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Capitulo 2. Una jefa de temer

—Ciana, llegas tarde de nuevo. ¿Qué crees que pasará cuando se den cuenta que siempre llegas tarde?

—Lo sé, lo sé, lo siento mucho. Voy a intentar llegar temprano.

—No puedo cubrir tu turno todo el tiempo, sabes lo que me pasaría.

—Te prometo que a partir de mañana llegare temprano a este escritorio.

Su compañera la mira fijamente no creyendo mucho en su palabra, pero que otra opción tenia.

—De acuerdo, pero que sea la última. Y ponte a trabajar, tienes una pila de documentos en tu escritorio.

—Sí, ya organizo todo esto.

Ciana comienza a organizar su escritorio lo más rápido posible, no quería que la pillaran con las manos en la masa. No estaba en condiciones para que la despidieran. La joven rubia levanta la mirada para ver a través del cristal de la puerta.

Intentaba acelerar el trabajo antes de que…

—Joder, allí viene…—dice quitando todo de su escritorio.

—Date prisa.

Ciana guarda todos los documentos justo cuando su jefa hace acto de presencia en la recepción privada que conecta con su oficina.

—Buenos días, quiero que me pasen todas las llamadas, ahora mismo.

La pelirroja avanza sin siquiera mirarlas, ambas secretarias guardan silencio sabiendo que su jefa no se encontraba muy feliz esa mañana… en cuanto se encierra en la oficina las jóvenes se ponen manos a la obra.

—Esta de malas, iré por su café —dice Ciana poniéndose en pie.

Mientras camina hacia la dispensadora de café, Ciana suelta el aliento. Llevaba 2 años trabajando para esa compañía, y aunque no podía decir que era un infierno, su jefa sí que lo era.

Mónica era la versión más horrible de una mujer, todo el tiempo se encontraba amargada y de muy mal humor y trataba al personal de la peor manera. No comprendía como es que Dorelis la soporto por tanto tiempo.

Ciana niega mientras observa como taza con café va llenándose poco a poco. Si no hubiera sido por Dorelis no sabía que hubiera sido de ella, por suerte su amiga pudo encontrarle un empleo y casualmente este fue como la segunda asistente de la jefa.

Dorelis le contó que ninguna permanecía lo suficiente en su puesto de trabajo, Mónica la enloquecía al punto de querer odiarla. Y ella llevaba 2 años trabajando para esa mujer y realmente la detestaba.

Con tantos desplantes que le hacía a diario comprendía porque todas esas chicas salían corriendo, todas menos Dorelis. Ciana toma la taza con café y regresa sobre sus pasos a la oficina para escuchar el nuevo discurso de su jefa.

Pasa directo a la oficina encontrando a la mujer hablando por teléfono de manera exasperante.

—¿Y yo he dicho que quiero cambiar de opinión? No me importa lo que pienses, no me interesa lo que quieras—Ciana percibe que estaba muy enrojecida, sin embargo ella deja la taza con café sobre la mesa y hace amago de salir.

Pero no le fue tan fácil, la mano de su jefa se cierra alrededor de su muñeca que la hace detenerse. Ciana permanece allí de pie a su lado mientras que ella insulta a quien sea que estuviera del otro lado del teléfono.

La joven rubia observa la mano de su jefa notando sus perfectas uñas y la extravagante y lujosa joyería que la hace preguntarse cuánto dinero podría tener esa mujer.

—Niña —en ese instante Ciana reacciona al darse cuenta de que había terminado con la conversación —. ¿Porque no tengo en mi escritorio todas las llamadas? Hasta donde sé, tú eres la encargada de eso.

—Fui por su café, en seguida le traigo las llamadas.

—He escuchado que siempre llegas tarde a la oficina, ¿Qué tan cierto es eso? —Ciana se tensa.

—Yo llego temprano señora Mónica.

—Espero que me estés diciendo la verdad, porque si descubro que has estado llegando tarde al trabajo no dudare un segundo en despedirte por incompetente. Ahora ve a buscar mis llamadas.

—En seguida.

Ciana sale casi que corriendo de la oficina, en lo que cierra la puerta mira a su amiga Dorelis, de inmediato esta le tiende las hojas con todos los registros de llamadas.

—¿Esta muy de malas?

—Horriblemente de malas —responde Ciana tomando los documentos —. Creo que sospecha que he llegado muy tarde, si se da cuenta de que lo he estado haciendo me echara.

—Debes intentar llegar temprano, yo te entiendo perfectamente, pero al menos haz el intento.

La joven asiente para luego regresar a esa infernal oficina, en cuanto ingresa su jefa le estaba dando un sorbo a su café y de inmediato frunce el ceño.

—A parte de incompetente, no sabes ni preparar un maldito café —deja la taza con mala gana sobre el escritorio —. Dame esas llamadas y vete de aquí.

Una vez en su escritorio la joven frota su rostro sintiendo ganas de dejar todo tirado, esa mujer insoportable la sacaba de quicio.

—Ten paciencia, es lo único que puedo decirte.

—No entiendo cómo es que pudiste soportarla tanto tiempo.

—No me quejo de mi salario, y tú tampoco deberías de hacerlo.

—Soy básicamente tu asistente, mi salario no se iguala al tuyo. Encima de que ella me quiere fuera de esta compañía.

—Es así con todo el mundo. Hasta con su marido.

Ciana observa a su mejor amiga mientras que teclea en su ordenador, en ese momento la rubia no comprendía como es que esa mujer tenía un esposo. Y mucho menos lo entendía a él por soportarla.

Es que, ¿Quién podía aguantarse el mal genio de esa mujer todos los días por la mañana? Parpadea y siente lastima por la vida que los ricos llevaban. Con tanto dinero y solo eran unos amargos infelices.

—¡NO ME INTERESA LO QUE DIGAS! —en eso la bruja sale de la oficina pegando gritos que hace que las secretarias se enderecen en sus asientos—. No me amenaces con tus estupideces, no me das miedo.

La pelirroja avanza por el pasillo hasta la puerta de cristal siendo observaba por ambas chicas.

—Si quieres venir, hazlo, sin embargo no me harás cambiar de parecer.

La puerta se cierra ellas dejan de escuchar los gritos de su jefa, sin embargo podían verla caminar con prisa haca el ascensor.

—Joder, sí que esta cabreada esta mañana —musita Ciana.

—Espero que no despida a nadie—dice Dorelis ganándose una mirada de susto de su amiga.

Ciana no quería pensar que ella siguiera en la lista de despedidas, necesitaba hacer su trabajo bien y evitar llegar tarde. Su jefa estaba muy de malas y lo más consiente era no darle motivos para que la echara.

[…]

Por suerte la hora del almuerzo llego muy rápido y era el momento en el que Ciana tenía un momento de paz, la voz de su jefa no estaba por ningún lado.

—La hora del almuerzo es la única vez que veo tu rostro de felicidad.

—Mónica no esta aquí.

—Vamos Ciana, cuando te ofrecí el empleo sabias bien a lo que debías atenerte.

Dorelis tenía mucha razón, se lo advirtió muchas veces. El mal genio de su jefa era voraz, no existía empleada que la soportará. Hasta ella misma se sorprendía al pensar que llevaba 2 años soportando a esa loca.

Su amiga fue un gran apoyo y le debía mucho, no podía defraudarla. Necesitaba hacer un buen trabajo y evitar que Mónica pensara que tanto ella como Dorelis eran unas inútiles.

—Lo sé, lo siento mucho amiga. Tratare de llegar temprano para evitar meterte en problemas.

—Me preocupa más que seas tú la que se meta en problemas.

Ambas amigas sonríen y niegan mientras sigues pellizcando sus almuerzos…

De regreso a la oficina con algunos minutos de tiempo, las amigas se percataron de que los empleados se encontraban un poco inquietos. Se dirigen al ascensor sin entender lo que estaba sucediendo.

—¿Qué estará pasando? —pregunta Ciana a su amiga al subirse al ascensor.

—No tengo idea, pero todos están muy inquietos y cuando se comportan de esa manera es porque…

Pero justo en ese momento algunas empleadas abordan el ascensor y comienzan a cotillear. Las amigas guardan silencio para ver si lograban enterarse sobre lo que estaba sucediendo. Pero aquellas mujeres no decían nada, solo miraban por encima de sus hombros.

En cuanto las puertas metálicas del ascensor se abren las dos jóvenes vuelven a mirarlas y sonríen.

—¿Ustedes que se traen? —fue Dorelis quien las enfrento.

—Van a necesitar mucha suerte esta tarde.

Las puertas se cierran dejando a ambas peor que antes.

—¿Y esas dos que carajos les pico? ¿Por qué han dicho eso?

—¡Oh, no! —Dorelis frunce el ceño.

—¿Qué está pasando?

El ascensor llega al piso de la oficina de Mónica y ambas terminan por salir al mismo tiempo, pero Ciana no dejaba de mirar a su amiga, su expresión no le agradaba para nada. Algo le hacía pensar que las cosas no pintaban bien para ella.

Dorelis llevaba años trabajando en esa compañía, se podía decir que sabía mucho de todo lo que pasaba allí.

—Dorelis, me puedes decir lo que está pasando —pregunta tomando asiento.

—Es que…—pero su amiga no termino de decir una sola palabra ya que ambas escucharon un grito proveniente de la oficina.

—¡NO VENGAS A ORDENARLE QUE ES LO QUE DEBO HACER, TE PROHIBO QUE ME DE DIGAS QUE HACER CON UN DEMONIOS!

Las dos miran la puerta sin decir una palabra. En ese instante Ciana supo que el problema no era con ella.

—¡Ay no! —escucha a su amiga hablar lo que la confunde aún más.

Su jefa estaba histérica y aquel genio se debía desde esa mañana.

—¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué esta tan enojada?

—Siempre quieres actuar como el más inteligente de los dos, y no pretendo permitirte que pases por encima de mí. Yo he tomado una decisión y tú tienes que aceptarlo —su jefa continuaba gritando

—Pero ¿con quién está allí dentro? —Ciana ya se sentía bastante curiosa.

—¿A dónde vas? ¿Crees que ya hemos terminado? ¿Has venido de tan lejos solo para decirme esta porquería de queja?

En eso ambas jóvenes se irguen en sus sillas en cuanto escuchan que el pomo de la puerta cede.

Ciana baja la mirada puesto que no estaba dispuesta a que Mónica la mirase a los ojos y terminara pagándola con ella.

—Estoy hablando contigo, no me dejes hablando sola.

La rubia escucha la chillona voz de su jefa, la verdad es que sentía mucha curiosidad por levantar la mirada. Pero se repetía una y otra vez que ese no era asunto suyo, no tenía que estar de mirona ya que Mónica era de temer.

—Ya he hablado contigo Mónica, y deja de estar dando esta clase espectáculos delante de los empleados.

Ciana deja de teclear en el acto sintiendo que todo su cuerpo se paraliza, sintió correr por su cuerpo una especie de sudor frío que la hizo tensarse en ese instante.

—Y a mí que me importa los empleados, ¿crees que eso me importa?

—No continuare discutiendo contigo sobre este tema y mucho menos en este lugar, pero ten por seguro que no hemos terminado la conversación.

—No, vamos a terminar la conversación ahora mismo Phil.

Al escuchar aquel nombre la hizo expandir un poco más sus ojos y en ese momento su corazón comenzó a latir frenéticamente. No solo era la voz, también era el nombre, ¿era posible?

—Basta, sabes bien que has comido un grave error que le costara mucho a la compañía, y todo por tu imprudencia. Ahora tengo que solucionar ese problema antes de que la lleves a la quiebra.

—Yo misma puedo solventar cualquier problema, no necesito que hagas nada. Y te prohíbo que metas tus manos en esto, tememos un acuerdo, ¿o no lo recuerdas querido esposo?

< ¿Esposo?>

Ciana no pudo resistirlo más y termino por levantar la mirada muy lentamente, mientras que lo hacía iba observando la figura masculina que se encontraba justo delante de su escritorio. En cuanto vio el rostro de aquel hombre no lo creyó.

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