Y así terminamos el maratón, ya nos queda el desenlace. ¡Las leo mis amores!
RECONCILIACIÓN Y PLAN DE ATAQUE. La tarde se cernía sobre el estudio donde las emociones habían sido palpables. Luna y Zade salieron sus cuerpos entrelazados en un abrazo que decía más que mil palabras. Lorenzo afuera observaba la escena. Su mirada, antes distraída por los pensamientos que lo atormentaban, se fijó en la pareja y la sorpresa se dibujó en su rostro. ―¿Qué pasó? ¿Sé… arreglaron tan rápido? Zade, con una sonrisa que le iluminaba el semblante, se acercó a su amigo mientras su mano aún acariciaba la de Luna en un gesto tierno y protector. ―Sí ―confirmó con una calidez que parecía derretir el aire mismo ―Luna y yo hemos resuelto nuestros problemas. Luna, cuya mirada se había suavizado al encontrarse con Lorenzo, extendió su mano en un gesto de bienvenida. ―Qué bueno tenerte aquí, Lorenzo, aunque creo que no hacen falta presentaciones. Lorenzo tomó su mano, la sorpresa, aun jugando en las comisuras de su boca. ―Oh, por supuesto que no, ―respondió con una risa nerviosa
ENTRE SUSURROS Y CARICIAS.El amanecer bañaba el patio del castillo con una luz dorada y suave, el escenario perfecto para una lección de combate. Zade, con su postura seria y sus músculos tensos, se preparaba para enseñar a Luna las artes de la defensa personal.―Recuerda mantener tu guardia alta, ―instruyó, levantando los brazos de Luna para posicionarlos correctamente. Sus manos grandes y callosas rozaban la piel suave de Luna, provocando un escalofrío que recorrió su columna.―Pero, ¿y si quiero que el enemigo me subestime? ―preguntó Luna con una mirada inocente, bajando intencionalmente la guardia.Zade suspiró, una mezcla de exasperación y afecto en su rostro.―Luna, esto no es un juego. Si bajas la guardia así durante la batalla… ―ella se acercó rápidamente y plantó un beso rápido en sus labios.―Entonces tendré que confiar en mi Alfa para que me salve ―dijo con un guiño, provocando que un rubor inesperado tiñera las mejillas de Zade.Él intentó retomar la seriedad.―Bien, vamo
ANTES DE LA BATALLA.La fresca brisa de la mañana aún colgaba en el aire cuando Zade, junto a Lorenzo y Malakay, esperaban impacientes. La tensión era una cuerda tirante entre ellos, cortada solo por el sonido de pasos que se acercaban. La figura de Luna emergía desde la entrada del castillo, su traje de cuero abrazando cada curva con la promesa de peligro y belleza. Su cabello plateado, ahora tejido en una trenza vikinga, se balanceaba al ritmo de su caminar, provocando una reacción instintiva en los lobos presentes. Zade dio un paso adelante, incapaz de ocultar el torbellino de emociones que lo asaltaba.―¿Vas a ir así? ―preguntó intentando sonar indiferente.Luna se miró a sí misma y luego levantó la vista hacia él con una ceja arqueada.―¿Así cómo?―Vestida así… ―Zade luchó por encontrar las palabras.―¿Qué tiene de malo?―No lo sé… te ves… ―se detuvo, buscando la palabra correcta.―¿Sexy? ―ella terminó por él con una sonrisa juguetona bailando en sus labios.―Demonios, sí.―Bien,
ANTES DE LA BATALLA (II)A su alrededor, los soldados de Feyrus se detenían, confundidos pero cautivados por su presencia. Luna caminaba con autoridad, cada paso era un desafío a cualquiera que osara cuestionarla. Mientras tanto, Lorenzo y Malakay llegaron a su posición. Desde un punto elevado, observaban la escena, listos para actuar en cualquier momento.―Ella es increíble. ―murmuró Malakay con una sonrisa de admiración.Zade se movió sigilosamente hacia el flanco este. Desde allí tenía una vista clara del campamento y podía ver a Luna moviéndose entre los enemigos. Estaba listo para intervenir, para protegerla si era necesario. El verdadero momento de tensión llegó cuando un soldado se acercó a Luna con una mirada sospechosa.―Alfa Feyrus, ―dijo el soldado, ― ¿qué hace aquí?Luna giró, su imitación era perfecta.―Inspeccionando las tropas. ―respondió con una voz que no era suya. ― ¿Hay algo que deba saber?El soldado parecía dudar, pero finalmente negó con la cabeza y se retiró. Lu
SIN TIEMPO QUE PERDER. En un movimiento decisivo, Zade logró derribar a Feyrus, sus garras presionando contra el cuello del tirano. ―Esto es por mi madre y por aquellos a quienes has arrebatado la vida, ―siseó con un odio que resonaba en cada palabra. Feyrus, atrapado bajo el peso de Zade, reveló una sonrisa sanguinolenta. ― ¿Crees que acabar conmigo eliminará el mal? Soy solo un anticipo de lo que está por llegar ―gruñó con una risa que helaba hasta los huesos. La respiración de Zade salía entrecortada, sus ojos barrían el caos del campo de batalla buscando algún indicio de Luna. El polvo y la sangre dificultaban la visión, pero la ausencia de su presencia era como un vacío que gritaba más fuerte que el estruendo a su alrededor. Ella no estaba allí, no donde él la había visto por última vez, no dentro del alcance de su mirada desesperada. Con un gruñido de frustración, se volvió de espaldas a Feyrus, el lobo oscuro que lo desafiaba con una sonrisa malévola, sabiendo que su distra
EL GRAN PODER MÍSTICO.El aire del bosque estaba cargado de electricidad, Zade, con sus ojos inyectados en sangre y el pelaje erizado, corría con la urgencia de un corazón desgarrado. Su respiración era un rugido sordo, cada aliento, una mezcla de dolor y promesa.― ¡Luna! ―La llamada de Zade era un aullido desgarrador que se entrelazaba con el viento, llevando su desesperación a cada rincón del oscuro bosque.En el Templo de los Susurros, la lucha entre Luna y Ander se intensificó. Ander, con la agilidad de un depredador, lanzaba sus garras hacia Luna, pero la loba, sin embargo, se movía con la gracia de la desesperación, anticipando y esquivando, su cuerpo respondiendo con una velocidad sobrenatural que ni ella sabía que poseía.―Tu fuerza es inútil aquí ―siseó Ander, sus ojos brillando con malicia.Pero Luna no cedía.―No me importa el sacrificio, pero no dejaré que tengas éxito. ―respondió ella, su voz era un susurro cortante como el filo de una hoja.Mientras tanto, el campo de b
ALFA MALAKAY. Zade observaba, desesperado, mientras la vida de Lorenzo se desvanecía como la última luz del atardecer. En ese momento crítico, un grupo de figuras plateadas emergió entre los árboles: la manada Snow. Sus cabellos, como hilos de luna, tejían esperanza en la penumbra del bosque. El viejo Delta, con su porte digno y su mirada cargada de sabiduría, se acercó a Luna sin perder un segundo. —Señorita Luna, hemos escuchado el llamado de Malakay. Luna, con el alivio inundando su rostro, se fundió en un abrazo con el anciano. —Feyrus está muerto —susurró con voz quebrada. El viejo Delta escaneó los alrededores, su mirada aguda, buscando algo que no estaba allí. —¿Dónde está? —preguntó con una calma que contrastaba con la turbulencia del momento. —El bosque… —murmuró Luna—. El poder se lo ha llevado. El delta suspiró profundamente. —El gran poder místico no fue hecho para manos manchadas con sangre inocente. Y se defenderá, sin duda, cuando quien no sea digno intente recl
CELEBRACIÓN EN LA MANADA SNOW. La luna brillaba con un esplendor inusual aquella noche, la manada se había reunido en patio del castillo, el corazón palpitante de su territorio. Lorenzo, cuya salud había sido restaurada, se encontraba entre sus amigos, la gratitud se reflejaba en sus ojos azules. Sin embargo, Zade y Luna, eran los protagonistas de una historia de amor que ya se tejía en los hilos de la leyenda, compartían miradas que eran como susurros del alma. Sus emociones eran un libro abierto: la ternura y el amor que se mostraban eran tan palpables que incluso los más jóvenes cachorros podían sentir la calidez de su vínculo. La celebración daba inicio con competencias amistosas. Los más ágiles competían en carreras que eran un despliegue de velocidad y destreza, arrancando exclamaciones emocionadas de los espectadores. Los más fuertes demostraban su poder en juegos de lucha donde la fuerza se medía con respeto y amistad. Mientras tanto, los sabios de la manada relataban histor