Una duda sofocante comenzó a crecer en el corazón de la Reina. Darius y los demás tenían razón. Darren era un convicto del Principado del Amanecer y parecía cercano a la mujer que intentó hacerse pasar por la Diosa de la Luz. Ella debía tener cuidado con él.

“Su Majestad, ¿la habría ayudado a defenderse de Vernon si realmente hubiera planeado en lastimarla? Además, mi vida está en sus manos ahora. Sería sentenciado a muerte si la enveneno”, explicó Darryl cuando vio la expresión de la Reina.

La Reina meditó sus palabras. Después de diez segundos más o menos, ella asintió. “Está bien, te creeré esta vez”. Luego, tomó la píldora de Darryl y la ingirió mientras Darius entraba en pánico.

Los guardias reales esperaron con gran expectación a que la medicina hiciera efecto. Ellos incluso comenzaron a posicionarse alrededor de Darryl, cerrando cualquier vía de escape para él. Le volarían la cabeza si la Reina mostrara el más mínimo signo de incomodidad. Darryl, para su beneficio, no estaba