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Capítulo cuarenta 

Busco ropa en uno de los cajones gigantes del armario, me la pongo y salgo de la habitación con cierta cautela, bajo los escalones con cuidado y llego a la puerta principal, a lo lejos puedo ver una silueta de pie y me apresuro hasta llegar a su lado. 

—Hola—Omar se estira con sus manos en los bolsillos—Pensaba que no vendrías. 

—Tú me solicitaste, pero la verdad es que no me acordaba, si no fuera por los puntos que tengo de las inyecciones en las manos—me abraza y se despega rápidamente—¿a qué vino eso? 

—Tal vez porque no te he dado ninguno, y siendote sincero necesito uno más grande, pero aquí no, tú—hace comilla con los dedos—hombre me mataría si me ve contigo—gira en dirección a la mansión y tira de mi brazo—justo abajo queda el parque, vamos&m

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