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Le pregunté cómo es que terminó en esta fiesta, me contestó, “Facebook”, ahí entendí. Resulta que en Venezuela se tropezó con mi hija, al preguntarle por mi ella le contó lo que sabía sin mucho detalle, él por costumbre de ser periodista completó con lógica los huecos del relato de mi hija, aprovechando la proximidad de su ya planificada huida se dedicaría a buscarme, pero entre una cosa y otra lo fue postergando hasta que la semana pasada, cuando lo llamó su madre desde Maracay para avisarle que la policía lo andaba buscando por fraude y alguna otra cosa inventada por el rector de una universidad quien (muy merecidamente por cierto) lo acusó por el engaño aquel del antropoide inventado. La policía al parecer ató cabos y se inventó algún crimen más solo para encontrarme a mí, claro eso es especulación de ambos.

Una vez pasado el susto inicial y a expensas de su madre, Alexis buscó ayuda con un primo de la señora, un tal Wenceslao Reinefield Levi quien como buen judío ayudó a s

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