El sol brillaba sobre la estación de servicio, que rebosaba de movimiento. Los autos se amontonaban en las bombas, pero nadie quería ser atendido por otro que no fuera uno de los tres nuevos empleados. Eran tres hombres jóvenes, atractivos y carismáticos, que habían revolucionado el lugar con su presencia.—Por favor, llénelo como siempre—pidió una mujer desde el asiento del conductor, mientras sus amigas la acompañaban en el viaje de vacaciones. Bajó la ventanilla y se encontró con tres pares de ojos que la miraban. El que sostenía la manguera era el más llamativo: tenía una belleza andrógina, con rasgos delicados pero varoniles.—Será un placer, señoritas—dijo él con una sonrisa seductora, mientras se ajustaba el sombrero. Sus compañeros, Ryan y Roan, se encargaron de llenar el tanque.Las tres mujeres se ruborizaron y soltaron un grito ahogado. Se sentían afortunadas de tener la atención exclusiva de los tres galanes. Aprovecharon para cuchichear y sacar fotos con el celular.—¿Qué
—¿Qué tal el día, Abbey? —La voz dulce y armoniosa de la asistente de su novio la recibió al entrar en la casa.Abbey sintió una punzada de irritación al verla sentada junto a Evan, con una taza de té en la mano y una sonrisa angelical en los labios. Era como si fuera la dueña del lugar, y no una intrusa impuesta por el tío de Evan.Que infierno.Evan, por su parte, estaba absorto en la lectura de un libro, ajeno al malestar de su prometida. O al menos eso parecía.—Ya llegué—Abbey anunció, como si no hubiese escuchado el saludo de Cory.Evan entrecerró levemente los ojos al ver la molestia escrita claramente en las facciones de su futura esposa. “¿Estás segura de que la podrás soportar y acostumbrarte?” Pensó mientras la veía sacudirse la ropa de calle para entrar a la casa.De repente, Abbey sacudió la cabeza cuando se dió cuenta de algo. La casa le pareció irreconocible. Todo estaba nuevo, reluciente, sofisticado. ¿Cuándo habían hecho esa reforma? Se mordió el labio, seguro que ha
Abbey apenas había dado unos pasos cuando Evan la alcanzó por detrás, sin esfuerzo. En otras circunstancias, ella se habría sentido humillada por haber sido capturada tan fácilmente.—Pero si el celoso aquí soy yo —le murmuró al oído, haciéndola girar hacia él—. ¿Por qué eres la única que me vuelve loco?Abbey no podía creer lo que oía. ¿Qué estaba diciendo su prometido?—Un momento —Evan sacó su móvil y marcó un número, mientras le acariciaba el pelo.Abbey pasó de la sorpresa a la curiosidad. ¿A quién estaba llamando Evan en ese momento?—¿Con quién hablas?Evan le respondió mientras esperaba que le contestaran al otro lado de la línea.—Voy a decirle a mi tío que no quiero una asistente y que puedo hacer mi trabajo solo...Abbey se quedó sin aliento y se puso nerviosa. Negó con la cabeza, rápidamente.—¡No! ¡Espera! ¡No lo hagas!Evan hizo caso omiso y siguió hablando. Abbey saltó y le quitó el móvil.—¡Corta! —gritó, colgando la llamada.—Mmm —Evan frunció el ceño—. Cariño...—¡Es
Con un último tirón, Abbey cerró el tupper y lo metió en la bolsa térmica de flores.—¡Hecho!—exclamó, soltándose el pelo con un gesto rápido. Su coleta había cumplido su función de evitar que ningún mechón se colara en la comida—. Ya tengo lista la sorpresa.Una sonrisa traviesa iluminó su rostro y se alisó el flequillo con los dedos. En su mente, repasó su plan perfecto.—Hoy le demostraré a Evan lo mucho que lo quiero y lo necesito—se imaginó el rostro de su novio, lleno de asombro y de pasión al verla aparecer con el almuerzo—. Y de paso, le pondré los puntos a esa asistente que se le pega como una lapa.Recordó con la cara roja de vergüenza como su novio se abrió la camisa para que ella pudiera hacerle una marca de beso, un chupón más específicamente, marcándolo como suyo y así calmar su turbios pensamientos. Recordó haberlo besado lentamente, haber tocado sus abdominales y…—¡No!—se dijo a sí misma intentando poner los pies sobre la tierra y corrió al clóset para ponerse un abri
Evan sintió que el corazón se le paraba al oír esas palabras que lo destrozaban. Su mente se quedó en blanco, incapaz de procesar la realidad. El agotamiento le pesaba como una losa, ralentizando sus reflejos.Vio a su prometida alejarse corriendo, como una sombra fugaz que se desvanecía entre los árboles. Quiso seguirla, pero sus piernas no le respondían.—¿Qué?—balbuceó al fin—. ¡Abbey, no te vayas! ¡Yo…!De repente, el mundo se iluminó con un resplandor cegador, que le quemó los ojos como si mirara al sol. Se balanceó como un barco en una tormenta, sintiendo un vértigo que le revolvía el estómago. Los árboles se retorcieron como serpientes, susurrando palabras que no entendía. Un zumbido ensordecedor le taladró los oídos, como si miles de abejas le rodearan. Y todo se hundió en la oscuridad cuando perdió el conocimiento, sin saber si volvería a ver a Abbey alguna vez. Cory siguió el rastro de Evan, que había salido disparado tras su prometida, Abbey. A Corey le angustiaba la idea
Cory sintió que su corazón se aceleraba y sus ojos se iluminaban al ver a ese niño intrépido y poderoso que la había defendido de los matones de la escuela.Él la había protegido. Era como un héroe de leyenda y ella la damisela en apuros.—Eh, tú—la voz del niño la sacó de su ensueño—. ¿Vas a quedarte ahí plantada? Muévete, feucha.Cory se sintió como si le hubieran echado un cubo de agua fría. Su imagen idealizada del niño se desvaneció en un instante.—¿Qué? ¿Qué me has llamado?Por lo menos hablaba el mismo idioma que ella y no el francés.Evan se cruzó de brazos—. No me gusta que una niña rara y desaliñada me estorbe el paso—levantó la barbilla para mirarla con desdén—. Te acosan porque eres débil y no te aceptas a ti misma. Eres una víctima que se deja arrastrar y torturar por los demás. Eres fea, por dentro y por fuera.Las palabras de Evan le hirieron como cuchillos. Cory cogió un puñado de arena del suelo, donde aún estaba sentada, y lo apretó con rabia.—No te las des de supe
—Vamos, no es tan difícil. Solo tienes que entrar y... ya verás qué hacer después—se animó a sí misma, con voz vacilante. La verdad era que había llegado hasta allí por un arrebato de valentía, sin tener ningún plan en mente. Solo quería verle, hablar con él, explicarle lo que sentía.Respiró hondo, encajó la llave en la cerradura y luego... se echó hacia atrás de nuevo, mordiéndose el labio.¡Qué horror! Había sido ella la que le había pedido a su prometido un tiempo, un espacio, y sin embargo estaba allí, regresando como un perro con el rabo entre las piernas después de solo tres días. ¡Qué vergüenza!—Dios, esto va a ser tan incómodo—susurró, mirando a su alrededor, como si alguien pudiera verla ya que había estado en el mismo lugar por durante al menos diez minutos.Recordó lo que Cory le había contado sobre Evan, cómo su novio había defendido a Cory de unos bravucones en el colegio y todo lo demás. Recordó su sonrisa, su mirada, su abrazo. Bueno, era ahora o nunca.Cuando se acer
Evan se sentía como si le hubieran golpeado la cabeza con un martillo. La gripe le había dejado sin fuerzas y apenas podía abrir los ojos. Se los frotó con las manos temblorosas, intentando aliviar el dolor.A través de la ventana, vio cómo la nieve caía con furia, cubriendo el paisaje de blanco. El viento aullaba y hacía crujir las ramas de los árboles. Era un día de tormenta, y Evan se preguntó si Abbey estaría bien.—No seas imprudente, Abbey —susurró con voz ronca, recordando las últimas palabras que le había dicho antes de que ella saliera de la casa. Le había rogado que se quedara, que no fuera a la empresa que él lo solucionaría de cualquier manera . Pero ella no le había hecho caso. Era demasiado terca y valiente.El amor de su vida.(...)Abbey se lanzó al suelo y agarró las piernas del CEO con el que Evan debía cerrar el trato más importante de su vida. Con lágrimas en los ojos, le suplicó:—¡Por favor, le pido que espere a que Evan se recupere de su gripe! ¡Él es el único q