VALERIASu aura fría y amenazante me rodeaba y aplastaba mi voluntad, caí de rodillas en el frío suelo cuando su sombra se cernió sobre mí.Había olvidado lo peligroso que era el Rey y quizás, ahora pagaría por mi estupidez.Lo sentí rebuscando entre el álbum y luego las cajas, quizás cerciorándose de que no hubiese dañado sus recuerdos valiosos.Se acercó a mí de repente y bajé mucho más la cabeza, mordiéndome el labio inferior para evitar que mis dientes castañearan.Agarró mi barbilla con fuerza y me hizo levantar la mirada para ver por encima de mí, sus ojos casi rojos como su bestia, llenos de ira e intenciones asesinas.— Nunca jamás en tu vida se te ocurra volver a revisar mis cosas privadas, ¡no te pases de la confianza que te he dado, Valeria! ¡Este lugar está prohibido para ti, no tienes el derecho de tocarlos! ¡¿Te quedó claro?! — Sssí, sí… sí, señor – le respondí tartamudeando, sintiendo la presión en mi barbilla y como si una mano invisible apretara mi cuello.— ¡Márchat
VALERIADa su espalda y se marcha al fin, dejándome por completo sola, mirando a la nada y pensando en sus palabras.Me levanté antes de que anocheciera, no me quería quedar sola tan pegada a ese bosque tenebroso. Colgaba unas enormes sábanas blancas en los tendederos, tenía que subirme en un banquillo para llegar a la cuerda y poner las pinzas de madera.La brisa fría batía, haciéndolas ondear y refrescando también mi mente.Bajo mi cabeza para rebuscar más pinzas en el delantal que llevo y cuando la levanto, lo veo.Del otro lado de la sábana, la enorme sombra de un lycan está de pie, sin hablar y sé muy bien que es él.La brisa sopla desde el bosque, suena como un lamento triste al filtrarse por las ramas de los árboles.Me quedo por unos segundos mirando esa temible y poderosa presencia y sé que el Rey también me observa desde el otro lado.Él tuvo todas sus razones para enojarse, como bien me gritó, yo no tengo el derecho de tocar las cosas preciadas de sus seres queridos.Solo
VALERIA Me miró un poco sorprendida al inicio, pero luego disimuló lo mejor que pudo y siguió en lo suyo. Supongo que mis cicatrices encandilaban a cualquiera. Prendas de vestir colgaban por todos lados y accesorios de costura llenando la vitrina en la pared del fondo. Me encantaba coser y bordar, en mis tiempos libres había practicado y era la que arreglaba toda la ropa de Dorian. — Valeria, ven conmigo a escoger los trajes para su majestad – la Gobernanta me ordenó y la seguí hasta el interior de la tienda. Nos pasamos un buen rato escogiendo telas y atuendos ya hechos, pañuelos, accesorios, todo, y prácticamente la decisión siempre recayó en mis gustos. Parece que el Rey quería ponerse elegante para ir a la manada “Silver Lake”. — Creo que con esto es suficiente – hablo con la Gobernanta que asiente. En eso, entra la dueña de la tienda, la Sra. Betty. — ¡Ya llegaron las telas nuevas, está todo listo! – dice entusiasmada y por alguna razón me mira con ojos brillantes y me
VALERIA— Sí, sí, por supuesto su majestad, que honor tenerlo en mi humilde tienda – enseguida la Sra. Betty le respondió con nerviosismo y se inclinó con respeto.— Gracias por su labor. Salga un momento señora Betty, abajo la espera Sasha para pagar— respondió, pero sus ojos no dejaban de mirarme ni un segundo.Aproveché que la costurera se marchaba deprisa, cerrando la puerta, para ir donde estaba doblado mi vestido y ponérmelo.Sin embargo, solo me acerqué al borde de la mesa cuando escuché unos pasos apresurados y me tensé al sentirlo pegado a mi espalda desnuda.Una mano rodeando mi cintura, acariciando mi vientre y la otra por encima del brazo con que me cubría los senos, solo una fina enagua sobre mis caderas separaba mi cuerpo del calor del Rey.— Suélteme, ¿qué cree que está haciendo? – forcejeé un poco intentando liberarme de su prisión, pero sus brazos se cerraron posesivamente, arrinconada entre la mesa y su enorme cuerpo que me cubría.El acelerado latido de su corazón r
VALERIA— Dígame si puede cumplir con esa condición o ahora mismo dejaré mi puesto Rey Aldric, yo no soy su prisionera – me le enfrenté por primera vez, levantando la barbilla y lista para resistir sus caprichos y egoísmo.Sin embargo, Aldric solo se quedó mirándome fijamente, podía sentir todo su cuerpo tenso, como si estuviese luchando con un enemigo interior, resistiéndose con todo.En sus ojos grises la bestia interior asomó con destellos rojizos como los ojos de su lycan.— Está bien – al fin capituló dando un paso atrás, apretando tanto los dientes que pensé que los músculos faciales se le reventarían – Acepto, solo por ahora.Responde y nos quedamos enfrentando voluntades.Si alguien me dice que haría algo como esto un mes atrás, le diría que está demente.— Necesitas estas ropas, no tienes qué ponerte, en esa manada las mujeres son muy snob, no quiero que nadie te señale. Solo imagina que son varios uniformes si eso te hace sentir mejor – me dijo y dio media vuelta sin esperar
VALERIACorrí sin pensármelo dos veces hacia el parquecito.No conocía a nadie aquí, pero simplemente no me puedo quedar tranquila mientras veo la vida de un pequeño peligrar frente a mis ojos.— ¡Valeria! – Aldric grita a mi espalda dándose cuenta de que me he movido de su lado.Llego hasta donde está el cachorro tendido en la tierra y la sangre sale de la profunda herida abierta en la parte de atrás de su cabeza, haciendo que su pelo castaño se vuelva un pegote.— Aguanta pequeño, aguanta – Saco el pañuelo que tengo en el bolsillo y lo aprieto contra su herida para detener el sangrado.Lo pego a mi pecho intentando girarlo, mis manos tiemblan pensando en que él puede estar muerto.Es un niño algo pálido, con mejillas rellenas y a penas está respirando.— ¡Edward! – escucho cerca de mí la voz de ese hombre asesino y levanto la mirada para verlo abalanzarse sobre el cuerpo del niño con ojos de preocupación.— ¡No te le acerques! ¡Vi muy bien lo que hiciste! – le grito indignada, prote
VALERIA — ¡Elena, cállate ya la boca y acompaña al mozo que lleve a Edward a su habitación para descansar! ¡Michael, ve a buscar el médico de una vez y hablaremos después tú y yo! – el Alfa empieza a ladrar órdenes. Me quedo en silencio detrás de Aldric con el ceño fruncido, nada más puedo hacer. Presencio como se llevan al cachorro con más color en las mejillas y sin sangrar, lo cual me tranquiliza. Al parecer fui la única que presenció la maldad de ese hombre contra su hermano y no soy quién para meterme en sus asuntos familiares. De verdad espero haberlo malinterpretado. — Su majestad que vergüenza esta bienvenida. Le pido una disculpa a usted y a su doncella, mi hijo menor nació con una deficiencia en las piernas muy rara en nuestra raza y él no puede caminar bien. — Aun así, es muy travieso y siempre nos pone en aprietos. Él se va a recuperar, no se preocupe señorita - el Alfa sigue disculpándose e inclinándose frente al Rey. Solo por su alteza es que no me han l
VALERIALa alcoba en realidad era linda, con una cama, un closet, un pequeño tocador y un amplio ventanal que da a las vistas de un hermoso lago.— Este es su cuarto y ahí está el baño compartido, con la bañera que le prometí – señala a otra puertecita al fondo.— Espere un momento, pero para salir de aquí tengo que pasar por la habitación de su majestad, esto no tiene salida al pasillo y además ¿baño compartido?, ¿el Rey no tiene baño personal, debe atravesar toda mi habitación para utilizarlo? – le señalo lo obvio.¿Quién diseñó estas alcobas tan incómodas?— Lo lamento, no me quedan más cuartos libres – me responde con la cara más dura que la piedra del suelo.— ¡Su majestad! – me giro un poco indignada hacia Aldric que me observa feliz desde la puerta entre los cuartos.— Preferiste quedarte aquí Valeria, así que ahora no podemos hacerle el feo al Alfa Garret, esta es la habitación que hay disponible, deja de hacer berrinches – me responde ¡y puedo ver todo lo complacido que está