—¡Clark! ¡Son casi las diez! Prometimos reunirnos con los demás en el restaurante a las ocho—. Me quejé mientras intentaba salir de nuestra cama, pero él sólo apretó su agarre a mi alrededor.

—No me importa. replicó, rodeándome la cintura con el brazo por detrás. —Además, nunca tuviste hambre de comida, ¿verdad?

—¿De qué estás hablando? No actúes como si fuera yo quien empezó—. argumenté.

—¿Eso significa que no te gustó?—. Se burló, soltándome para poder levantarse de la cama.

En serio, ¿a qué viene esa pregunta? Claro que me gustó. Sólo que no creo que decirlo directamente sea una buena idea o de lo contrario me sentiré humillada. Clark se paseó por la habitación sin ropa, orgulloso y sin vergüenza. Cogió su teléfono y marcó algo.

—Hola, ¿podrían entregarme las comidas que pedí antes aquí?—. Dijo en la otra línea. —De acuerdo, gracias—. Y terminó.

Mis ojos lo entrecerraron y tuve una sospecha.

—¿No me digas que planeabas no reunirte con los demás esta noche?

Clark soltó una risita gu