Dolores dio otro sorbo a su smoothie —Es tan relajante— comentó mientras miraba al apuesto masajista frente a ella —¿Qué edad tienes?—Dieciocho —respondió el masajista.—Con razón los hombres de ochenta siguen prefiriendo a las de dieciocho... resulta que las abuelas de ochenta también preferimos a los de dieciocho —bromeó Dolores, provocando las risas de Valentina y Daniela, llenando la sala de alegres carcajadas femeninas.Fernando, que inicialmente pensaba advertir a Valentina, dio media vuelta y se retiró al escuchar esto. Mejor dejar que cada quien enfrente su destino, que la señora se las arregle como pueda.Mateo permanecía en la puerta con una vena palpitando en su frente. ¿Cómo iba a imaginar que su abuela estaría por ahí bebiendo smoothie y recibiendo masajes? Una ola de furia oscura subió desde su pecho hasta su cabeza mientras sus ojos enrojecidos se clavaban en la causante de todo: ¡VALENTINA! ¿Acaso se había vuelto loca? ¡Esto era el colmo! Justo cuando pensaba que todo
No había nada.Sin embargo, Valentina quería marcharse y trató de retirar su delicada muñeca, pero los largos y firmes dedos de Mateo la sujetaron con fuerza mientras la arrastraba.—Mateo, ¿qué haces?... Suéltame, ¿a dónde me llevas? —tropezaba tras él, quien daba grandes zancadas.La sacó del spa y la metió en su lujoso Rolls-Royce Phantom. Media hora después, el auto se detuvo frente al Grupo Figueroa, donde nuevamente la arrastró dentro de la empresa.Esa noche, los empleados del departamento técnico estaban trabajando horas extra y se disponían a prepararse un café cuando vieron entrar a su imponente presidente arrastrando a Valentina, quien parecía una diosa. El sueño se les esfumó al instante. —Presidente —saludaron.Mateo pasó de largo hacia su oficina sin mirarlos. Los empleados inmediatamente empezaron a murmurar: —¿Esa es la esposa de nuestro presidente? ¡Dios mío, parece una diosa!Alguien tomó una foto de Valentina y la compartió en el grupo interno de la empresa, causando
Mateo no recordaba cuándo fue la última vez que la besó, solo sabía que ahora todo su cuerpo hormigueaba como si una corriente eléctrica lo atravesara.En ese momento, la chica se atrevió a explorar más, como un gatito que araña suavemente aquí y allá, hasta que finalmente atrapó su lengua y succionó con fuerza. Mateo sintió que ese hormigueo le subía por la columna directo al cerebro, como si ella estuviera a punto de absorberle el alma.Respirando pesadamente, dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre ella. Maldita sea, parecía que su cuerpo la recordaba. Tampoco había tocado a Luciana; a su edad las necesidades físicas eran normales, pero siendo naturalmente indiferente, antes no le había importado. Sin embargo, desde que conoció a Valentina, especialmente aquella noche de tormenta cuando ella lo ayudó, había probado esa sensación. Ahora, con solo tocarla, ese sentimiento resurgía, excitándolo sin control. Era una sensación terrible.Aflojó el agarre en su delicado cuello y Valentin
Los cinco exámenes estaban completamente resueltos.Mateo tomó rápidamente los papeles y los revisó; estaban llenos de su delicada caligrafía y todas las respuestas eran correctas. ¿Cómo era posible? Le parecía increíble que hubiera completado cinco exámenes en una hora, y todos con calificación perfecta. ¿Cómo lo había logrado?Miró con sospecha a Valentina dormida y llamó: —Fernando.La puerta se abrió y Fernando entró. —¿Qué necesita, presidente?—Fernando, ¡no puedo creer que hayas hecho esto bajo mis narices!Fernando estaba confundido. —¿Qué hice, presidente?Mateo arrojó los exámenes sobre el escritorio. —¡Le diste las respuestas a Valentina en secreto!Fernando se sintió impotente. ¡Qué injusticia, presidente, yo no hice tal cosa!Mateo se negó a escuchar las explicaciones de Fernando; para él, explicarse era encubrirse. Era imposible que Valentina pudiera completar cinco exámenes perfectos en una hora, a menos que Fernando le hubiera dado las respuestas.—Un mes sin sueldo. Qu
Sin embargo, Mateo realmente necesitaba levantarse. Con suavidad, retiró su brazo y se bajó de la cama para dirigirse al baño, donde tomó una ducha fría antes de vestirse con una camisa y pantalones negros.Al llegar a su oficina, se quedó paralizado al encontrar una hermosa figura —Luciana había llegado.—Mateo, no me digas que apenas te estás levantando —dijo ella con una sonrisa en sus labios rojos.Ya eran las ocho y Luciana nunca había visto a Mateo llegar tan tarde. Él se sorprendió, pues no esperaba que ella llegara tan temprano.En ese momento, Fernando entró apresuradamente —Presidente, acabo de ir al departamento de marketing, no sabía que la señorita Luciana estaba aquí...Fernando sabía que anoche su jefe había dormido con su esposa en la sala de descanso y que ella seguramente seguía allí. Ahora que Luciana había llegado, la situación se había vuelto incómoda. Se preguntaba si las dos mujeres terminarían peleando por su jefe, tirándose del cabello. Ni siquiera se atrevía a
Mateo abrió el armario y allí encontró a Valentina, acurrucada en un rincón con su largo cabello negro esparcido —tan pura e inocente. Al abrirse la puerta, sus ojos somnolientos lo miraron como un cervatillo asustado.Parecía una amante escondida, como si la esposa legítima hubiera llegado a sorprenderlos y ella hubiera tenido que saltar de la cama para ocultarse en el armario.—¿Qué haces escondida ahí? —preguntó Mateo frunciendo el ceño.Valentina acababa de despertar por la voz de Luciana, y al abrir los ojos se había encontrado en la cama de la sala de descanso. No recordaba cómo había llegado allí, solo que se había quedado dormida sobre el escritorio. Cuando Luciana entró furiosa buscando a alguien, ella se escondió en el armario por pánico.—¿Ya se fue Luciana? —preguntó mirándolo.Mateo permaneció en silencio.—Me escondí cuando vi que Luciana iba a entrar. ¿He sido buena, señor Figueroa? —dijo con una pequeña sonrisa levantando el rostro.Mateo suspiró. Lo que debería ser bue
Valentina suspiró con resignación. No esperaba nada en realidad, pues sabía que él jamás dormiría con ella —¡Luciana no lo permitiría!—, pero tampoco era necesario que la humillara de esa manera.—Mateo, ¿tanto me detestas? ¡Bien, entonces nunca más volverás a verme! —exclamó antes de dar media vuelta y marcharse, dejando un ambiente tenso entre ambos.Con el rostro ensombrecido, Mateo se dirigió a su oficina para ocuparse de unos documentos urgentes. No pasó mucho tiempo antes de que Luciana entrara.—Mateo, ¿cuándo nos vamos a la Universidad Nacional? Hoy la doctora milagro dará una conferencia allí. ¡Por fin podremos conocerla en persona! —Luciana, quien padecía una cardiopatía congénita, veía en la doctora milagro su única esperanza. Estaba especialmente emocionada porque, después de dos ausencias previas, la doctora finalmente asistiría.Mateo, quien también recordaba el asunto de la doctora milagro, sentía curiosidad por conocer a esta misteriosa médica de extraordinarias habilid
A solas en el camerino que Esteban había vaciado por petición suya, Valentina se acomodó frente al espejo del tocador. Con delicados movimientos, recogió su abundante melena azabache en una cola baja que dejaba al descubierto la grácil línea de su cuello. Aunque su belleza natural rara vez necesitaba realces - pues había sido bendecida con facciones perfectas - esta vez decidió aplicarse un maquillaje discreto y un toque de color en los labios, realzando aún más su ya cautivadora presencia.En ese momento, se escuchó la voz de Esteban desde afuera:—Buenos días a todos.Valentina se puso de pie y levantó una esquina del telón para mirar: el enorme auditorio estaba repleto, sin un solo asiento vacío, mientras varias cadenas de televisión filmaban el evento.Esteban, parado en el podio, habló por el micrófono:—Buenos días a todos, hoy nos reunimos aquí para...La multitud exclamó al unísono:—¡Doctor Milagro!—Exacto —sonrió Esteban—. Hoy tenemos el gran honor de recibir a Doctor Milagr