Capítulo56
—¡Vamos, el que se eche para atrás es un cobarde!—gritó Faustino, remangándose la camisa. Llevaba tiempo deseando darle una lección a ese viejo.

—¡Faustino, papá, por favor, no peleen!—Larisa, a un lado, miraba con desesperación, sin saber qué hacer.

—¡Rugido!

Justo cuando Faustino y Federico estaban a punto de pelear, un rugido salvaje resonó. El rugido aterrador resonó por toda la montaña occidental. Con un par de crujidos, una pantera de ojos brillantes saltó de la densa maleza. Era enorme, con una expresión feroz, sus ojos penetrantes parecían capaces de devorar almas, fijos en Federico, como si estuviera a punto de enloquecer.

—¡¿Una pantera?!—Federico se quedó paralizado, temblando de miedo.

—¡Ay! ¡Un tigre, no es una pantera, hay una pantera carajo! —Larisa gritó, abrazando a Faustino, su cara pálida de terror. Solo Faustino mantuvo la calma, incluso parecía contento.

El tigre era inteligente; su hostilidad hacia Federico indicaba que sabía que Federico iba a atacar a Faustino.

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