Capítulo 119
Aitana no sospechó nada. Tampoco corrigió el trato, simplemente asintió.

Las manos de Zarina temblaban cada vez más. Esta esposa del magnate de Puerto Real tocó con dedos temblorosos aquel pequeño lunar escarlata, con tanto cuidado como si estuviera tocando un tesoro invaluable.

¿Eres tú? ¿Eres mi preciosa hija perdida? Llena de esperanza pero temerosa de equivocarse, sus dedos rozaron la parte posterior de la cabeza de Aitana mientras murmuraba: —Señora Uribe, veo un cabello blanco en la parte de atrás, déjame quitártelo.

Aitana se sorprendió: —Nunca había notado que me salieran canas.

Zarina arrancó suavemente un delicado cabello negro. Luego le dio a Aitana la ropa para cambiarse y, al colocarse frente a ella para abotonarla, sus movimientos se volvieron más lentos, con lágrimas en los ojos.

Si esta Aitana frente a ella era realmente su hija, habían pasado 22 años desde la última vez que le abotonó una prenda.

Hija, han pasado 22 años antes de que mamá pudiera tocarte de nuevo.

Aque
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