Un mal presagio

Corría apresuradamente hacia el ascensor, con diez minutos de retraso, si Lotte se enteraba me haría el día un completo caos. La ansiedad me impulsaba a caminar aún más rápido, ansiosa por llegar a mi escritorio lo antes posible. Cuando finalmente llegué al piso correspondiente, decidida a rectificar mi tardanza, mis pasos se hicieron más rápidos y apresurados. Sin embargo, mi destino pareció jugar en mi contra.

Tropecé con Andrey, uno de mis compañeros de trabajo, y como resultado de nuestra colisión el café que sostenía en su mano se derramó sobre mi ropa. La bebida caliente se deslizó por mi blusa, se filtró entre las capas de tela y dejó una mancha marrón. Miré con incredulidad hacia abajo, frustrada y afligida. Mis esfuerzos por llegar puntualmente parecían haber sido en vano, y ahora tenía que lidiar con la molestia añadida de estar empapada en café.

— ¿Pero qué diablos, Andrey? ¿Acaso no ves por dónde caminas?

— Lo siento, Sra. Van Der Veer, le aseguro que no fue intencional.
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