PDV. Elena.
– Haciendo paracaidismo – respondió Hassam, como si hubiésemos estado tomando café.
Amira volteó a verme con los ojos como si se le iban a salir de la órbita, yo solo asentí y encogí los hombros.
– Con que te llevó a su mundo, entonces. – preguntó negando con la cabeza – Hassam tú sabes que yo también quiero lanzarme, ¿porque no me dijiste? – pregunto haciendo pucheros.
– No podía ocuparme de ambas, además, tú te fuiste de compras, para variar. – respondió restándole importancia a su queja.
El vuelo fue rápido y nos dedicamos a actualizar a Hassam sobre la reunión, ya que en nuestra aventura paracaidista me prohibió hablar de trabajo. Yo me cambié la ropa y ofrecí a Amira pagarle los zapatos que le estrené a lo que respondió que ni se acordaba de ellos, así
PDV. Elena. – Agradezco la invitación, pero no, ya quiero estar en casa con mis hijos. Por cierto, Hassam, ¿vas a tardar mucho? – quise saber si podía esperarlo – Si quieres pido un taxi. – Ni una cosa, ni la otra. Gracias por traerme. – ¿Como así? – pregunté sin entender. – Que te puedes ir cuando gustes Elena, la camioneta es tuya. – ¿Mía? – reí nerviosa – ¿De qué hablas? – Me dijiste que era la camioneta de tus sueños ¿cierto? – preguntó con una sonrisa de niño travieso. – Si te dije eso, pero no signi. – me cortó antes de que terminara. – Bueno eres la CEO de Psicoteach, debes tener un carro a la altura, de hecho, me ahorraste pensar en el modelo – subió los hombros como si me acabara de dar un Kia r
PDV. Elena. – ¿Que me entere, de qué?, ¿qué cosa hiciste Elena? La voz de Aston resonó en la terraza, y posiblemente mi corazón se detuvo por unos instantes. Pude sentir como la sangre abandono mi rostro. Me giré para mirarlo y saludarlo, sin embargo, al ver su mandíbula apretada y sus ojos verdes entre cerrados, supe lo que venía. Se acerco hasta donde estábamos, me tomo por el brazo sacándome de la terraza, no dándome tiempo de responder, atravesamos la sala rumbo al garaje y ratifiqué que estaba de malas. Quizá por respeto a mi familia íbamos a hablar afuera, con lo que no conté fue con la rabia expresada en lo fuerte que tomaba mi brazo y ni si quiera pude tomar mi bolso antes de salir. En el camino no dijimos na
PDV. Elena. – Creo que todo estará bien oficial, disculpe las molestias causadas – dije apenada ante la situación. – No se preocupe señora, usted no tiene que disculparse, la seguiremos hasta su casa para asegurarnos de que llegue bien, tenga mi tarjeta, en caso de que necesite ayuda, llámeme directamente. – Muchas gracias – dije sonrojada. Menudo show pensé, espero que Hassam no se entere. Hassam, mi socio, cerré los ojos y di un suspiro, agotada, hasta ahora solo había estado pensando en él trabajo de Aston, ¿pero que había de mi empresa? Yo no debería estar en una situación así, más cuando mi socio es un jeque. Sacudí mi cabeza, rogando que esto no llegara a más, finalmente miré la tarjeta: Wesaam Abdulah al Adlaha Albalushi. Teniente coronel fuerza terrestre del Sultanato. Bendito sea el creador
PDV. Hassam No podía dormir pensando en la sonrisa de Elena mi Moon, fue tan genuina nuestra conversación, de solo recordar cómo se me guindo emocionada al tocar tierra luego de nuestro lanzamiento. Siempre digo que he vivido tantas cosas que poco son las que me sorprenden, pero nunca había sentido felicidad por hacer feliz a otra persona; También vino a mi mente todo lo que tuve que hacer y controlarme para que no sintiera lo duro que estaba por la excitación al tener su trasero pegado a mi durante el vuelo, así como su cara de terror cuando se apartó de mis abrazos, fue frustrante, ¿será que no le gusto? Me pregunté finalmente. “Ay Elena que me estás haciendo” pensé, ella cree que le cumplí un sueño, pero en realidad fue un sueño para mí tenerla así.&nbs
PDV. Elena. El día siguiente no quise ir a la oficina, anoche al entrar a mi habitación me invadió la tristeza y llore por horas, no sabía en qué se había convertido mi marido, ahora es distante y capaz de alzar su mano contra mí, cuando yo nunca le he faltado al respeto. Nuevamente me cuestione si el vivir ahora mis sueños me estaba alejando o derrumbando mi realidad, me preguntaba que había de malo en disfrutar de aquello que tanto he deseado. Luego de hacerme muchas preguntas concluí que no había nada de malo en vivir mis sueños, trabajo en la empresa que siempre he querido, la que yo diseñe y por añadidura llegó el inversionista, que por suerte o cosas de Dios es un millonario filantrópico que le ha gustado escucharme y cumplirme par de deseos, son cosas que debo aceptar porque así lleg
PDV. Hassam. Hoy tiene que ser el día, no puedo seguir esperando más, no me importa si Elena dice que solo quiere ser mi socia, no voy a permitir que el gringo la siga engañando, ya le entregué las visas, tengo los archivos, incluyendo los de ayer, así que solo me queda hacérselos llegar a Elena. Llamaré a Khalid para que me ayude con ello. – As al Salam alikum hermano – saludé a penas contesto el teléfono. – Alaikum Salam my brother. ¿Dónde estás? – pregunto. – Estoy en la oficina, puedes venir, quiero que me ayudes con algo. – ¿Quieres que vaya ahora?, quiero hablar contigo también. – Si apenas puedas – colgamos sin decir mas.
PDV. Elena Día de recepciones extrañas pensé justo antes de abrir un correo que de seguro me lo envío mi hermana con las fotos de nosotros desde que llegó. Me pareció raro que no me enviara un mensaje advirtiéndome, aunque por lo que escribió asumo que es de sus bromas. Además, delante de mí tenía a Hassam que había aparecido hoy con un café y pidiendo cuentas de gestión. – ¿Y entonces? – pregunto Hassam, ansioso de que le diga que es. – Ahora ¿quién está curioso? – pregunté sonriéndole. Mientras abría una de las fotos de la carpeta. – Oh por Dios – dije en mi lengua materna. – No puede ser otra vez. Cerré la laptop con tanta fuerza que no sé cómo no se rompió. Tape mi cara para controlar que mis lágrimas no se derramarán delante de mí socio.  
PDV. Elena. Hassam se quedó mirándome como haciéndose preguntas. – Disculpa Elena, no debí reaccionar así, al final es tu esposo y puedes perdonarlo otra vez. – No. – ¿No qué? – pregunto con desgana. – No lo perdonaré esta vez, se lo jure una vez, "si me llegas a pegar o me eres infiel, me divorciare de ti"– dije repitiendo lo que le había dicho a Aston hace muchos años atrás, cuando me pidió que me casara con él. – aquella vez no lo pude confirmar, pero esta vez es diferente ahora tengo pruebas de su infidelidad. Aunque admito que en el pasado en el fondo de mi corazón presentí que era verdad también, pero, no supe cómo hacerlo dependía de