Un año y seis meses atrás...
Cydiler depositó sus accesorios en uno de los casilleros del cuartel. Sus armas brillando con la tenue luz del lugar cuando le sonrió a Fitz. Estaban allí por petición de ella, porque se negaba por completo al cuidado que su novio quería colocar sobre ella. La Stanfers no dejaría de entrenar ahora que sabe la verdad sobre Francis Tetzaco, eso ya lo sabía Bran desde el minuto que vio a su mejor amigo entrar al cuartel con su novia detrás. Ya él conocía la terquedad de la mujer, él mismo se cansaba de ella.
– Sigo sin creer que te haya convencido de traerla a entrenar con nosotros. – comenta el hombre de cabello rubio con los brazos cruzados. Sus ojos grises miraron al guardián Eitak con las cejas elevadas.
Su mejor amigo dejó escapar un suspiro, tomó una de las cuchillas de la mesa y negó.
– Es muy terca, ya la conoces. – responde Fitz con media sonrisa. – Y si no la traía ella haría algo peor.
Bran no lo dudaba.
Fernanbeth, del otro lado del cuartel, estaba entrenando con Alisha en la celda de contención. Ambas mujeres se golpeaban sin piedad en el interior de la celda. Ya la sangre surgía de sus labios y narices al segundo round, ahora estaban atacándose con sus elementos.
La celda temblaba con cada ataque que hacían. Incluso Fitz había tenido que reforzarla hace unos minutos.
Alisha estaba arrojando ráfagas eléctricas de aire a la hermana de su mejor amigo, mientras que Fernanbeth la esquiva con su gracia felina digna de una sombra. No era para menos, fue entrenada directamente por el líder de todo el grupo. Cada golpe que ella hace fue perfeccionado desde sus entrenamientos con Fitz.
Fernanbeth saltó sobre Alisha, impulsándose con aire desde la suela de sus pies. La Hakimi intentó esquivar su ataque, cubriendo su cuerpo con sus brazos superpuestos, pero el puño de la otra mujer hizo crujir el hueso de la Hakimi al tocarlos. Estaban reforzados con tierra seguramente.
Fernanbeth se alejó con una amplia sonrisa mientras Alisha soltaba improperios al cielo y maldecía la victoria de la mujer. El combate había terminado.
– No sabía que fuera tan fuerte. – comenta una voz femenina a su lado. Ya presentía que sería irritante tenerla cerca.
Fitz terminó de evaluar las cuchillas, miró a su compañera con media sonrisa y luego observó a su hermana salir de la celda de contención.
Bran se acercó a las cuchillas sin hablar con Cydiler, la presencia de la Stanfers seguía molestandolo. No importaba que fuera novia de su mejor amigo, para él siempre sería una niña entrometida que era ignorante de los peligros que puede provocar por toda su imprudencia.
– Todos aquí son fuertes. – dice Fitz. Ya estaba calentando su cuerpo con movimientos simples para comenzar el entrenamiento. – Todo el complejo tiene campos de contención hechos por todos para evitar destruir las instalaciones. Como los juegos terminarán, los elementales antiguos comenzaron a salir de su escondite y vienen aquí a entrenar.
Y lo que no dijo el guardián fue que, en realidad esos elementales eran los aliados que consiguió luego de revelarse al templo por ella. Todas las fuerzas que buscó reunir para cualquier catastrofe, tanto plan y esfuerzo por parte de su mejor amigo le resultaba a Bran molesto. Desde que él vio a la chica cuando tenía tres años y vio la forma en la que Fitz se embobó por ella sabía que traería problemas.
Lo hizo. Por algo su mejor amigo se reveló, el templo los comenzó a cazar, Fitz contuvo sus fuerzas durante cuatro años para protegerla y aún ahora se sigue conteniendo.
– ¿Quién va a entrenarme? – Pregunta Cydiler.
La Stanfers soltó la espada maldita en la mesa, como si solo fuera un peso muerto, y miró a Fitz. Bran inmediatamente se tensó al ver el mango y vaina de la espada.
Él conocía la historia de esa espada maldita. La que absorve almas y oscuridad.
Estaba en ese templo porque en algún momento le perteneció a alguien poderoso hace siglos atrás, antes de su muerte. O eso siempre murmuraban sus abuelos en las hogueras de fin de semana. Las leyendas de esa espada siempre giraban en torno a la locura y el sadismo. Nadie podía reclamarla sin enloquecer, el poder los sobreponía y ansiaban la sangre de todos a su lado.
Por eso, los ultimos elementales de sangre pura decidieron encerrarla en el templo dorado. Así nadie abusaba de la fuerza de esa hoja. Que Cydiler fuera la portadora de esa espada era...
Bran movió la cabeza y retiró la espada de sus cuchillas con las manos frías. El mango de obsidiana brillo con la luz del cuartel, el poder zumbando en cada recodo de su cuerpo por el simple roce ¿Cómo podía esa chica llevarla sin problemas a todas partes? ¿Qué tenía de especial?
– Bran te entrenará hoy. – dice Fitz. Cydiler lo miró sorprendida y el aludido le dio una sonrisa malevola.
Le cobraría todas las que le debe.
– ¿Por qué no me entrenas tú? – Le pregunta ella a su mejor amigo.
La sorpresa no abandonaba sus rasgos.
Rash entró al cuartel con su arsenal de cuchillas y dagas, llamando la atención de algunos. Fitz le señaló la celda de contención recién desocupada y luego miró a su mujer con una sonrisa ladeada. El Kalinich ya estaba caminando a la celda con una amplia sonrisa.
– Tengo que entrenar con Rash. – se excusa pateticamente el guardián.
Bran rió y le arrojó a Cydiler una cuchilla de entrenamiento.
La Stanfers la tomó en el aire con el ceño fruncido.
– Lo que Fitz no te está diciendo es que él va a contenerse si pelea contigo. – dice Bran con una amplia sonrisa. Fitz soltó una carcajada y negó. – ¿Me equivoco, amigo? – Preguntó el hombre con una ceja elevada.
– Ciertamente no te equivocas. – responde Fitz sonriendo. Lo mira por el rabillo del ojo y luego mira a Cydiler. Ella tenía los brazos cruzados sobre su pecho, no le agradaba mucho el comportamiento de su compañero con ella. Bran la apoyó. – Si logras vencer a Bran hoy, pelearé contigo después. – le dice él con seriedad.
– Cobarde. – gruñe Cydiler cuando él comenzó a alejarse.
Bran se colocó junto a ella cuando el guardián entró en la celda de contención. No podía negar el atractivo en la mujer de su mejor amigo, ella era letal. Desde que la vio cuando era niña mientras entrenaba, hasta los instantes que vio su poder asesino en el juego, él no dudó en la fuerza de la chica. Pero, como todo, Cydiler tenía muchas debilidades. Y ahora le había sumado a Fitz una: ella misma.
En cualquier momento el enemigo podria favorecerse de ese detalle, por eso Bran no era un gran apoyo para la mujer cuando de ese asunto se trata.
Para él seguiría siendo un grano en el culo.
– Apuesto a que no le dices eso cuando están solos en la oscuridad de la habitación. – se burla Bran frente a ella. Rodo su cuello con una mueca y luego se colocó en posicion ofensiva. – Veamos que tan oxidada estás, Cydiler.
– Oxidada tus bolas, Bran. – gruñe ella posicionándose en una postura defensiva.
No estaba mal. Bran pensaba que ya habría olvidado como pelear, al parecer se equivocó con ese detalle. Más nunca se lo reconocería a la mujer.
– ¡Qué agresiva! – sonríe Bran mientras comienzan su leve ataque hacia la cuchilla de la mujer.
Ella bloqueaba cada ataque con la mirada cubierta de furia.
Golpeó el acero de la cuchilla de la mujer con fuerza, ella trastabilló un poco, Bran sonrió y la pateo en el estomago por ese despiste. La asesina cayó al suelo con un gruñido.
– No flaquees tus movimientos, para este momento ya estarías muerta. – explica Bran. Deja la cuchilla en la mesa con un ruido sordo y toma su propia espada. Cydiler se levantó. – No voy a tratarte con delicadeza solo porque Fitz es tu compañero. Mucho menos porque eres una mortal y apenas tienes veinte años. Todas esas cosas me valen m****a aquí, así que concentrate.
Cydiler tomó la espada maldita y lo encaró. La molestia brillando en sus ojos.
Del otro lado del salón, Rash y Fitz estaban salpicando su sangre con cada puñetazo que conectaban en el cuerpo del otro. Fernanbeth estaba al borde de la celda con sus ojos de un color negro. Estaba reforzando los escudos de contención.
– ¿Por qué me odias? – Pregunta Cydiler colocandose en una posicion ofensiva. – Yo no te he hecho nada.
"Lo has arruinado todo".
Pensó Bran cuando arremetió contra la chica. El acero chasqueó entre ellos y sus respiraciones se volvieron pesadas con cada golpe.Los recuerdos de la vez que conocieron a Cydiler por primera vez se removía en sus ojos. Ese primer vistazo de la asesina llorando en un parque, cuando había matado a ese animal indefenso por asustarse.
El instante que Fitz la conoció.
– ¿Qué m****a buscas aquí? Llevamos tres años dando vueltas sin ningún resultado. – Se quejaba Bran mientras caminaban por el parque del territorio Anirak.
Fitz estaba caminando junto a él con la capucha puesta y el tapabocas de cuero negro. Bran lucía un poco como el guardián a su lado, prescindia del tapaboca porque le resultaba molesto, pero la capucha reposaba en su cabeza para ocultar sus rasgos. La capa también cubria las miles de cuchillas ocultas de los asesinos.
Dos sombras en medio de toda la multitud de personas que vivían ausente de toda esa verdad.
– Si quieres irte, puedes hacerlo cuando quieras. – se queja Fitz, se detiene en una banca cercana a la salida del parque y lo mira bajo la sombra de su capucha. Sus ojos azules brillaron en un claro desafío. – Nadie te está obligando a estar aquí, Bran.
– Estás actuando como un grano en el culo. – Repone su amigo con molestia.
– No me...
El llanto de una niña a lo lejos los cayó a los dos de forma abrupta.
Bran miró a las bancas a lo lejos con el ceño fruncido, una niña de cabello castaño y ojos verdes corrió con torpeza hasta dos figuras familiares. Estaba llorando y tenía sangre en sus manos, temblaba.
– Ellos son... – murmura Bran sorprendido al reconocer a la pareja.
Fitz corrió al interior de donde surgió la niña, inmediatamente Bran lo siguió con una cuchilla a la espalda. Si ese idiota moría por la imprudencia...
Bran no queria pensar en esa posibilidad.
Se detuvo en el interior de ese parque, donde los arboles escondían a las personas y los adolescentes buscaban intimidad. En medio de todo ese lugar aislado estaba su amigo. Habia retirado la capucha y el tapabocas con una expresión de sorpresa. Una niña de cabello castaño cubierta de sangre reposaba en sus brazos.
– ¿Quién es ella? – Pregunta Bran con el ceño fruncido.
– La persona que estaba buscando. – susurra su amigo con voz ahogada. Estaba impresionado y nervioso. Bran miró alrededor en busca de alguna señal de trampa.
Seguramente Fodge mató a esa chica con la intención de capturar a Fitz. No creía que fuera la persona que su amigo estaba buscando, era demasiada coincidencia encontrarla justo ahora. Fitz la levantó del suelo con suavidad, sus labios temblaban y miraban a la niña con asombro.
Una mirada que Bran jamás había visto en su mejor amigo desde hace mucho tiempo.
– ¿Fitz?
– Debemos tomar esta sección de territorio. Dile a Fernanbeth que despliegue tropas. – dice el guardián con mirada perdida.
– ¿Estás loco?
– No.
La espada de Cydiler brilló sobre el rostro de Bran.
Ella estampó el acero de su espada a la espada del hombre, su contrincante dando dos pasos a su espalda cuando, de pronto, Cydiler pateó sus costillas con fuerza y Bran cayó sobre su trasero con un gruñido de frustración.
Ella era buena.
– Buen movimiento. – reconoce Fitz colocandose junto a su ella con una amplia sonrisa. Ella lo miró con la respiración acelerada por el entrenamiento y sonrió. – Pero...
Bran arrastró una de sus piernas por el suelo hasta donde estaba la asesina, barriendo los pies de ella, provocando que cayera con un gruñido junto a él.
Fitz sonrió.
– No te confíes hasta que tú enemigo esté muerto. – termina de decir Fitz.
Bran se levantó con la respiración acelerada, apretó sus manos en puños y cerró los ojos. Estaba exhausto por la pelea, ya eso era una sopresa para todos allí. Él igualaba a Fitz en batalla, que una niñata como Cydiler pudiera cansarlo era...
– Pero igual, felicidades. – dice Fitz ayudandola a levantarse.
Bran desvió su mirada cuando los labios de los amantes se encontraron entre risas en medio de todo el cuartel. La imagen le dio un nudo en el estomago, por eso desvió la mirada y dejó que la pareja Tetzaco tomara un descanso.
– Bran. – lo llamó Fernanbeth en la salida del cuartel.
– No quiero que nadie me moleste. – gruñe él cerrando la puerta por la que salió con todas sus fuerzas.
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La hermana de Francis Tetzaco estaba observando todo con cautela desde el instante que Bran y Cydiler comenzaron a pelear. Ya conocía los movimientos de su hermano, no le importaba su progreso con Rash. Ella quería estar atenta a cualquier ataque en la compañera de su hermano. Entrenaría con Bran, así que eso podría aclarar las dudas en su cabeza.
Esas dudas infundadas que la azotaban cada vez que Bran estaba cerca de la asesina.
Su vista estaba en el combate de espadas de Bran y Cydiler. Movimientos sincronizados, limpios, choques de espadas y gruñidos. La velocidad de Cydiler para responder el ataque del otro era impresionante, no lucía como una chica que dejó el entrenamiento años para dedicar su vida a su familia.
– Increíble ¿Verdad? – Pregunta su hermano junto a ella.
Sus apariciones silencioses no la sorprendían. Ya conocía el afán del chico para aparecer como las sombras que controlaba.
– Terminaste rápido tú entrenamiento. – comenta Fernanbeth de brazos cruzados.
Cydiler acaba de esquivar un ataque de Bran directo a su corazón y ya estaba arremetiendo con un gruñido de impaciencia.
– Rash tenía una cita con una mortal. – dice Fitz con un encogimiento de hombros. – Él lo terminó rápido.
– ¿Por qué trajiste a Cydiler a entrenar? Pensé que la dejarías en el cuartel con los demás. Que por cierto, tienen un gran progreso ¿Cuándo terminarás tu juego por completo?
– Cydiler me pidió que la entrenara porque, según ella, no va a pasarse todo el día en el cuartel siendo una novia obediente y una jugadora amorosa. – Fitz sonrió ampliamente recordando esa conversación y negó con la cabeza. – Así que la traje hoy. En parte es bueno, así no la derrotan facilmente en el templo.
Una sombra cubrió sus rasgos por un momento. Una maldición se escuchó al fondo, de los labios de Cydiler, Bran estaba arremetiendo sobre ella sin cesar.
– No pienses en eso. – ordena Fernanbeth con seriedad al notar el giro de sus pensamientos.
Fitz y ella miraron a Cydiler pelear con ahinco y se cruzaron de brazos.
– Cydiler va a vencer en el templo, ambos vimos su potencial. Además, es dueña de la espada maldita. Ya sabes las leyendas de esa espada.
– Lo sé. – admite Fitz en un suspiro. Mira a su hermana con media sonrisa y luego observa a su compañera. – Necesito que entrene con Erick e Iván. Su habilidad Stanfers se ha salido de control en dos ocasiones y sé que ella tiene miedo de perderlo estando junto a sus amigos.
– Una buena decisión. – acepta Fernanbeth. Bran cayó al suelo con un gruñido y Fitz sonrió. – Ve a felicitarla. – insta su hermana con media sonrisa.
En parte también necesitaba alejarlo de ella, sus sospechas eran solo de ella.
Por eso seguiría a Bran sola.
Vio la hermosa escena de su hermano con su compañera, llenandose de orgullo al verla luego de tanto sufrimiento en él. Sonrió ampliamente y luego se fue a la entrada con la mirada decidida, nadie la observaba dos veces, todos sabían sus consecuencias si lo hacían. La mayoría de estos elementales la respetaban por su fuerza y la veracidad de sus palabras.
– Bran. – llamó con seriedad al sujeto cuando alcanzó la entrada del establecimiento.
– No quiero que nadie me moleste. – gruñe Bran al cerrar la puerta.
Oh, que los dioses lo salven.
Fernanbeth esbozó una malevola sonrisa, Fitz se giró aterrado al notar el cambio de ambiente, pero era demasiado tarde.
Fernanbeth apareció frente a Bran, asestándole una patada en el estomago con todas sus fuerzas. El mejor amigo de su hermano se estrelló en el concreto del cuartel y gruñó, las paredes se agrietaron detrás de él.
– Sabes que a mi me vale que no quieras ser molestado. – dice Fernanbeth a modo de saludo.
Bran la empujó con una furia helada.
– ¡Alejate, Fernanbeth! – espeta él.
– ¿Qué está pasando aquí? – Pregunta Fitz con seriedad.
Detrás de él estaba su compañera mirando todo con cautela.
Cydiler portaba la espada maldita y Fernanbeth sintió a Bran gruñir ante la espada.
La hermana de Fitz frunció el ceño ante ese acto, él actuaba extraño estando junto a la espada.
Lo pensaría mejor más tarde.
– Nada. – miente con media sonrisa. Mira a su hermano y se encoge de hombros. – Sólo vine a molestar al bastardo de Bran.
Con un gruñido de irritación, Bran desapareció.
CYDILER"Cydiler, debes correr..."Obedecí la voz de esa persona en mi mente y corrí por el espeso bosque cubierto de tinieblas en el que me encontraba. Estaba descalza de nuevo, con un vestido blanco y un cuchillo plata en mis manos. Mi cabello ondeaba con la brisa de la noche y mis sentidos estaban alertas ante cualquier sonido.No sabía nada sobre el entorno en que me encontraba, pero debía encontrar a esa persona. Hallar las respuestas del odio a los naturales.– Cydiler. – llama esa voz.– ¡Aquí estoy! – Grité.
Un año y cinco meses atrás...– Bienvenida. – Saluda Cydiler a Fernanbeth en la entrada de su departamento. – Fitz no me dijo nada que vendrías hoy de visita.Había transcurrido un mes a los entrenamientos vespertinos en el cuartel junto a Fitz. Ciertamente la Stanfers había mejorado considerablemente con el manejo de sus elementos, Fitz se encargaba de sus refinamientos con las armas; pero la mayor parte del tiempo ella estaba en la celda de contención junto a Erick e Iván. Por lo menos ya no se desmayaba a los cinco minutos de entrar a la celda y acceder a su habilidad.– Él no lo sabe, espero no incomodar. – dice Fernanbeth con media sonrisa.
FITZCuando salgo a cazar con mi hermana menor siento que alguien me observa, por lo que siempre vuelvo la mirada esperando encontrar a la persona dueña de esa presencia; pero nunca encuentro nada. Es como si eso que siento fuera una simple ilusión, por lo que luego lo olvido y sigo escuchando a mi hermanita hablar de su emoción por cazar su primer venado o conejito.Ella, como todo niño de nuestro pueblo quería estar capacitada para cualquier eventualidad por parte de nuestro jefe.– Voy a cazar tres conejos. – dice la pequeña con una amplia sonrisa.– Suerte con eso. – digo entre risas.
Un año y un mes atrás...– ¡Carajo!Cydiler escupió la sangre de su boca en el suelo de la celda de contención. Su cuerpo temblaba constantemente con moratones en sus brazos y mejillas, cardenales que no se curaban por decisión propia, ella no quería detener el combate entre Erick y ella. Ella estaba dispuesta a seguir sin importar el dolor.Erick sonrió con sus puños enguantados frente a su rostro y le hizo una señal para que se acercara.Eso molestó a la muchacha.– Si continúa tentándola. – comenta Fitz junto a Fernanbeth con una amplia sonrisa. &nd
GALHETEstaba de pie, frente al cristal de la habitación de ella y aún no podía creerlo del todo. Sigo regresando a ese instante donde la vi vulnerable y fuerte a la vez. Sigo sin poder creer todo lo que hizo, como se sacrificó junto a él para liberarnos ¿Por qué terminó aquí?Ese día hace siete meses seguía repitiéndose en mi mente. La veía saliendo del bosque cubierta de sangre, con la espada maldita en su espalda, sus ojos brillando de un intenso rojo mientras me liberaba y luego, verla con él.Sangre y oscuridad.Están hechos el uno para el otro, y aun así, yo la amo.A
CYDILERLo primero que sentí fue el dolor que cruzaba todo mi cuerpo; el intenso ardor provocado por las llamas que rodeaban la habitación y me sofocaban en sobremanera. Intenté mover mis piernas para levantarme, pero allí sentí el imprevisto segundo dolor.Ya no tenía unas pocas semanas de embarazo como cuando me desmayé en el cuartel. Ahora estoy en labor de parto.– Mierda. – gruño acomodando mi cuerpo para traer a mis hijos al mundo.Estaba en medio de un infierno, las llamas rodeaban la habitación, pero jamás me pudo importar menos eso. Levanté una barrera de aire sobre la cama, silencié el sonido de la batalla fuera de mi lugar y abr&
KRISHAElla estaba despierta.Estaba viva.Y era más fuerte que nunca...Cydiler apareció frente a Galhet, cubriendo un ataque de Fitz con la espada maldita. Extendió las cadenas en su antebrazo derecho, anudándolas al cuello de Fitz, y luego, como si no fuese nada, se transportó detrás del guardián enviándolo al suelo con la ayuda de las cadenas. El suelo del piso 5 del hospital tembló, Fitz gruñó, pero no podía moverse.Cuando Cydiler se irguió de su puesto tenía los ojos rojos brillantes, las cadenas de sangre estaban conectad
CYDILER– Me encanta tu barriga de embarazada. – decía mi mejor amiga mientras comíamos un plato de cereales en mi habitación.Fitz estaba hablando con Fernanbeth y los demás en la sala, últimamente todos estaban atentos ante lo que pueda pasar conmigo por el bebé. Ya estaba a pocas semanas de entrar en labor de parto y ellos estaban ansiosos por ver lo que podría suceder con nosotros.Según Krisha – que no paraba de hablar de eso desde que llegó – ellos estaban estudiando la posibilidad que mi bebé diera una gran señal en el radar de ese lugar sagrado al que tanto le temen. Principalmente porque el padre tiene unos poderes inimaginables y porque su madre es una St