—Vamos, no es tan difícil. Solo tienes que entrar y... ya verás qué hacer después—se animó a sí misma, con voz vacilante. La verdad era que había llegado hasta allí por un arrebato de valentía, sin tener ningún plan en mente. Solo quería verle, hablar con él, explicarle lo que sentía.Respiró hondo, encajó la llave en la cerradura y luego... se echó hacia atrás de nuevo, mordiéndose el labio.¡Qué horror! Había sido ella la que le había pedido a su prometido un tiempo, un espacio, y sin embargo estaba allí, regresando como un perro con el rabo entre las piernas después de solo tres días. ¡Qué vergüenza!—Dios, esto va a ser tan incómodo—susurró, mirando a su alrededor, como si alguien pudiera verla ya que había estado en el mismo lugar por durante al menos diez minutos.Recordó lo que Cory le había contado sobre Evan, cómo su novio había defendido a Cory de unos bravucones en el colegio y todo lo demás. Recordó su sonrisa, su mirada, su abrazo. Bueno, era ahora o nunca.Cuando se acer
Evan se sentía como si le hubieran golpeado la cabeza con un martillo. La gripe le había dejado sin fuerzas y apenas podía abrir los ojos. Se los frotó con las manos temblorosas, intentando aliviar el dolor.A través de la ventana, vio cómo la nieve caía con furia, cubriendo el paisaje de blanco. El viento aullaba y hacía crujir las ramas de los árboles. Era un día de tormenta, y Evan se preguntó si Abbey estaría bien.—No seas imprudente, Abbey —susurró con voz ronca, recordando las últimas palabras que le había dicho antes de que ella saliera de la casa. Le había rogado que se quedara, que no fuera a la empresa que él lo solucionaría de cualquier manera . Pero ella no le había hecho caso. Era demasiado terca y valiente.El amor de su vida.(...)Abbey se lanzó al suelo y agarró las piernas del CEO con el que Evan debía cerrar el trato más importante de su vida. Con lágrimas en los ojos, le suplicó:—¡Por favor, le pido que espere a que Evan se recupere de su gripe! ¡Él es el único q
—Lo que quiero decir es que usted es una persona que está por encima de otros—Abbey se incorporó para sentarse como pudo bajó la atónita mirada del viejo CEO—. Toma una gran responsabilidad sobre sus hombros. No puede darse el lujo de enfermarse tan fácilmente. Es por eso que estoy haciendo lo mejor posible por el bien de todos.El viejo CEO la escrutó con desconfianza durante unos instantes, sin bajar la guardia. Luego soltó un suspiro de resignación y hizo una mueca con los labios.—Está bien, está bien, me has convencido, muchacha—le tendió la mano para ayudarla a levantarse, mientras la nieve caía sobre ellos—. Aplazaré la negociación hasta que Evan Jones esté en condiciones de asistir. Así que más te vale que se recupere pronto de su resfriado, antes de que me arrepienta de esta decisión.Abbey rompió a llorar de alegría y le apretó la mano con gratitud, sin importarle el frío.—Gracias, gracias, gracias, señor. No se va a arrepentir, se lo juro. Evan Jones es el mejor candidato
—Esta casa monoambiente nos ha dado tanto—se movió al compás de la canción que solo sonaba en su mente—. Nos ha visto crecer, reír, llorar, amar…¡Así que tenemos que dejarla limpia y brillante antes de irnos!—se giró hacia su prometido, que también la estaba ayudando—. ¡Oye, Evan, mira…!Lo vio echando una cantidad absurda y excesiva de jabón a un mueble para limpiarlo. El mueble estaba cubierto de espuma y no se veía nada más. Abbey chilló.—¡Pero qué haces!—corrió hacia él y empezó a quitar la espuma y el jabón del mueble, con gesto de horror—. ¡Esto es un exceso de espuma y jabón! ¿¡Cómo es posible que no sepas hacer las cosas más básicas de la casa!?Evan dejó sus utensilios de limpieza y se cruzó de brazos, ofendido.—¿Y cómo quieres que lo sepa? Nunca he limpiado ni hecho este tipo de cosas en mi vida. Siempre he tenido a alguien que lo hiciera por mí.—Madre mía—Abbey negó con la cabeza y con aire de superioridad dobló su trapo húmedo y se levantó para aclararlo fuera—. Cariño,
—¿Qué dices? ¿Ir a Canadá en tres días?—bramó y golpeó la mesa con furia, sin medir las consecuencias—. ¡Estás loco, eso es imposible!—¿Qué pasa? ¿No te gusta la idea?—Mont Jones se recostó en su sillón—. Canadá es la tierra de las oportunidades, donde tus sueños se harán realidad. Piénsalo bien.El joven CEO no podía articular palabra. Parecía un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca. Su tío tenía razón. Canadá era el país donde podría alcanzar el éxito y seguir sus sueños con pasión. Pero sintió un nudo en la garganta, y miró de reojo a su futura esposa, que estaba de pie a su lado, escuchando atentamente la conversación.Lo que no esperaba era el tremendo puñetazo que Abbey le propinó en el hombro, haciéndolo caer al suelo.—¡Ay! ¿Qué te pasa?—se quejó, masajeándose la espalda adolorida.El tío alzó las cejas, divertido por el espectáculo de la pareja.—¡Qué maravilla, amor!—Abbey saltó de alegría—. ¡Es una gran oportunidad para cumplir tus sueños! ¡No la dejes escapar,
—Señoras y señores gracias por la espera—Mont habló en el micrófono desde la tarima, observando desde arriba, a todos los presentes en la importante fiesta—. Por primera vez…Me gustaría presentarles formalmente al heredero de la empresa Jones. Mi sobrino: Evan Jones.Un estruendo de aplausos y ovaciones se desató en el auditorio. Abbey estaba entre el público, con los ojos brillantes de admiración por su prometido. No se dio cuenta de que Darleen se le acercaba sigilosamente.—Vaya, qué feliz te ves—Darleen le susurró al oído con un tono sarcástico.Abbey se sobresaltó y se giró para ver a Darleen, que tenía una expresión sombría. Era raro ver a Darleen tan seria o sensata, así que le prestó atención.—Sabes que el amor de tu vida se va a marchar muy pronto, ¿verdad? Yo estaría hecha un mar de lágrimas si fuera tú…Abbey le sonrió con compasión al oír el dolor en la voz de la ex novia de su novio.—No creas que no estoy triste—le dijo con sinceridad.Darleen arqueó las cejas mientras
Evan besó la frente de Abbey, continúo dejando besos en su cachete y cuello. Abbey se retorció bajo las caricias de su novio.—Evan…—gimió cuando sintió los dientes de él le pellizcaron la unión de sus senos, debajo del sostén.Pensó que seguiría, sin embargo, levantó la cabeza. Abbey arrugó el ceño, confundida.—¿Qué pasa? ¿Por qué no sigues?Evan entrecerró los ojos, viendo un costado de la cabeza de ella.—Espera un momento.Fue a paso pesado hacia la puerta bajo la mirada atónita de su novia. —¿Eh? ¿Evan?—se tapó con la sábana mientras lo veía cerrar la puerta con llave, bajar las cortinas e inclusive apagar su propio celular.Evan fingió limpiarse el sudor de su frente mientras suspiraba con alivio.—De este modo nadie nos interrumpirá.Abbey aguantó una carcajada. ¡Su novio está desesperado!—Perdón por hacerte esperar, Abbey—Evan le acarició la mejilla. De repente a Abbey un tipo de ira le subió por la espina dorsal. Agarró una almohada y miró a Evan.—¡Maldita sea! ¡Arruina
Ha pasado un año desde que Evan fue a Canadá. Mantuvieron el contacto tanto por llamada como por videollamada, todos los días, así que no se perdió el interés el uno con el otro.Pero un día, todo cambió. Abbey sintió que el corazón se le rompía al leer el mensaje que le envió su prometido.—Lo siento, Abbey. Estoy muy ocupado con el trabajo. No sé cuándo podré volver a hablar contigo.Ese fue el último rastro de Evan que Abbey recibió. Por más que intentó comunicarse con él, no obtuvo respuesta alguna. Ni una llamada, ni un mensaje, ni un correo. Nada.No podía soportar más la incertidumbre y el dolor. Decidió tomar el primer vuelo a Canadá, dispuesta a encontrar a su prometido y aclarar las cosas.Al llegar a Canadá, ella quedó maravillada con la belleza del país. Los paisajes, la cultura, la gente. Todo le parecía fascinante.—¡Qué lugar tan hermoso! ¡No me extraña que el turismo en Canadá sea tan popular!—exclamó, mientras caminaba por las calles con su maleta—. Seguro que Evan se