“¿Ah, en serio?”, pregunté, con mi voz llena de excitación. Él se sacudió y dio un paso atrás, dejándome dar la vuelta para mirarlo.

“Así es”. Me quedé allí de pie mientras él regresaba a su escritorio, tomaba el teléfono y oprimía un botón. Esperé a ver lo que tenía que decir. “Cancela todas mis citas”. Y luego volvió a colgar el teléfono.

“¿Por qué hiciste eso?”. Volvió a sentarse en su escritorio y me llamó con el dedo. Me acerqué y esperé la siguiente orden. “¿Sí?”.

“Ven y siéntate aquí”. Palmeó el escritorio frente a él. Hice lo que me dijo. Siempre me ponía falda para trabajar, por momentos como estos. Al principio, me sentí cohibida por ello, pero lo superé rápidamente.

Sus manos subieron por mis muslos y bajaron mi ropa interior. Me las quitó por completo y las dejó caer al suelo. Moví las cosas de su escritorio a un lado, para poder acostarme, y él acercó su silla y se sentó entre mis piernas. Sus ojos estaban al nivel de mi vagina, mientras separaba mis piernas y hacía de