BIANCA.
Habían pasado horas o minutos desde que sucedió. Estaba desesperada al final de los asientos de la lancha, mordiendo mi labio y mirando al firmamento que se extendía en nuestras cabezas. Don seguía controlando la pequeña cabina de mandos, centrado en unas coordenadas que sólo él recordaba. Luka se acostó sobre mi lado, tenía los ojos cerrados. Parecía cansado.
Me moví sin despertado. Debía descansar, no teníamos ni idea de lo que pasaría después de aquello.
Íbamos de camino a una isla desconocida.
Giovanni la compró hace años, su dirección fue borrada de todos los mapas que exi
BIANCA.—¡Luka dile a el idiota de tu jefe que admita que es un inútil y que nos hemos perdido! —bramé sentándome lejos.Ellos estaban al frente, mirando el horizonte azulado y sin nada. No había nada. Solo agua y más agua. El sol ya se había dejado ver hacía poco, ninguno de nosotros había dormido excepto Luka. Y cuando había despertado nos regañó por haberlo dejado dormir.—No estamos perdidos, ¡joder! —gruñó —. Sólo que estamos cerca, dentro de poco divisaremos la isla.Giovanni estaba furioso. Las puntas de sus orejas adquirieron un noto rojizo, y sus fosas nasales se dilataron con cada palabra mal sonante que vociferaba. Ya estaba harta
Don. Los rusos supuestamente ya ni tendrían que atacarnos, pero lo hicieron y de qué manera. Había llevado a Bianca a un matadero, casi la pierdo por usarla de nuevo. Me sentía extraño, las miradas de Luka eran raras. Aquellos dos tenían algo y pensaba descubrirlo. Nadie iba a tocar a Bianca a parte de mí, no podían hacerlo porque yo... Porque era mía. Y podría sonar posesivo, pero no me importaba. Aquella mujer me tenía bien cogido de los huevos, haría conmigo lo que quisiese y yo me dejaría como un bendito gilipollas enamoradizo. Eso es lo que era. No podía amarla, eso sería su destrucción, también la mía. Ella era demasiado chiquita para enfrentarse a una legión de rusos armados y a media mafia entera. Eso es lo que pasaría si alguna de esas ratas que buscaban mi muerte, consiguieran descubrir lo que sentía por Bianca. No dudaba de sus capacidades, porque se convertiría en una gran arpía s
Bianca Giovanni adoptó la típica sonrisa de superioridad. —Puedes ponerte mi camisa. Estoy seguro de que no estás cómoda con ese vestidito que se te pega al cuerpo. —No voy a ponerme tu camisa. —Joder, Bianca. Si te quedas desnuda no podré mantener mis ganas de follarte —balbuceó ronco —. Ponte la m*****a camisa y tapa tu cuerpo antes de que me vuelva loco. Abrí los ojos sorprendida. Mis mejillas se enrojecieron cuando la sangre llegó hasta ellas. Nunca me sonrojaba. Y tampoco volvería a pasar. A partir de ese instante, ignoraría a Don. —Date la vuelta. —¿Qué? —preguntó incrédulo. —Voltéate para que pueda quitarme el vestido y ponerme la camisa —expliqué ligeramente cabreada. Él negó con la cabeza divertido. Entrecerrando sus ojos
Bianca.Cerré los ojos esperando el dolor, la bala penetrando mi piel sensible e introduciéndose en mi costado. El estruendo retumbó en toda la playa, hizo que los chicos militares se pusieran en alerta y empezaran a buscar por la zona. Entre la maleza advertí como se alejaban intentado averiguar de dónde provenía el sonido.Casi chillé del horror.Don recogió su pistola en la parte trasera del pantalón, me echó una ojeada rápida y sonrió mostrando lo seguro que se sentía. Me observé la cadera, no había dolor, no había sangre.—¿Te he hecho daño? —pregunt
Bianca.El refugio donde nos llevaron estaba situado dentro de la montaña de la isla. El camino o dónde estaba la puerta para entrar y salir, no lo sabía. Tampoco los pisos, ni si había habitaciones. Me habían llevado inconsciente, ya que después de que Don desapareciera de la playa, uno de esos hombres me molió a golpes hasta que quedé tendida. Todo había pasado muy rápido.No me arrepentía de nada. Aquello había hecho saber a mi mayor enemigo qué, yo no era una ovejita indefensa, aunque esa revelación me costará la muerte.Desperté en una habitación vacía, con solo un camastro que ni siquiera tenía un colchón. No había nada allí. Parecía una cárcel. El único espejo reflejaba las marcas que me había salido por la paliza de ese soldado,
Bianca.Una hora más tarde estaba perfectamente limpia, sin un rastro de sangre o arena en mi cuerpo. Me coloqué el uniforme que era una única pieza de color negro, con unas botas militares altas. Dejé suelto mi cabello que ondeaba a mis costados mientras terminaba de lavar mi ropa. Cuanto acabé, lo guardé en una bolsa que mi nuevo guardaespaldas me había entregado. No era raro tener a alguien detrás de mí, cuando vivía en las mansiones de ese hijo de puta de Giovanni también tenía a sus guardias vigilándome.Siempre me ponía vigilancia.¿De verdad estaba enamorado de mí? ¿O sólo era una simple obsesión porque todavía no me puso las manos encima como él quer&i
Bianca.Los dedos de Giovanni seguían vagando por mi ropa interior, quemándome la piel con su contacto agresivo. Su mirada se había vuelto oscura por el deseo, seguramente la mía estaba igual. Me sentía como una descarada allí subida a su regazo, con la cama de la litera cerca de mi cabeza. Aquello no era el sitio indicado para hacerlo.Pero me daba igual. Ya no aguantaba más.Tener a ese hombre debajo de mis piernas, me humedecía más de lo que había pensado y odiaba eso.Él se humedeció los labios para volver a mirarme a los ojos.—¿Esto e
Bianca.De nuevo encerrada, pero ahora mi situación era mucho peor. Elijah Miller estaba mirándome mientras me cepillaba los dientes con mis propios dedos. Haría todo lo que fuera necesario para salir de allí, antes de que me mataran. Él no había cambiado, seguía siendo el mismo mentiroso de antes. Lo repudiaba. Era un asco de persona.Y me había vendido a Don de una forma rastrera. Yo no había hecho nada. Yo ni siquiera sabía que seguía vivo. Debía tener un plan en lo más profundo de su mente y lo descubriría a como diera lugar.—¿Quieres preguntarme algo? —dijo él tumbado en el camastro con unos ojos perdidos.
Último capítulo