¿CREER O NO CREER? La mañana estaba impregnada de promesas y besos dulces cuando Lorenzo se despidió de Serafina. La luz del sol acariciaba sus rostros mientras él le aseguraba que estaría con ella tan pronto terminara de supervisar las obras en el pueblo. Serafina le regaló una sonrisa llena de amor y lo besó dulcemente, incapaz de contener el torrente de emociones que sentía por su Alfa. Cuando Lorenzo se alejó, la chispa de una idea encendió su corazón: sorprenderlo llevándole su plato favorito al pueblo. Con la ayuda de Hipólita, Serafina preparó con esmero la comida, cada ingrediente impregnado con su amor por Lorenzo. Emocionada, se encaminó hacia el pueblo, con la esperanza de ver la felicidad en los ojos de su amado alfa al recibir su regalo. Mientras tanto, en el pueblo, Lorenzo se encontraba reunido con una familia de lobos pardos. De repente, la omega cómplice de Vivían se acercó con urgencia, fingiendo nerviosismo. ―¡Mi Alfa! Perdona la interrupción, pero la señorita Vi
QUIERO QUE SE VAYA ―¡Lorenzo! ―Serafina dejó escapar un grito desgarrador. El sonido del nombre de Lorenzo interrumpió la cercanía íntima entre él y Vivían. El alfa, sorprendido, apartó con brusquedad a Vivían, sus ojos se encontraron con los de Serafina, leyendo el dolor en su mirada. ―Serafina… Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta al ver el dolor reflejado en los ojos de su compañera. Pero ella retrocedió, tratando de alejarse del lugar. ―¡Se… Serafina! ¡espera! ―el Alfa fue tras ella y agarró su brazo ―Mi amor… no es lo que crees, déjame explicarte… Serafina se giró con sus ojos llenos de decepción y furia, miró a Lorenzo con deseos de romperle la cara a cachetadas. Sin embargo, se contuvo. ―¿Explicarme? ―pregunto burlona ―Explicarme ¿Qué? ―Mi amor… Pero justo cuando iba a explicarse, Vivían lo abrazó por detrás y le dio una sonrisa burlona a Serafina. La ira fluyo dentro de la loba, quien dio un paso amenazador hacia ella. ―Suelta a mi hombre ―gruño, sus ojos
¿REALMENTE ME AMAS? Lorenzo clavó sus ojos en Vivían, la intensidad de su mirada cargada de rabia y decepción. ―¿Pretendes que te crea? ¿Quieres que crea que Serafina estaba confabulada con mi padre? La reacción de Lorenzo tomó por sorpresa a Vivían, ella, sin embargo, mantuvo la calma, de alguna manera u otra el daño ya estaba hecho. ―Se que no vas a creerme porque ahora tienes sentimientos por ella. ―murmuro ―Pero te juro que estoy diciendo la verdad. Serafina… ―¡No te atrevas a decir nada, Vivían! ―le dijo en tono amenazante ―No empeores tu situación. ―Lorenzo… tienes que creerme, ella… ―Mi decisión está tomada, te irás de la manada. ―se giró para irse, pero Vivían lo agarró del brazo impulsivamente ―¡Suéltame! Cuando la apartó empujó demasiado fuerte, haciendo que ella cayera al suelo con fuerza. La Omega lo miro desde el suelo con los ojos rojos y llenos de lágrimas. Pero por primera vez, esto no conmovió al Alfa, su mente estaba más preocupada por ir con Serafina, que por
LA ELEGISTE A ELLA. El amanecer bañaba la habitación con su luz cuando Serafina abrió los ojos. La ausencia de Lorenzo junto a ella era un vacío frío y palpable. Se incorporó, con el corazón apretado por un mal presentimiento. En ese momento, Hipólita, con su habitual puntualidad, entró con una bandeja de desayuno, pero el aroma del tocino no podía ocultar la tensión en su rostro. ―Buenos días, señora. ―dijo el ama de llaves con una sonrisa. Sonrisa que Serafina no correspondió. —¿Lorenzo volvió anoche? —preguntó Serafina, intentando mantener la voz firme. Hipólita vaciló, sus ojos revelando más que sus palabras. —No, señorita. El Alfa… ― Pasó la noche en la cabaña de Vivían. ―termino Serafina por ella. Cuando vio que el ama de llaves no refutaba el mundo de Serafina se tambaleó, las paredes de la habitación parecían cerrarse sobre ella. Cada palabra no pronunciada de Hipólita era un golpe que confirmaba sus peores temores: Lorenzo aún estaba enamorado de Vivían. —Mi señora, de
QUIERO ABANDONARTE. La tensión en el castillo se espesaba con cada palabra pronunciada en aquella acalorada discusión. Serafina, con la mirada chispeante de determinación, desafió a Lorenzo con una declaración audaz. ―¡Voy a abandonarte, Lorenzo! ¡El contrato ya no me importa! ¡El plazo ha expirado y tengo todo el derecho de irme! Su declaración, activo todas las alarmas en el Alfa, quien de inmediato se apresuró hacia ella, con sus ojos envueltos en una ira que amenazaba con desatarse. ―¿De qué m****a estás hablando? ¿Como que irte? La furia en los ojos de Lorenzo ardía como un fuego descontrolado. ―Lo que escuchaste, nuestro contrato se acabó, soy libre y no pienso seguir quedándome un segundo más en este lugar. Únicamente te estoy comunicando, porque mi decisión está tomada. De repente, Lorenzo sujetó el brazo de Serafina con demasiada fuerza. ―Escúchame, bien, tú no vas a ir a ninguna parte, ¿entiendes? ―gruño con la mandíbula tensa. Serafina forcejeó con él y trató de lib
ENEMIGO OCULTO. El tintineo metálico de la horquilla del cabello resonaba en la puerta cerrada mientras Serafina intentaba desesperadamente abrirla. De repente, él mareó, y las náuseas la asaltaron como una ola violenta. Corrió hacia el baño y vomitó, sintiendo que su mundo se tambaleaba. Cuando finalmente terminó, la sospecha se apoderó de ella. «¿Podría estar embarazada? No. Por favor, Diosa, no me hagas esto… ahora no» ―Un embarazo solo retrasaría mis planes y si Lorenzo lo sabe, entonces… menos dejara que me vaya. ―se llevó una mano al vientre y cerró los ojos ―Perdoname bebe, si estás ahí, no es que mamá no te desee, es solo que… llegas en el momento menos indicado. De repente, sintió abrirse la puerta y su corazón casi se le sale del pecho, se apresuró a salir y cerrar la puerta del baño detrás de ella. Pudo respirar cuando vio que no era Lorenzo, sino Hipólita. ―Mi señora, traje su cena. El Alfa ordenó que preparara tu cena favorita. ―Puedes llevártelo, Hipólita. No tengo
ATRACCIÓN INEXPLICABLE.Zade empujó la puerta de la taberna con un gruñido bajo, apenas perceptible. La madera vieja gimió en respuesta, como si reconociera la presencia de un depredador. Avanzó con paso seguro hacia el mostrador, donde el tabernero lo saludó con una mezcla de respeto y cautela.―Una copa de hidromiel ― pidió, su voz era un murmullo grave que resonaba en el silencio que se había formado a su alrededor.El tabernero asintió, vertiendo la bebida dorada en una copa con manos temblorosas. Zade tomó el vaso y lo vació de un trago, sintiendo cómo el líquido dulce y fuerte le recorría la garganta, quemando y reconfortando al mismo tiempo.Había sido enviado por Lorenzo, su Alfa, a buscar información sobre Vivían, así que decidió empezar por allí, cuando el padre de Lorenzo exilio a la Omega, se corrió el rumor de que ella había sido enviada a uno de los pueblos de las manadas del este. Sin embargo, volver a ese lugar traía demasiados malos recuerdos al Beta, estar allí desent
UN PACTO. Serafína se retorcía en la cama, el estómago vacío emitía un ruego sordo, un ronroneo de hambre que resonaba en la soledad de su habitación. Había sido un día de orgullo y terquedad, al negarse a aceptar la comida que le recordaba su cautiverio. Pero ahora, mientras la luna ascendía, comenzaba a lamentar su decisión. De repente, un golpeteo suave interrumpió sus cavilaciones. Era inusual; desde que Lorenzo la hiciera cautiva en su habitación, las puertas se abrían sin ceremonias, sin anuncios previos. ―¿Quién es? ―preguntó, su voz un susurro desconfiado. ―Soy… yo… ―llegó la respuesta temblorosa desde el otro lado de la puerta. Serafína se puso de pie, con pasos cautelosos se acercó a la puerta. Había reconocido la voz de la Omega que le había dicho que Lorenzo y Vivían eran amantes. No entendía que podría querer con ella. ―¿Qué haces aquí? ―cuestionó, la sorpresa tejiendo una arruga en su frente. La Omega miró a su alrededor antes de responder, su voz apenas audible.