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ATRACCIÓN INEXPLICABLE.Zade empujó la puerta de la taberna con un gruñido bajo, apenas perceptible. La madera vieja gimió en respuesta, como si reconociera la presencia de un depredador. Avanzó con paso seguro hacia el mostrador, donde el tabernero lo saludó con una mezcla de respeto y cautela.―Una copa de hidromiel ― pidió, su voz era un murmullo grave que resonaba en el silencio que se había formado a su alrededor.El tabernero asintió, vertiendo la bebida dorada en una copa con manos temblorosas. Zade tomó el vaso y lo vació de un trago, sintiendo cómo el líquido dulce y fuerte le recorría la garganta, quemando y reconfortando al mismo tiempo.Había sido enviado por Lorenzo, su Alfa, a buscar información sobre Vivían, así que decidió empezar por allí, cuando el padre de Lorenzo exilio a la Omega, se corrió el rumor de que ella había sido enviada a uno de los pueblos de las manadas del este. Sin embargo, volver a ese lugar traía demasiados malos recuerdos al Beta, estar allí desent
UN PACTO. Serafína se retorcía en la cama, el estómago vacío emitía un ruego sordo, un ronroneo de hambre que resonaba en la soledad de su habitación. Había sido un día de orgullo y terquedad, al negarse a aceptar la comida que le recordaba su cautiverio. Pero ahora, mientras la luna ascendía, comenzaba a lamentar su decisión. De repente, un golpeteo suave interrumpió sus cavilaciones. Era inusual; desde que Lorenzo la hiciera cautiva en su habitación, las puertas se abrían sin ceremonias, sin anuncios previos. ―¿Quién es? ―preguntó, su voz un susurro desconfiado. ―Soy… yo… ―llegó la respuesta temblorosa desde el otro lado de la puerta. Serafína se puso de pie, con pasos cautelosos se acercó a la puerta. Había reconocido la voz de la Omega que le había dicho que Lorenzo y Vivían eran amantes. No entendía que podría querer con ella. ―¿Qué haces aquí? ―cuestionó, la sorpresa tejiendo una arruga en su frente. La Omega miró a su alrededor antes de responder, su voz apenas audible.
ASEDIO Y MUERTE. ―Lárgate. ―dijo con un profundo desdén ―Puede que este sea tu castillo y que me tengas prisionera en contra de mi voluntad. Pero al menos aquí yo decido quién entra y quién no. Así que vete, ver tu cara me enferma. Sus palabras fueron una puñalada directa a su pecho. Sin embargo, Lorenzo se mantuvo en calma, no era momento para debilidades, su único objetivo era proteger a Serafina. ―Levántate, tenemos que irnos. ―¿Irme? ¿A dónde? ―ella se cruzó de brazos y dijo con aspereza ―La única parte a la que iré, es a los límites del territorio, para que pueda ser libre y alejarme lo más posible de ti. Las sienes de Lorenzo palpitaban, Serafina era la mujer más exasperante que había conocido. Pero la amaba así, y esperaba que con el tiempo ella pudiera aceptarlo a él. Dio un paso adelante e intento sujetar su brazo. ―No es momento para tonterías, debo llevarte a un lugar seguro. Ragnar… ―¡No me toques! ―ella apartó su mano con brusquedad ― Me causas repulsión Lorenzo, ¡
ASEDIO Y MUERTE (II) El estruendo de la batalla se filtraba a través de los túneles, una cacofonía de aullidos y gruñidos que marcaban el ritmo del destino de la manada. Lorenzo, con su corazón atrapado entre el deber y el amor, emergió de las sombras subterráneas. Sus pasos eran seguidos por una transformación brutal; su humanidad se desprendía como un caparazón roto, mientras su forma de lobo tomaba el mando, poderosa y despiadada. Se lanzó hacia la contienda, una bestia imparable en la lucha por la liberación de su manada del control de Ragnar. En la distancia, el pensamiento de Serafina lo perseguía, un susurro constante en su mente. «Está segura» se repetía «Y pronto comenzaremos de nuevo» Pero las palabras eran un consuelo frágil frente a la tormenta de violencia que lo rodeaba. Mientras tanto, en la habitación solitaria, Serafina caminaba agitada, atrapada en una encrucijada de emociones y decisiones. ―Debería esperar, Lorenzo volverá por mí… Pero, ¿y si esta es mi única o
ENEMIGO EN CASA. El aire dentro de los muros del castillo Dark Shadow estaba impregnado de desesperación y acero. La batalla, lejos de disminuir, se había intensificado hasta convertirse en un torbellino de muerte y venganza. Lorenzo, el Alfa de la manada, se movía con una determinación implacable, su mirada buscando a Ragnar, el emblema viviente del terror que buscaba erradicar. El Alfa observaba cómo sus guerreros caían uno tras otro, su fuerza menguante ante la implacable marea enemiga. Pero entonces, entre el tumulto y la carnicería, vio a Taric luchando con una ferocidad que avivó una chispa de esperanza en su corazón. La habilidad del joven lobo en la batalla era indiscutible, y por un momento, Lorenzo creyó que la marea podía cambiar. ―¡Taric! ―exclamo con orgullo ― ¡Lucha con honor, lucha por tu manada! Pero esa chispa se extinguió tan rápido como había nacido cuando Taric giró sobre sus talones, sus colmillos destellando no contra un enemigo, sino contra uno de los suyos.
EL AULLIDO DEL LOBO. El patio, una vez un lugar de reunión y festividades, ahora era una galería de horrores que Lorenzo, el Alfa de la manada Dark Shadow, abandonaba con el corazón apesadumbrado. Su caminar era rápido, casi frenético, como si intentara escapar de las imágenes de muerte que lo perseguían con cada paso. La sangre de los suyos empapaba la tierra, un recordatorio cruel de la traición y el conflicto. Pero era la visión de Mariana, tan quieta y pálida, lo que más lo atormentaba; su muerte era un golpe despiadado a su alma. Impulsado por un nerviosismo que le roía las entrañas, Lorenzo aceleró el paso. Los recuerdos de cuerpos mutilados se entremezclaban con la necesidad visceral de ver a Serafina, la única capaz de traer paz a su espíritu atormentado. Sin embargo, en el tumulto de sus emociones, no se dio cuenta de que había empezado a correr, a correr hacia ella, hacia su refugio. El patio quedó atrás y el mundo pareció reducirse a la distancia entre él y Serafina. Pero
LA OSCURIDAD DEL DOLOR Y LA VENGANZA. Vivían, fue arrastrada por los guardias del castillo a las siniestras mazmorras. El corazón latía desbocado en su pecho mientras el miedo se apoderaba de ella. Lorenzo, la esperaba allí, dispuesto a someterla a un interrogatorio cruel y despiadado. La Omega, cómplice de Vivían, también fue llevada a las mazmorras y atada a un potro, donde sus miembros serían estirados hasta límites insoportables. El dolor se apoderaba de Vivían mientras las cuerdas y poleas tiraban de su cuerpo, causando una agonía inimaginable. Lorenzo, con ojos llenos de furia y venganza, se acercó a ella lentamente. ―¿Qué es lo que ocultas, Vivían? ―pregunto amenazante ― ¿Cuál es tu relación con Samuel y Santino? ¡¿Cuál es tu relación con ellos?! Pero Vivían, a pesar del tormento al que era sometida, se negó a ceder. ―Nunca te diré nada. ―dijo determinada ― No importa cuánto me tortures, no voy a decirte nada. Fue en ese momento que Lorenzo vio finalmente el rostro de la m
ECOS DEL CORAZÓN. SIETE AÑOS DESPUÉS… La luna colgaba alta en el cielo, un faro pálido que iluminaba el bosque con un brillo etéreo. Serafina corría entre los árboles, sus pies descalzos apenas rozando el musgo húmedo y las hojas caídas. Su corazón martilleaba contra su pecho, cada latido resonando con la urgencia de su huida. El castillo de Lorenzo, una vez su santuario de amor, ahora era una prisión de recuerdos y dolor, que desaparecía en la oscuridad detrás de ella. El aire frío quemaba sus pulmones, pero ella no se permitía disminuir la velocidad. La libertad estaba cerca, podía sentirlo; la frontera de la manada se extendía ante ella, un umbral invisible que prometía un nuevo comienzo. Solo unos pasos más y… De repente, una figura imponente emergió de las sombras, bloqueando su camino. Lorenzo, con los ojos ardiendo de una intensidad que cortaba la noche misma. “¿A dónde crees que vas Serafina? ¡Nunca te dejaré ir! ¡Eres mía, y aquí permanecerás, como mi prisionera, para sie