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ASEDIO Y MUERTE (II) El estruendo de la batalla se filtraba a través de los túneles, una cacofonía de aullidos y gruñidos que marcaban el ritmo del destino de la manada. Lorenzo, con su corazón atrapado entre el deber y el amor, emergió de las sombras subterráneas. Sus pasos eran seguidos por una transformación brutal; su humanidad se desprendía como un caparazón roto, mientras su forma de lobo tomaba el mando, poderosa y despiadada. Se lanzó hacia la contienda, una bestia imparable en la lucha por la liberación de su manada del control de Ragnar. En la distancia, el pensamiento de Serafina lo perseguía, un susurro constante en su mente. «Está segura» se repetía «Y pronto comenzaremos de nuevo» Pero las palabras eran un consuelo frágil frente a la tormenta de violencia que lo rodeaba. Mientras tanto, en la habitación solitaria, Serafina caminaba agitada, atrapada en una encrucijada de emociones y decisiones. ―Debería esperar, Lorenzo volverá por mí… Pero, ¿y si esta es mi única o
ENEMIGO EN CASA. El aire dentro de los muros del castillo Dark Shadow estaba impregnado de desesperación y acero. La batalla, lejos de disminuir, se había intensificado hasta convertirse en un torbellino de muerte y venganza. Lorenzo, el Alfa de la manada, se movía con una determinación implacable, su mirada buscando a Ragnar, el emblema viviente del terror que buscaba erradicar. El Alfa observaba cómo sus guerreros caían uno tras otro, su fuerza menguante ante la implacable marea enemiga. Pero entonces, entre el tumulto y la carnicería, vio a Taric luchando con una ferocidad que avivó una chispa de esperanza en su corazón. La habilidad del joven lobo en la batalla era indiscutible, y por un momento, Lorenzo creyó que la marea podía cambiar. ―¡Taric! ―exclamo con orgullo ― ¡Lucha con honor, lucha por tu manada! Pero esa chispa se extinguió tan rápido como había nacido cuando Taric giró sobre sus talones, sus colmillos destellando no contra un enemigo, sino contra uno de los suyos.
EL AULLIDO DEL LOBO. El patio, una vez un lugar de reunión y festividades, ahora era una galería de horrores que Lorenzo, el Alfa de la manada Dark Shadow, abandonaba con el corazón apesadumbrado. Su caminar era rápido, casi frenético, como si intentara escapar de las imágenes de muerte que lo perseguían con cada paso. La sangre de los suyos empapaba la tierra, un recordatorio cruel de la traición y el conflicto. Pero era la visión de Mariana, tan quieta y pálida, lo que más lo atormentaba; su muerte era un golpe despiadado a su alma. Impulsado por un nerviosismo que le roía las entrañas, Lorenzo aceleró el paso. Los recuerdos de cuerpos mutilados se entremezclaban con la necesidad visceral de ver a Serafina, la única capaz de traer paz a su espíritu atormentado. Sin embargo, en el tumulto de sus emociones, no se dio cuenta de que había empezado a correr, a correr hacia ella, hacia su refugio. El patio quedó atrás y el mundo pareció reducirse a la distancia entre él y Serafina. Pero
LA OSCURIDAD DEL DOLOR Y LA VENGANZA. Vivían, fue arrastrada por los guardias del castillo a las siniestras mazmorras. El corazón latía desbocado en su pecho mientras el miedo se apoderaba de ella. Lorenzo, la esperaba allí, dispuesto a someterla a un interrogatorio cruel y despiadado. La Omega, cómplice de Vivían, también fue llevada a las mazmorras y atada a un potro, donde sus miembros serían estirados hasta límites insoportables. El dolor se apoderaba de Vivían mientras las cuerdas y poleas tiraban de su cuerpo, causando una agonía inimaginable. Lorenzo, con ojos llenos de furia y venganza, se acercó a ella lentamente. ―¿Qué es lo que ocultas, Vivían? ―pregunto amenazante ― ¿Cuál es tu relación con Samuel y Santino? ¡¿Cuál es tu relación con ellos?! Pero Vivían, a pesar del tormento al que era sometida, se negó a ceder. ―Nunca te diré nada. ―dijo determinada ― No importa cuánto me tortures, no voy a decirte nada. Fue en ese momento que Lorenzo vio finalmente el rostro de la m
ECOS DEL CORAZÓN. SIETE AÑOS DESPUÉS… La luna colgaba alta en el cielo, un faro pálido que iluminaba el bosque con un brillo etéreo. Serafina corría entre los árboles, sus pies descalzos apenas rozando el musgo húmedo y las hojas caídas. Su corazón martilleaba contra su pecho, cada latido resonando con la urgencia de su huida. El castillo de Lorenzo, una vez su santuario de amor, ahora era una prisión de recuerdos y dolor, que desaparecía en la oscuridad detrás de ella. El aire frío quemaba sus pulmones, pero ella no se permitía disminuir la velocidad. La libertad estaba cerca, podía sentirlo; la frontera de la manada se extendía ante ella, un umbral invisible que prometía un nuevo comienzo. Solo unos pasos más y… De repente, una figura imponente emergió de las sombras, bloqueando su camino. Lorenzo, con los ojos ardiendo de una intensidad que cortaba la noche misma. “¿A dónde crees que vas Serafina? ¡Nunca te dejaré ir! ¡Eres mía, y aquí permanecerás, como mi prisionera, para sie
COMPROMISOS Y REUNIONES INESPERADAS. La habitación estaba impregnada de la luz tenue de la mañana cuando Serafina y Alessio compartían un momento cálido y familiar, la risa resonaba mientras madre e hijo disfrutaban de su tiempo juntos. De repente, un golpe en la puerta interrumpió la armonía. El ama de llaves anunció el desayuno, y Serafina le regaló una sonrisa a su hijo antes de prometerle que bajaría pronto. Alessio asintió y le dio un beso rápido antes de que ella se dirigiera al baño. La puerta se cerró tras Serafina, y Alessio, sintiéndose momentáneamente solo, dirigió su atención hacia un pequeño cofre en una esquina de la habitación. La curiosidad lo llevó a abrirlo cautelosamente, revelando un tesoro oculto: un pequeño retrato de un hombre que guardaba un sorprendente parecido con él. Los ojos del pequeño se encontraron con la mirada del hombre en la fotografía, y un torrente de emociones inundó su ser. La certeza se apoderó de él; este hombre era su padre, el misterioso
SOMBRAS DEL PASADO.El estudio de Lorenzo estaba envuelto en la penumbra, solo iluminado por la luz de una lámpara. En un rincón, una mesa cubierta de pergaminos y mapas evidenciaba las responsabilidades de un líder. La tranquilidad se vio interrumpida cuando Zade, su fiel beta, entró con una carta en la mano.―¿Qué es eso? ―pregunto Lorenzo frunciendo el ceño.―Una invitación para la reunión de Alfas. ―el Beta la dejó sobre el escritorio ― Sería bueno que consideraras ir Lorenzo.―No pienso ir. ―el Alfa ni siquiera se molestó en abrirla ―No tengo interés en hacer alianzas con otras manadas.―Lorenzo, esta es una oportunidad para fortalecer nuestra posición. No podemos aislarnos.―No necesitamos a nadie más. La manada está bien como está.Zade sabía a qué se debía el mal humor del Alfa, faltaban dos días para que se cumpliera el aniversario de la muerte de Serafina, siempre que se aproximaran esos días, él se encerraría en su propia miseria.―Lorenzo ―el Beta lanzó un suspiro audible
El REFLEJO DEL ALFA. La puerta del salón se cerró con un silencio reverente tras la figura solitaria de Lorenzo, cuya entrada no necesitaba ser anunciada. Los Alfas presentes, líderes natos y guardianes de sus respectivas manadas, reconocieron su presencia con breves asentimientos, pero él no respondió. Se desplazó hacia su asiento, su andar era el de un depredador acechando en la penumbra, y el aire parecía condensarse a su alrededor, cargado de una tensión palpable. Lorenzo se sentó, y su rostro era una máscara de indiferencia tallada en granito. No había palabras de saludo, no había intercambios corteses. Su mirada fija en algún punto distante, era un reflejo de los abismos más profundos y oscuros del alma. El salón se sumió en un murmullo de conversaciones antes de que el viejo Alfa tomara la palabra. Su voz era como el crujir de hojas secas bajo la luna llena. ―Compañeros ―comenzó el viejo Alfa ―nos enfrentamos a una oscuridad que corroe las raíces de nuestras tierras. Lobos d