PerlaVirginia, USA.Al llegar a la villa, la emoción me envuelve. Bajo de la camioneta y, al hacerlo, una de las mujeres del servicio se acerca para ayudarme con mi equipaje. Le agradezco con una sonrisa mientras ella me guía a través del camino adornado con flores y arbustos bien cuidados que rodean la casa.—De nuevo bienvenida a tu habitación, Perla —me dice con amabilidad, abriendo la puerta con un gesto.Le sonrío. —Que bueno verte. Al entrar, me detengo un momento, un aire de frescura y tranquilidad me rodea. Me giro hacia la mujer del servicio.—Gracias por tu ayuda —le digo sinceramente, y ella asiente antes de marcharse, cerrando la puerta detrás de ella.Una vez sola, respiro hondo, aún sintiendo la emoción de los últimos días en Sicilia. Pero ya es hora de trabajar y regresar a la vida real. Decido que necesito mi computadora y mi teléfono, así que rápido recojo mis cosas. Me dirijo hacia el despacho de Fabiano, donde sé que Leonor ya debe estar esperándome.Al llegar,
Fabiano Estoy sentado en el despacho, la luz se filtra a través de las ventanas, y el ambiente es tranquilo. Alberto, el padre de Fiorella, entra en la habitación con una sonrisa amplia, su energía siempre ha sido contagiosa y es imposible no recodar a mi padre. Siempre que veo su mejor amigo, lo recuerdo. —Fabiano, ¡tenemos mucho que celebrar! —dice, su voz rebosante de entusiasmo.—Así es, Alberto. El negocio con Adriano salió a la perfección —respondo, sintiendo una satisfacción—. Como te lo dije, todo salió muy bien. La sonrisa de Alberto se amplía aún más. —¡Eso es maravilloso, Fabiano! Me impresiona lo bien que has llevado los asuntos con los negocios, hijo —exclama, dirigiéndose a su minibar, para agarrar un decantador y dos vasos luego, sirve dos vasos de whisky—. Debemos brindar por esto —anuncia con su voz, ronca y enérgica Tomo el vaso que me ofrece y chocamos los cristales con fuerza antes de llevarlo a los labios. Así como él, no tardó tomar el primer trago. El líqui
PerlaFiorella entra en la oficina de Fabiano con una amplia sonrisa en su rostro. Lleva un vestido elegante que resalta su figura, y su presencia es inconfundible.—Hola, chicas. ¿Dónde está Fabiano? —pregunta, acercándose al escritorio con una confianza que me hace sentir incómoda.Leonor y yo intercambiamos miradas rápidas, y puedo ver en sus ojos que ella también siente un leve escalofrío al ver a Fiorella. Muchas más luego de lo que hemos hablado. —Fabiano está en una reunión con tu padre y regresará para el almuerzo —le informo, intentando sonar lo más natural posible, a pesar de la tensión en el aire.Fiorella asiente, su sonrisa permanece, pero hay algo en su mirada que me hace sentir alerta.—Ah, ya veo. —Luego se vuelve hacia mí—. Perla, ¿podemos hablar en privado?Siento cómo la tensión se acumula en mi pecho. —Claro —respondo, sin poder ocultar mi incertidumbre.Fiorella me mira con un aire de superioridad que me hace sentir un nudo en el estómago. Pero me tranquilizo, n
PerlaSalgo de la sala de estar con pasos rápidos, mi corazón late con fuerza mientras me dirijo al despacho de Fabiano. La tensión en mi pecho se siente cada vez más pesada. Al entrar en silencio, veo a Leonor sentada en la silla, sumida en sus pensamientos. Me siento a su lado, sintiendo la necesidad de compartir lo que acaba de ocurrir, pero ella se adelanta.—¿Qué ha pasado? —me pregunta Leonor, su mirada llena de preocupación al notar mi expresión abrumada—. Te ves distinta, ¿qué quería Fiorella? —no duda en preguntar. La miro a los ojos, tratando de calmar mi voz, pero estoy llena de ansiedad. Lo que ha pasado me tiene sin palabras. Las amenazas y el arma. —Fiorella sabe todo sobre mí y Fabiano —le digo, la realidad pesando como un plomo en mi estómago—. Yo no he hecho nada malo, ni estaba en secreto con él, pero se siente así. Quizás no debí meterme en esto. Esas personas son muy peligrosas. Leonor me observa con incredulidad, su ceño fruncido.—¿Cómo puede saberlo? Según
PerlaLeonor deja caer sus cosas sobre la mesa del escritorio mientras mira a Fiorella fijamente.—Entonces, esperemos juntas —dice y se vuelve a sentar a mi lado.—Pueden ir a descansar —dice con voz suave mientras mira sus uñas color rosa.Leonor me observa y luego le sonríe a Fiorella.—Nuestro jefe no nos ha dicho que tenemos descanso, querida —dice Leonor cruzándose de brazos. Yo solo me mantengo en silencio, esperando que Fabiano aparezca. Sin embargo en ese preciso momento Fabiano entra al despacho, y al instante siento una mezcla de esperanza y ansiedad en mi pecho. Me levanto de la silla, y Leonor hace lo mismo, ambas preparadas para la conversación que se avecina. Sin embargo, la atmósfera se vuelve más tensa cuando Fiorella, con una amplia sonrisa en su rostro, se levanta y se acerca a Fabiano.—¡Qué alegría verte! —dice, abrazándolo con efusividad.Fabiano, visiblemente incómodo, mantiene la distancia y responde con un simple:—Me alegro de verte también —responde sin toca
FabianoSalgo de mi oficina, la frustración burbujeando en mi interior. No puedo creer que Fiorella haya cruzado esa línea. Mi mente está llena de pensamientos desordenados mientras me dirijo hacia la sala principal, buscando a la última persona con la que quiero lidiar, pero que tengo que enfrentar esta situación se debe acabar. Cuando entro en la sala, la veo cruzando el espacio, sus pasos firmes y decididos. Con un impulso, la alcanzo y la llamo.—¡Fiorella!Ella se detiene, dándose la vuelta con un gesto de molestia visible en su rostro. El desdén que irradia es palpable, y no me importa. —¿Qué? —exclama molesta y mirándome fijamente.—Que me doy cuenta quien eres realmente, aunque ya lo sospechaba —respondo, sintiendo cómo mi voz se endurece—. ¿Qué te dio derecho a entrar a mi casa con un arma? o peor aún, amenazar a Perla, quien no te ha hecho nada, por cierto.Su risa suena sarcástica, y levanta las manos como si fuese lo más normal del mundo.—Sabes que eso es normal en nues
PerlaNo dudo en acceder al beso suave de Fabiano. Para besarlo mejor lo sujeto de las mejillas y él agarrando mis caderas me pega a su cuerpo, besandome con más intensidad. Lentamente, el beso va culminado y al despegar nuestros labios nos miramos fijamente. —No quiero que seas mi secretaria —dice Fabiano, rompiendo el silencio que nos envuelve—. No hay necesidad. Hablaré con las chicas del servicio para que se encarguen de todas tus cosas. Quiero que compartas mi habitación, porque tú vas a ser mi mujer. Debes tener tu lugar en la casa y es en mi habitación, como debe ser.Sus palabras me llegan al corazón. Me sorprende tanto que el aire se me escapa de los pulmones. Para mí, la idea de ser su mujer suena como un sueño. Pero al mismo tiempo, instinctivamente, una parte de mí lucha contra la idea de quedarme sin hacer nada.—Está bien —le respondo, sintiendo una oleada de emoción en mi pecho—. Estoy de acuerdo, Fabiano. Pero no quiero estar sin hacer nada. No quiero que pienses que
Perla La tarde se desliza suavemente, y el aroma del postre que Ángela ha preparado llena la cocina. Estoy sentada en una de las sillas de la barra del desayuno, con Leonor ya que decidimos hacer un pequeño espacio en el trabajo para hablar un rato y comer algo. —En algunos momentos he tenido que viajar en representación de Fabiano, ya que él está ocupado con otras cosas —comenta Leonor—. Ahora que tu estas, será un poco más relajado —me regala una sonrisa amable. —Sé que estoy con él, pero seguiré en el mismo lugar de trabajo. —Me parece bien —afirma con lentitud. —¡Aquí está! —vocifera Angela, llegando a la berra y nos entrega el trozo de pastel de chocolate a cada una. Miro el pastel y sonrío de inmediato. —Se ve tan exquisito —agrego, luego miro a Angela con una sonrisa—. Gracias, de verdad. —Si, gracias. Teníamos mucha hambre —dice Leonor. —Yo conseguí extraño que no recibí ni una llamada de ustedes —comenta Angela mirándonos. Agarro la pequeña cuchara, después miro a A