—April, hija… — Megan se separó de la niña, una vez estuvieron a solas en su habitación, April ya estaba derramando lágrimas. — Cariño, por favor, pensé que tú querías que Albert fuese tu padre…—Sí, pero, pero, porque… Pensé que era bueno… Y él no… — Comenzó a gimotear la niña.—¿Cómo no?, claro que es muy bueno, él te quiere… Nos quiere a las dos… — Le murmuró Megan.—Mami, tú dijiste que… Él… Él se fue a trabajar… Y algo malo le pasó… Por eso no vino más… Pero no tenía nada malo… No vino a buscarnos… Y después se olvidó de nosotras… — Comenzó a explicar April, derramando otro torrente de lágrimas.Megan volvió a abrazarla, recordando la piadosa mentira que le había dicho a la niña sobre su padre, ella lo había hecho pensando que nunca en la vida, ninguna de las dos sabrían de ese hombre.Jamás se hubiera imaginado la jugada que le tenía el destino.—No hija… Déjame explicarte… — Intentó solucionar Megan, cerrando los ojos con fuerza, pensando desesperadamente qué decirle
Al volver a la ciudad, April se quedó maravillada con el enorme edificio al que arribaron, subieron hasta el último piso, en dónde las esperaba un gigantesco y lujoso apartamento.Allí fueron recibidas por un gran grupo de empleados, entre el servicio y más escoltas, todos inclinados en reverencia hacia su nueva señora y damita.Albert las presentó, Megan y April tenían sus bocas abiertas, pues aunque ya habían visto el lujo y la opulencia en la mansión de los padres de Albert, ellas no esperaban vivir en un palacio como ese.Sobre todo cuando estaban acostumbradas a ese pequeño apartamento, que parecía ser más chico que la sala de Albert.El personal se retiró volviendo a sus deberes para dejar a la nueva familia a solas.—¡Wow!, ¡qué bonito!, ¿aquí es donde vives, papá? — Preguntó April sorprendida, entrando tomada de la mano de Albert.—Aquí es donde viviremos…—¡¿Qué?! — Voceo la niña.—Sí, a partir de hoy, ustedes vivirán conmigo aquí… Y adivina qué… — Albert se agach
—¡Señor Collins! Sea bienvenido… — Se acercó Dayana cuando Megan y Albert ya salían de la oficina. Megan se alejó dirigiéndose a su escritorio, al tiempo que Albert solo asintió muy serio, dejando a Dayana perpleja. — Eh… Señor, los encargados de la auditoría lo esperan en la sala de juntas y…—Ya estoy enterado… — Contestó Albert con la mandíbula apretada. — De hecho, voy para allá…—Por cierto, señor Collins, quería informarle que me tomé el atrevimiento de prepararle un informe de gestión de los últimos días, durante la auditoría… — Informó Dayana con una sonrisa complaciente. — Supuse que le podía ser muy útil para su reunión, porque descubrí algunos pequeños errores en la empresa, pero por problemas de redacción o cosas así, nada grave, por suerte… Si gusta, podría acompañarlo y mantenerlo al tanto de los pormenores durante su reunión… Yo misma.Albert inhaló profundo, visiblemente irritado, para interrumpirla.—No será necesario, hágame llegar su informe después… — Conte
Megan dio un paso hacia adelante, observando a Dayana de arriba para abajo con sospecha.—¿Qué…?, ¿qué hago aquí…? Eso… Eso no es de tu incumbencia… — Gruñó Dayana, mostrándose repentinamente enojada.—¡Claro que lo es! Usted se ha metido en la oficina del señor Collins sin autorización… — Refutó Megan.—Es lo mismo que ibas a hacer tú, ¿o no? — Dayana se cruzó de brazos.—Soy su asistente personal y por su puesto que tengo autorización, el mismo Albert me envió para….—¡¿Albert?! — Dayana elevó una ceja. — Es que ahora porque eres la noviecita de turno del jefe, te crees con autoridad, ¿no?, pues te recuerdo, niña, que yo soy tu superior y que no puedes hablarme así, eso es una falta de respeto… — Gruñó Dayana.—Yo no veo la falta de respeto de Megan en ninguna parte… — Voceo Albert desde más atrás, acercándose. — Creo que la única que se está saliendo de su papel, es usted, Dayana…—Se… Señor Collins… — Musitó Dayana sorprendida.—Le voy a explicar algo… — Siguió hab
—¿A qué debo esta inesperada visita? — Gruñó Albert, apretando la mano de Gianfranco con fuerza, al tiempo que arrugaba el entrecejo.—Mi estimado señor Collins… — Gianfranco soltó la mano de Albert, estirándola discretamente ante el fuerte apretón que había recibido, para luego tomar asiento al otro lado del escritorio. — Verá, llevo unos días en la ciudad, ya sabe, cerrando tratos, arreglando mis negocios y algunos asuntos pendientes… — Comentó muy casual. — Pronto me iré, pues ya he solucionado casi todo… Pero antes de irme, me pareció imperdonable no pasar por lo menos para saludarlo y felicitarlo…—¿Qué? — Albert lo miró confundido.—Ya sabe, lo vi en las noticias, me enteré de que piensan hacer mejoras en la empresa y en las otras sedes de su familia… Espero que en algún momento me tomen en cuenta para acompañarlos y me permitan volver a invertir…—Claro… Conoce los recaudos, solo debe someterse a los mismos requisitos que los demás… — Albert volvió a sentarse, aunque m
—¡¿Qué…?!, ¡¿qué demonios?!, mi teléfono está en silencio… No entiendo, yo no lo configure así.Albert revisó nuevamente, ¿cómo es que no había escuchado todas esas llamadas?—Déjame ver…Megan se acercó extrañada, solo para mirar y efectivamente, el aparato estaba en silencio, allí estaba la lista de llamadas perdidas de los números registrados, pero además, había varias llamadas perdidas de un número desconocido para Albert, uno que Megan, sí conocía bien.Era de la escuela de April.—¿Qué…? Ese… Ese número… — Tartamudeo Megan confundida, prácticamente arrancándole el teléfono a Albert de las manos.—No lo sé, no lo tengo registrado…—Es… Es de la escuela de April… ¿Cómo…?, ¿por qué te estaban llamando? — El pulso de Megan comenzó a acelerarse.—Oh, bueno… Cuando me presenté como su padre me pidieron algunos datos básicos… — Contestó Albert pensativo.—No… No es eso, Albert, algo debió haber sucedido para que estuvieran llamando… — Megan lo miró con preocupación, log
—¿Aún nada? — Isabella se acercó a su hijo, quien llegaba con una expresión de derrota.—No… — Albert exhaló todo el aire de los pulmones abatido. — ¿Dónde está Megan?—La dejé en tu habitación, ella… — Isabella suspiró. — Ella está muy mal…—Soy un idiota… — Albert pasó la mano por el rostro.—No digas eso, Albert… — Gimió Isabella con tristeza. — Ven, vamos, por qué no tomas un baño y me dejas curarte esos golpes… Tienes que descansar, no has dormido, ni comido nada, te ves terrible…—Estoy bien, debo seguir con la búsqueda…—Albert… — Murmuró Isabella, preocupada, viendo como su hijo se daba la media vuelta para marcharse nuevamente.—Dime por lo menos que ese tal Rizzo quedó peor que tú. — La voz de Máximo, quien tomaba una copa desde un rincón de la habitación, detuvo a Albert.—Eso no me consuela… — Gruñó Albert de espaldas. — Lo que quiero… Lo único que deseo ahora, es matarlo…—Bien… — Máximo se levantó de su asiento. — No estamos aquí solo por visitarlos y
Albert tiró el teléfono de Megan haciéndolo añicos, para luego hacer lo mismo con el teléfono de él frente a ella.—¿Qué…?, ¿qué pasa…?, ¿Albert, qué haces…? — Preguntó Megan, atónita.—Fue Dayana…—¿Qué?—Cuando la encontraste saliendo de la oficina, ella configuró nuestros teléfonos para que no nos enteráramos de las llamadas… Nos han estado escuchando… ¡Mald!cion, ellos sabían cada paso que dábamos, nos tenían vigilados, Megan! — Gritó Albert lleno de frustración.—No puede ser… — Musitó Megan preocupada.—Ahora voy a solucionar esto… Quédate aquí, ¿bien? — Albert la tomó por las mejillas, estampándole a Megan un beso en los labios. — Te juro que voy a solucionar esto, amor, solo dame algo de tiempo, voy a recuperar a nuestra hija, te lo juro, amor… — Albert deslizó las manos por el cabello de Megan con ansiedad. — Te juro que voy a traer muy pronto a nuestra hija de vuelta… — Salió apresurado, sin darle oportunidad a Megan de decir nada.— ¿Necesita tiempo? — Musitó e