozar las cadenas y carne a partes iguales.―Silencio ― siseó él, su voz, un hilo de serenidad en la tormenta ―La rabia ciega no nos liberará.La bestia se revolvió dentro de él, sacudiendo las cadenas con una ferocidad que amenazaba con desgarrar su cordura.―¡No necesito serenidad! ¡Necesito desgarrar, destrozar, devorar!―Y de
UNA ALIADA EN LA INVESTIGACIÓN. Serafina abrió la boca y dejó que la lengua de Lorenzo se encontrará con la suya. Esta vez no había urgencia en su beso, fue un beso perezoso y ella se dejó llevar. En un movimiento involuntario se subió a su regazo abriéndose para él. Lo beso y al mismo tiempo movió sus caderas lentamente. Las manos del Alfa no se mantuvieron quietas, recorrieron su espalda hasta subir a su nuca, donde enterró los dedos en su cabello y profundizó el beso. ―Te amo… ―susurro apartándose un segundo, antes de besarla de nuevo. El beso se volvió violento, posesivo, lujurioso. ―Pídeme que te haga el amor, Fina ―Lorenzo dijo entre besos ―Me estoy muriendo por ti. Ella apenas podía hablar con la respiración agitada. ―Yo… ―Ruégame, Serafina. ―¿Por… por qué? ―Porque prometí que no te haría el amor sin tu consentimiento ―la besó de nuevo y mordió ligeramente su labio ―Y te necesito… Serafina volvió a apoderarse de sus labios con avidez y jugo con su lengua de la misma m
SOY SU MUJER. Lorenzo, en su gran sala del castillo, observó con sorpresa la loba que caminaba hacia él con paso seguro. Su cabello plateado y ojos alerta no pasaron desapercibidos para el Alfa. Se acercó, curioso pero cauteloso. ―Bienvenida a mi castillo. No esperaba la visita de una loba tan distinguida ―dijo Lorenzo, evaluando la situación. Brenda le dirigió una mirada penetrante, sus ojos mostrando determinación. ―Gracias, Alfa Lorenzo. ―dijo la joven loba dándole una sonrisa amplia y mirándolo con un brillo particular en sus ojos ―Soy Brenda, una agente enviada por el consejo de Alfas para investigar las recientes muertes de lobos en la región. Mi misión es colaborar contigo para resolver este asunto. Lorenzo frunció el ceño, claramente confundido por la noticia. ―¿El consejo de Alfas? No me habían informado sobre esto. Brenda asintió con seriedad. ―Los asesinatos de lobos han suscitado preocupación en el consejo. Así que decidieron enviar a un agente para colaborar contig
SÍ, ESTOY CELOSA. Lorenzo se recargó relajadamente contra la puerta cerrada, sus ojos destellaban con una diversión que solo aumentaba la molestia en el rostro de Serafina. ―¿Qué fue todo eso, Fina? ―le preguntó con una mirada pícara. Serafina, aún molesta por la actitud coqueta del Alfa, respondió con acidez. ―¿Te molesta que haya hecho valer mi posición en este castillo? Me trajiste aquí, Lorenzo, y no pienso aguantarme por segunda vez que metas a otra. Las cejas del Alfa se fruncieron. ―Espera, ¿qué estás diciendo? ―Lo que escuchaste ―replicó ―No voy a permitir que metas a otra loba en este castillo, así que ve olvidándote de esa posibilidad, ¿entiendes? Sus ojos chispeaban de enojo. De repente, Lorenzo soltó una risotada. ―Serafina ― dijo con una sonrisa en los labios ―¿estás celosa? De repente, ella ya no quiso seguir conteniéndose y explotó. ―¡Sí! ―exclamó ―¡Sí, estoy celosa, m*****a sea! El pecho de la loba subía y bajaba con rapidez. Miró a Lorenzo con rabia conten
MI LINAJE ES PODEROSO. Al día siguiente, Serafina y Lorenzo bajaron juntos para desayunar, tomados de las manos. La cara del Alfa era sonriente y llena de satisfacción. Serafina también sonreía, pero en cuanto vio a Brenda sentada en la mesa, su sonrisa se esfumó. Lorenzo, al notar el cambio en ella, la tranquilizó. ―Mi amor, está aquí por el caso, ¿de acuerdo? Solo tienes que soportar hasta que se atrape a la bestia. Serafina torció los labios y suspiró. ―Entonces yo misma voy a ir a darle caza, cuanto antes se vaya, mejor. El alfa sonrió y besó sus labios. ―No tienes que sentir celos, tú eres mi reina, mi amor. ¿No te lo demostré anoche? Las mejillas de Serafina se sonrojaron al recordar todo lo que habían compartido, y efectivamente, Lorenzo había cumplido su palabra. ―Buenos días, señora ― interrumpió Hipólita la conversación. Serafina le dio una sonrisa al ama de llaves y dijo ―¿Alessio no ha despertado? ―No señora, el joven príncipe aún duerme. Me encargaré de llevarle e