Capítulo 12
La Ciudad de México es una ciudad que nunca duerme. Las luces brillan, iluminando cada rincón. La persiana subió, dejando todo al descubierto. Si alguien estuviera parado junto al auto, tendría una vista clara del interior.

Los ojos de Ximena estaban rojos, temblando de humillación. —¿Ricardo García, realmente tienes que hacer esto?

¿Tenía que aprovecharse de su amor para torturarla así?

—¿Me estás cuestionando?

Ricardo bajó la mirada, con una sonrisa dijo: —Si vas a actuar de sumisa, hazlo bien. Un momento, bajas la cabeza, y al siguiente, estás enfadada. ¿Crees que soy ciego?

Ximena se quedó helada, el dolor llenando su pecho. Resulta que cualquier pensamiento, cualquier movimiento, este hombre lo veía todo.

Ricardo continuó: —No me importa lo que pienses. Porque, al fin y al cabo, cualquier cosa que planees, no escapará de mis controles.

Con esas palabras, la mano del hombre acarició suavemente la mejilla de la chica, dejando un dolor casi imperceptible.

Le advirtió: —Cuida lo que h
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