A las cinco de la madrugada, Damián fue llamado al centro de la ciudad.El estado de Mariana había empeorado, con complicaciones que requirieron dos horas de reanimación para estabilizarla.Damián no había dormido en toda la noche y, completamente agotado, se quedó dormido en el sofá.Tuvo un sueño donde volvía a Rivera Azul, viendo el espléndido atardecer de aquel día. Él y Aitana estaban sentados uno junto al otro en la barandilla de cemento de la presa, Aitana con su caballete al hombro, y en el lienzo estaba un joven Damián—[Damián, ¿entre nosotros habrá lealtad eterna, sin abandonarnos jamás?][¡Sí! En el corazón de Damián, Aitana es lo más importante.][Entonces Damián, casémonos.]...—Aitana, Aitana.Damián murmuraba en voz baja, acariciando repetidamente la espalda de su esposa.Ella había regresado, no se había ido. Aitana había dicho que entre ellos nunca habría traición ni abandono, ella todavía recordaba sus promesas iniciales...Mariana se quedó atónita, paralizada.Origi
Ocasionalmente, iba al hospital a visitar a Mariana.Pero la mayor parte del tiempo, prefería estar solo, pensando en silencio sobre Aitana.Durante un tiempo, Damián actuó de manera extravagante, bebiendo cada noche en el club.Había una joven cuyos rasgos se parecían mucho a los de Aitana, especialmente un pequeño lunar rojizo en la comisura de sus ojos.Mientras ella servía las bebidas, Damián se recostaba en el sofá, observando en silencio ese lunar, con mirada profunda.Fue durante toda una semana, gastando 100.000 dólares en vino tinto.El gerente del club captó la situación y llamó a la joven.El gerente, que necesitaba un favor de Damián, al saber que estaba solo, quiso ofrecerle compañía. Mirando a la joven, dijo en voz baja: —Sirviendo bebidas aquí, como mucho ganarías unos 20.000 al año, pero si te vas con el señor Uribe sería diferente: ropas finas, joyas, mansión, sirvientes... placeres que ni puedes imaginar.La joven se mordió el labio: —El señor Uribe siempre ha sido muy
En un abrir y cerrar de ojos, llegó finales de octubre.El estado de Mariana continuaba deteriorándose. Temiendo no encontrar un donante de riñón a tiempo, propuso dar la vuelta al mundo, pero Damián no estuvo de acuerdo, diciéndole que esperara un poco más.Mariana notaba que aunque él estaba físicamente presente en el hospital, su mente estaba en otra parte.No pudo evitar sentirse ansiosa, queriendo capturar el corazón de Damián.El sábado por la noche, una famosa obra de teatro llegó a Palmas Doradas con un elenco impresionante. Mariana consiguió dos entradas para un palco e invitó a Damián.Damián instintivamente rechazó: —No estás bien de salud, quédate en el hospital.Mariana ya se había cambiado de ropa.Al oírlo, bajó la mirada y comenzó a llorar: —Precisamente porque no estoy bien quiero salir. Damián, hace mucho que no veo una función. ¿Quieres que pase el final de mi vida postrada en una cama de hospital esperando la muerte? Tendré cuidado, no me expondré a ningún virus.Dam
Apenas cuatro años después de la boda, Damián Uribe ya mantenía un romance secreto. Aitana Balmaceda, sentada en el asiento trasero de su lujoso automóvil frente a una exclusiva villa en las afueras de Palmas Doradas, observaba en silencio el encuentro clandestino de su esposo.La joven, vestida con un delicado vestido blanco, irradiaba juventud e inocencia. Caminaban de la mano como dos enamorados, y Damián la miraba con una ternura que Aitana jamás había conocido.—Me duelen los pies, ¡cárgame, Damián! —suplicó la chica con voz melosa.Aitana pensó que él se negaría. Después de todo, Damián era conocido por su carácter distante y difícil; ni siquiera por su nueva amante cedería ante tal capricho. Sin embargo, lo que vio la dejó atónita: su esposo acarició suavemente la delicada nariz de la joven y, con una mezcla de deseo y dulzura, la levantó en brazos como si fuera el tesoro más preciado del mundo.La muchacha, con naturalidad, deslizó sus blancas manos por la nuca de Damián, acari
Aitana se aferraba a las sábanas, sus dedos dejando arrugas desordenadas en la tela. Incluso en ese momento, no pudo evitar pensar: ¿acaso su amante no lo había satisfecho? ¿Por qué hoy se tomaba el tiempo de besarla en lugar de ir directo al grano?No sentía nada, excepto repulsión. Se quedó inmóvil como un pez muerto, dejando que Damián hiciera lo que quisiera - total, no conseguiría engendrar un hijo de todas formas.Al principio, el estado semidesnudo de Aitana había excitado a Damián, pero ahora que yacía como un tronco en la cama... ¿qué hombre no perdería el interés? Era desalentador.—¿Por qué te niegas ahora? —preguntó Damián, con el cabello brillante de sudor y las mejillas enrojecidas.Aunque sus encuentros íntimos eran escasos, solían tenerlos algunas veces al mes, intentando concebir. Aitana, recostada en la almohada blanca, observó a este hombre al que había perseguido durante cuatro años. Estaba cansada, agotada, y quería vivir para sí misma por una vez.Pero Damián no l
Damián asintió levemente y Miguel sonrió con calma, dejando el espacio a la pareja que compartía lecho pero no sueños.Después de que Miguel se fue, Damián miró el atuendo de Aitana frunciendo sus cejas:—¿Por qué vistes así? Ve a cambiarte, iremos juntos a cenar a la casa familiar.Aitana sabía bien que esa cena era para fingir un matrimonio feliz, todo por las acciones que tenía el abuelo Alejandro. A veces pensaba que Damián era bastante contradictorio - aparentaba ser noble y virtuoso, pero en el fondo era más ambicioso que cualquiera, nacido para el mundo de los negocios.Accedió a cooperar - antes de dividir los bienes con Damián, los intereses eran la prioridad.Regresó a su oficina para cambiarse al traje y bajó con Damián en el ascensor exclusivo.Solo estaban ellos dos en el ascensor.Damián miró su reloj y dijo con frialdad:—Después de hablar con Miguel, supongo que habrás desistido de la idea del divorcio. Hoy sigue siendo tu día fértil, prepárate cuando lleguemos a casa.
A las nueve de la noche, dejaron la mansión de los Uribe.Mientras se abrochaba el cinturón, Damián preguntó con aparente casualidad:—¿De qué hablabas con Lucas? Parecían tener una conversación bastante animada.—Ah, sí —respondió Aitana suavemente—, hablábamos de tu primer amor.Damián guardó silencio. Después de un momento, tomó suavemente la mano de Aitana y, con una inusual ternura en su voz, dijo:—Nunca me he acostado con ella.Aitana se recostó en el asiento, con lágrimas contenidas en los ojos. Sabía bien que esta ternura de Damián solo se debía a que estaba en sus días fértiles; él solo quería plantar su semilla en ella. Nada tenía que ver con el amor, y menos con ella.Se preguntaba si Damián aún querría retenerla si supiera que no podía tener hijos, o si se apresuraría a firmar el divorcio para buscar a la siguiente mujer digna de ser la señora Uribe.Esa noche Damián se estaba esforzando, acercándose a ella intentando despertar su deseo. Aitana se sentía miserable. Su espo
Aitana sabía que al revelar la verdad, no habría vuelta atrás con Damián. Pero cuando la decepción en el corazón de una persona alcanza su límite, uno se vuelve temerario y desea abandonarlo todo.Mirando a su amado esposo, expuso cruelmente su herida ante Damián. Mientras hablaba, su corazón dolía hasta el entumecimiento:—Damián, no necesitas considerar nada más. No solo el cargo en Grupo Innovar, ni siquiera quiero mantener el título de señora Uribe, porque no puedo te...Las palabras "tener hijos" quedaron incompletas cuando sonó el teléfono de Damián.Sin dejar de mirar fijamente el rostro de Aitana, contestó la llamada. Era la voz angustiada de Milena:—Señor Uribe, la situación de la señorita Urzúa es crítica, venga rápido.—Entendido.Damián colgó y se dirigió a Aitana:—Hablaremos después —dijo, caminando hacia su Rolls-Royce negro, listo para partir.Aitana permaneció allí, mientras una ráfaga de viento nocturno la hacía temblar de frío.Primero murmuró su nombre, luego su vo