CAPÍTULO 40

— ¿Estás bien? Puedo ir y estar contigo cariño.

Suspiré, observando aquella puerta que se encontraba enfrente.

¿Sería capaz hoy de entrar a esa habitación? ¿Hoy lo haría?

—Noah —escuché, reaccionando y prestando atención a lo que decía mi madre.

— ¿Si? —pregunté distante.

—Te preguntaba si podía ir a visitarte hoy.

—Voy a estar un poco ocupado, tal vez mañana —comenté, sin quitar mi vista de aquella puerta.

Era un maldito cobarde.

—Eso me vienes diciendo hace cuatro días.

—Cuatro días —susurré—. Hace siete días estaba por pedirle matrimonio a...a ella.

Decir su nombre dolía, pero recordarla me mataba lentamente con el paso de los días.

—Noah —soltó un sollozo.

—Quiero estar solo por favor, no vengan. No los recibiré.

Corté la llamada y guardé el teléfono.

Me acerqué hasta la puerta y reposé mi frente en ella, suspiré pensando y dándome cuenta que allí adentro no había pasado el tiempo, todo estaría como aquella mañana lo dejamos, la cama revuelta, algunos pares de zapatos desordenados
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