Can jamás había tenido una vida familiar, por lo que ahora, estar con Sira y Marina en aquella casa lejos de todo, era lo más parecido a eso. Amaba estar ahí con ellas. El desayuno por las mañanas cocinando por ambos, el enseñar a su hija a nadar en ambas piscinas, recolectar conchas en el mar y ponerlas en una cubeta, esas caminatas a lo largo de la playa pero, sobre todo, verlas felices. Marina no paraba de sonreír, sólo quería estar a su lado, incluso cuando se quedaba dormida después de tanto jugar. Sila, por su parte, estaba relajada. Los primeros días se la había pasado observando la situación, mientras se asoleaba al lado de una de las tantas piscinas o sobre una toalla en la arena. Después comenzó a integrarse y a estar cada vez más cerca de Can, quién presumía su bien formando cuerpo en ese traje de baño que había comprado en uno de los centros comerciales de la ciudad, ya que no habían traído ropa para ese tipo de clima. Sin querer o más bien, de forma natural, todo iba pe
Las confesiones más importantes se habían dicho y, como si fuese una especie de permiso, ellos estaban dispuestos a retomar lo que años atrás había quedado en esa habitación en el penthouse de Can. Ni él, ni Sira sabían, en este punto, si el tiempo había sido su aliado o su enemigo, si les había evitado un rompimiento prematuro o dado el tiempo justo para volver a ser felices. No sabían que pasaría, ni lo que otros pensarían pero, sí que era una oportunidad y debían tomarla, así como otros habían tomado la oportunidad de hacerles daño; era su momento.Asimismo, junto con las oportunidades, se acercaba también el final del año y, por primera vez los tres lo festejarían juntos, por lo que debía ser especial, algo inolvidable, lleno de magia y con el sello “Tan Can” que tanto lo distinguía ya que, lo único que le importaba era hacer a su hija y a Sira felices, y de crear una atmósfera familiar y de romance que le ayudara con su primer propósito del año: que Sira y Marina se quedaran con
Convencer a Sira de ir al Spa fue un poco más difícil de lo que esperaba ya que, al ser fin de año supuso que todo estaría lleno, las calles abarrotadas y posiblemente algunos locales cerrados. Sin embargo, entre Can y Marina lo lograron y justo a tiempo para que Kika pudiera entrar a la casa y convertir todo en la fiesta perfecta de año nuevo para la familia. Así, los tres se fueron al Spa dándole a Marina la sorpresa de su vida al notar que no era tal y como ella lo imaginaba y gustándole aún más de lo que creía. Can, como siempre, había reservado todo el lugar para ellos solos, por lo que cada masaje, tratamiento y menú estuvieron disponibles. Si ellos querían, pudieran quedarse en el lugar todo el día hasta el anochecer, pero no podía ser así, era indispensable que regresaran a la casa, para empezar así el verdadero festejo. El día en el Spa, fue en verdad relajante y muy provechoso, ya que se dejaron consentir por completo por los masajes, el jacuzzi y el sauna, al igual que po
Era la segunda vez que Marina viajaba en una limusina y, al parecer, le gustaba, por lo que iba feliz viendo por la ventana, saludando a las personas que pasan por la calle y que le devolvían el saludo y pidiéndole a su padre que comprara una para que pudiese llevarla todos los días al colegio, algo que, a Can y a Sira, le hizo mucha gracia. Para Sira está era una de las tantas veces más que viajaba en un auto así. El siempre hecho de hacerlo, le trajo memorias de cuando era asistente de Sara Alemán y tenía que viajar con ella, arreglando su cabello y revisando cada detalle, por lo que nunca había disfrutado de la experiencia de ir bebiendo champaña y sintiéndose como una celebridad. Can, en cambio, no le importaba nada de esto, absolutamente nada. No era fanático de las limusinas, ni de las camionetas grandes, incluso le gustaba, ahora, más la camioneta de cuatro puertas que había comprado para poder moverse en Cienfuegos y recoger a su hija. Sin embargo, hoy lo hacia por hacer a s
-Dos días después, por la noche- Una noche espectacular de fin de año fue lo que tuvieron Can, Sira y Marina, uno que los tres jamás olvidarían y que sabían sería parte de las pláticas de la pequeñita en los días venideros. Asimismo, Can y Sira también tenían otras razones para recordar el festejo, ya que, ambos habían iniciado el año con un beso, que no solo les había dado el cierre y el apertura perfecta, si no una ola de recuerdos que ya no temían esconder. Era evidente, los dos estaban dispuestos a intentarlo pero, Sira, tenía asuntos que resolver, antes de poder continuar; o al menos eso quería. Julio seguía presente en su vida, y no solo porque él la llamaba casi todos los días para ver como se encontraban, si no porque era su prometido y, aunque, Sira se había quitado el anillo de compromiso desde su llegada a la playa, ella sabía que tenían una plática pendiente, muchas cosas que decir y sobre todo, decisiones que tomar. Mientras tanto, seguía en su papel de próxima novia pl
Los besos entre Can y Sira comenzaron a aumentar de nivel y por ende, los cuerpos comenzaron a calentarse, como dos supernovas que acababan de alcanzar su máxima velocidad. Inmediatamente, las manos de Sira buscaron por debajo de la playera de Can y comenzó a acariciar su pecho con un deseo que tenía guardo desde hace tiempo atrás. ⎯Amo te pecho ⎯ le murmuró ella. Encima de sus labios mientras Can la arrinconaba entre la encimera y su cuerpo. ⎯Y yo te deseo tanto, Sira Zas. Desde que te fuiste no tienes idea como te he deseado ⎯ le confesó, para después, colocar sus manos por debajo de sus muslos y levantarla ⎯ ¿me deseas? Preguntó. ⎯Como no tienes idea. Así, como si le hubieran dado la palabra mágica, Can caminó por la cocina hasta el pasillo que llevaba a las habitaciones. Él la azotó levemente contra la puerta de su habitación y ambos se vieron a los ojos para comenzar a reír bajito. ⎯Lo siento ⎯ murmuró Can ⎯¿crees que puedas abrir la puerta? Después de hablar, Can volvió b
Entre besos y caricias, Sira y Can hicieron el amor tantas veces como pudieron, hasta quedarse profundamente dormidos, cansados, con los labios rojos y las pieles sensibles, de todo el placer que habían sentido. Así, ambos habían recordado lo mucho que se amaban, lo que que se extrañaban y dejado atrás la tristeza de lo que otras personas les hicieron y les habían hecho sentir. Después de tantos años, Can y Sira volvían a estar juntos y era su momento de retomar ese romance que se había quedado en esa habitación donde los dos se habían entregado por primera vez. […] -Al día siguiente- En total silencio se encontraba la casa cuando el cuerpo de Sira comenzó a reaccionar para después despertarse. Ella se encontraba boca abajo, con la espalda completamente descubierta, mientras las manos se encontraban debajo de la almohada, abrazándola, y la cabeza de lado viendo hacia la ventana. Amaba despertar en esa pequeña casa al lado del mar, escuchar las olas mientras desayunaban en la terraz
El Gran Engaño ©Safe Creative Código 2110259628684#ElGranEngañoDespués de pasar un final de año maravilloso en a playa, y un inicio lleno de amor y buenos deseos. El momentos de regresar a Cienfuegos llegó, y Can, Sira y Marina ahora traían una vibra diferente, una dinámica familiar que cualquier persona lo podía notar, y solo quedaba cerrar unos asuntos pendientes. Cuando los tres llegaron al lugar, Cienfuegos era un hielo, uno tan helado que les hizo añorar los días en la playa, bajo el cálido sol del Caribe Mexicano y tomando esas piñas coladas infinitas que Can maravillosamente podía ser. Así, tomaron un taxi en la estación del tren, y llegaron a casa de Sira donde, inmediatamente, al abrir la puerta, se encontraron con el rostro de la madre de Julio. ⎯¡Vaya, llegaron! ⎯ dijo con un tono bastante raro. Marina entro por la puerta, abrazando uno de sus peluches, mientras Sira la tomaba de la mano ⎯¿qué pasa?, ¿qué hace aquí?, pensé que se habían regresado ya ⎯ habló Sira extra