04. Bienvenidos al Caos

🦋✨|.Allison Collins.|🦋✨

Cuando llegamos al apartamento de Matthew, el ambiente se volvió tenso al instante. Matthew, con su habitual sarcasmo, nos condujo hacia el interior mientras comentaba: —No se hagan ilusiones —dijo él con una sonrisa torcida, empujando la puerta.

— Mi humilde morada no es precisamente el Buckingham Palace.

El comentario sarcástico fue solo un aperitivo. El verdadero golpe vino cuando el interior se desplegó ante mis ojos.

Una mezcla de cajas apiladas, ropa sucia y restos de comida cubría el suelo como una alfombra descuidada. Y el olor. Dios, el olor.... una mezcla agria de humedad y desperdicios. Me atacó la nariz como un puñetazo invisible, obligándome a dar un paso atrás.

Charlotte me miró, la incredulidad y la risa peleando por espacio en su expresión.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó, con una mezcla de agobio y resignación, como si todo lo que pudiera salir mal ya hubiera salido peor.

Sentí el peso del día tirando de mis hombros, como si la carga se hubiera duplicado solo por estar allí. Cerré los ojos un segundo, buscando una calma que no llegó.

—Dormir —contesté, soltando el bolso que cayó al suelo con un golpe seco. Dejé escapar un suspiro largo y profundo, como si con él pudiera exhalar toda la fatiga que me aplastaba—. Mañana veremos cómo arreglamos este desastre.

Me giré hacia Matthew. Él seguía de pie, las manos en los bolsillos, esa media sonrisa clavada en la cara como un sello de despreocupación.

Matthew, por favor… —le dije, esbozando una sonrisa que esperaba fuera más divertida que exasperada — ¿Cuándo piensas cambiar, eh?

Él encogió los hombros, despreocupado como siempre, como si el caos a nuestro alrededor no fuera una responsabilidad, sino una especie de paisaje que él solo visitaba.

—Lo siento, hermanita —dijo, sin una pizca de verdadero remordimiento—. Supongo que no nací para esto de la limpieza.

——Ya nos dimos cuenta.

Señaló la única puerta cerrada.

—Pueden dormir en mi cuarto. El sofá es todo mío.

Charlotte y yo intercambiamos una mirada de resignación antes de entrar a su habitación. No estaba en mejores condiciones.

Charlotte soltó una carcajada, cubriéndose la boca con la mano.

—Dime que esto es una broma —susurró, con los ojos llenos de lágrimas de risa.

Me pasé una mano por la cara.

—Espérame aquí —le dije, con un suspiro—. Voy a ver si consigo sábanas limpias en casa de Ethan.

Salí de la habitación y, al pasar por la sala, vi a Matthew dormido en el sofá, hecho un ovillo en una posición tan incómoda que no entendía cómo lograba respirar. Parecía un gato callejero buscando calor.

Sacudí la cabeza y me dirigí al apartamento de Ethan.

Cuando la puerta se abrió, me encontré con Emma.

Genial.

Su mirada me recorrió de arriba abajo, sin molestarse en disimular su desagrado. Nunca me había caído bien, pero era parte de la vida de mi hermano y tenía que aceptarlo.

—¿Dónde está Ethan? —pregunté, esforzándome por sonar neutral.

—En la habitación —respondió con su tono seco, como si cada palabra le costara.

Asentí y avancé… pero no tuve que llegar muy lejos.

Ethan apareció tambaleándose bajo una montaña de sábanas y cojines, intentando mantener el equilibrio como si estuviera cargando un castillo de naipes.

Una almohada se deslizó y le golpeó la cara.

No pude evitar la carcajada.

—¿Quieres ayudarme o prefieres seguir riéndote? —refunfuñó, mirándome por encima del montón de tela.

Me crucé de brazos.

—Tentador, pero creo que ayudaré.

Suspiró con alivio mientras yo tomaba parte de la carga.

—Gracias —murmuró, mientras avanzábamos con las sábanas tambaleándose en nuestros brazos—. Y por favor, no se acostumbren a esto.

—Tranquilo —dije, divertida—. No pensaba hacerlo.

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