VALERIACorrí sin pensármelo dos veces hacia el parquecito.No conocía a nadie aquí, pero simplemente no me puedo quedar tranquila mientras veo la vida de un pequeño peligrar frente a mis ojos.— ¡Valeria! – Aldric grita a mi espalda dándose cuenta de que me he movido de su lado.Llego hasta donde está el cachorro tendido en la tierra y la sangre sale de la profunda herida abierta en la parte de atrás de su cabeza, haciendo que su pelo castaño se vuelva un pegote.— Aguanta pequeño, aguanta – Saco el pañuelo que tengo en el bolsillo y lo aprieto contra su herida para detener el sangrado.Lo pego a mi pecho intentando girarlo, mis manos tiemblan pensando en que él puede estar muerto.Es un niño algo pálido, con mejillas rellenas y a penas está respirando.— ¡Edward! – escucho cerca de mí la voz de ese hombre asesino y levanto la mirada para verlo abalanzarse sobre el cuerpo del niño con ojos de preocupación.— ¡No te le acerques! ¡Vi muy bien lo que hiciste! – le grito indignada, prote
VALERIA — ¡Elena, cállate ya la boca y acompaña al mozo que lleve a Edward a su habitación para descansar! ¡Michael, ve a buscar el médico de una vez y hablaremos después tú y yo! – el Alfa empieza a ladrar órdenes. Me quedo en silencio detrás de Aldric con el ceño fruncido, nada más puedo hacer. Presencio como se llevan al cachorro con más color en las mejillas y sin sangrar, lo cual me tranquiliza. Al parecer fui la única que presenció la maldad de ese hombre contra su hermano y no soy quién para meterme en sus asuntos familiares. De verdad espero haberlo malinterpretado. — Su majestad que vergüenza esta bienvenida. Le pido una disculpa a usted y a su doncella, mi hijo menor nació con una deficiencia en las piernas muy rara en nuestra raza y él no puede caminar bien. — Aun así, es muy travieso y siempre nos pone en aprietos. Él se va a recuperar, no se preocupe señorita - el Alfa sigue disculpándose e inclinándose frente al Rey. Solo por su alteza es que no me han l
VALERIALa alcoba en realidad era linda, con una cama, un closet, un pequeño tocador y un amplio ventanal que da a las vistas de un hermoso lago.— Este es su cuarto y ahí está el baño compartido, con la bañera que le prometí – señala a otra puertecita al fondo.— Espere un momento, pero para salir de aquí tengo que pasar por la habitación de su majestad, esto no tiene salida al pasillo y además ¿baño compartido?, ¿el Rey no tiene baño personal, debe atravesar toda mi habitación para utilizarlo? – le señalo lo obvio.¿Quién diseñó estas alcobas tan incómodas?— Lo lamento, no me quedan más cuartos libres – me responde con la cara más dura que la piedra del suelo.— ¡Su majestad! – me giro un poco indignada hacia Aldric que me observa feliz desde la puerta entre los cuartos.— Preferiste quedarte aquí Valeria, así que ahora no podemos hacerle el feo al Alfa Garret, esta es la habitación que hay disponible, deja de hacer berrinches – me responde ¡y puedo ver todo lo complacido que está
VALERIAEl Altar era hermoso, quien lo hizo gastó mucho esfuerzo, eso era seguro, pero no tenía esa vibra intensa y oscura que me atrajo hacia el otro.Al pie de varias montañas nevadas, con enormes cascadas cayendo a los lejos, en un claro despejado del bosque de pinos a nuestro alrededor, se alzaba un altar con la base en forma redonda, donde estaban todos esos arabescos que en realidad, no decían nada en concreto.Por encima la escultura en forma humana de una hermosa mujer vestida con velo y una delicada y sensual túnica, que representaba a la Diosa.Sus manos abiertas y la cabeza elevada mirando al cielo. Detrás unas alas salían de su espalda como si en cualquier instante fuera a emprender el vuelo hacia las estrellas y un enorme y redondo disco lleno también de pequeñas y exquisitas tallas en la piedra.Por un segundo, todos nos quedamos asombrados, incluso Aldric y el Alfa sonreía satisfecho del Altar Lunar de su manada.Me pregunto si sabría que era falso, como muchas cosas en
VALERIAEnseguida caminé hacia la cama con el corazón apretado en mi pecho, pero suspiré aliviada cuando lo vi abrir sus ojitos azules, bien vivo y coleando.— Muchas gracias, señorita Valeria, por ayudarme en el parque – me dice con una tierna voz infantil educada que me derrite el corazón.Lo más triste de todo, dada mi situación de posible infertilidad, es que siempre me han encantado los cachorros.— De nada, pequeño Edward, solo hice lo que cualquier persona haría – le respondo sentándome en el borde de la cama.Él sonríe con dulzura y su mano suavecita sale a agarrar la mía, apoyada en el edredón.Se ve tan solito en este oscuro y solitario cuarto, no necesito estar aquí por mucho tiempo para darme cuenta que el hijo “defectuoso” no es el favorito.— ¿Puede abrir las cortinas, por favor? Hay demasiada oscuridad – le pido a la doncella y por un segundo siento la rigidez en la mano de Edward, pero al mirarlo, no tiene nada extraño y enseguida se relaja.Las pesadas cortinas se abr
VALERIANo sé qué tanto misterio se trae el Rey, espero que no esté tramando otra de las suyas para enredarme en sus trampas de casanova.— Srta. Valeria, me estoy haciendo pipí – me dice de repente la tímida voz, tirando de la manga de mi vestido.— ¿Ahora? ¿Puedes aguantar un poquito hasta que venga tu papá? – le pregunto, pero me dice que no, moviéndose inquieto sobre la silla de ruedas.“Ay Diosa, ¿ahora cómo soluciono esto?” Pienso en llevarlo a unos arbustos en el bosque, pero pregunto a la señora sentada a mi lado y me dice que hay baños públicos en una dirección.Agarro la sillita de Edward y caminamos hacia allí.Se encontraba en una de las calles cerca a la plaza, al final de un callejón.Pero al llegar y ver a los hombres entrando y saliendo por una vieja puerta de madera que decía “Baño Comunitario”, tuve otro problema.¿Cómo voy a entrar a un sanitario lleno de machos?Eso es imposible, así que iba a por la opción de llevarlo al de las hembras que estaba al lado.— Esper
VALERIAEmpujé la puerta de madera que casi se caía de las bizarras y emitió un sonido chirriante.Adentro, el olor a moho, madera podrida y descomposición, abofetearon mi nariz, mis ojos ajustándose a tanta oscuridad.Miré a mi lado unos restos de leños de algún marco de puerta y tomé uno entre mis manos temblorosas, jugando a la heroína, una vez más.Esto que hacía era demasiado peligroso y poco inteligente, lo sabía, pero no podía dejar que se lo llevaran justo frente a mis ojos, no podía perder a otro cachorro o no me lo perdonaría.Paso a paso me interné en lo que parecía el recibidor y luego el salón, pendiente al suelo, donde las tablas se levantaron en algunos sitios, dejando oscuros y profundos agujeros que no se les veía el fondo.— ¡Srta. Valeria! – la voz llorosa de Edward me llamó desde arriba y subí la cabeza enseguida para verlo en lo alto de las escaleras, entre las sombras y los rayos de luna que se filtraban por el techo medio destruido.El hombre lo sujetaba por det
ALDRICCuando llegué a esa plaza y no vi a Valeria, la sangre se me enfrió en el cuerpo.Enseguida la intenté llamar por el vínculo, pero parecía estar muy lejos.Seguí su olor como un demente, hasta que vimos la silla del hijo del Alfa abandonada en un patio interior y algunas personas nos contaron lo que escucharon o vieron.Ella estaba de nuevo en problemas, de imprudente, persiguiendo a un desconocido.Sé que lo hacía por el cachorro, pero arriesgar así su vida y exponerse al peligro, me hace hervir la sangre con ganas de darle unas buenas nalgadas.“Valeria, no te voy a castigar si estás a salvo, juro que ni te voy a reñir, pero por favor, mantente con vida”Le rogaba en mi mente, corriendo a mi máxima velocidad por la manada, casi convertido en mi bestia, dejando atrás al Alfa que me seguía.Sin embargo, al llegar a esa casucha, pude sentir las ratas escapándose por detrás de la casa, pero no tenía tiempo para esos hombres, luego los cazaría.Ahora mismo, el intenso olor a sangr