¿Qué es real?

— Estoy aquí, estoy aquí — dijo él, abrazándome — No te preocupes, voy a llevarte al hospital, todo va a estar bien.

Me levantó en sus brazos, consciente de mi debilitado estado. Con cuidado, me llevó al automóvil y me acomodó en el asiento trasero. Acto seguido, encendió el motor y comenzó a conducir a toda velocidad. Sin embargo, a medida que avanzábamos, parecía que el tiempo se estiraba. El tráfico se había vuelto completamente caótico, con vehículos atrapados en todas las direcciones, lo cual obstaculizaba nuestro avance. La densa contaminación del aire se volvía asfixiante, haciéndome sentir aún peor. El ruido ensordecedor de los cláxones y la agresividad de los conductores contribuían a la sensación de un entorno hostil y peligroso.

— ¡Muévete, imbécil! — gritó Nikolae, impaciente, a un conductor que se interponía en nuestro camino.

— ¡Cuidado, cuidado! — exclamé, asustada.

— ¡No pasa nada, amor, no pasa nada! — me aseguró, esquivando un camión por un pelo. — ¡Ya casi llegamos
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