Con un último tirón, Abbey cerró el tupper y lo metió en la bolsa térmica de flores.—¡Hecho!—exclamó, soltándose el pelo con un gesto rápido. Su coleta había cumplido su función de evitar que ningún mechón se colara en la comida—. Ya tengo lista la sorpresa.Una sonrisa traviesa iluminó su rostro y se alisó el flequillo con los dedos. En su mente, repasó su plan perfecto.—Hoy le demostraré a Evan lo mucho que lo quiero y lo necesito—se imaginó el rostro de su novio, lleno de asombro y de pasión al verla aparecer con el almuerzo—. Y de paso, le pondré los puntos a esa asistente que se le pega como una lapa.Recordó con la cara roja de vergüenza como su novio se abrió la camisa para que ella pudiera hacerle una marca de beso, un chupón más específicamente, marcándolo como suyo y así calmar su turbios pensamientos. Recordó haberlo besado lentamente, haber tocado sus abdominales y…—¡No!—se dijo a sí misma intentando poner los pies sobre la tierra y corrió al clóset para ponerse un abri
Evan sintió que el corazón se le paraba al oír esas palabras que lo destrozaban. Su mente se quedó en blanco, incapaz de procesar la realidad. El agotamiento le pesaba como una losa, ralentizando sus reflejos.Vio a su prometida alejarse corriendo, como una sombra fugaz que se desvanecía entre los árboles. Quiso seguirla, pero sus piernas no le respondían.—¿Qué?—balbuceó al fin—. ¡Abbey, no te vayas! ¡Yo…!De repente, el mundo se iluminó con un resplandor cegador, que le quemó los ojos como si mirara al sol. Se balanceó como un barco en una tormenta, sintiendo un vértigo que le revolvía el estómago. Los árboles se retorcieron como serpientes, susurrando palabras que no entendía. Un zumbido ensordecedor le taladró los oídos, como si miles de abejas le rodearan. Y todo se hundió en la oscuridad cuando perdió el conocimiento, sin saber si volvería a ver a Abbey alguna vez. Cory siguió el rastro de Evan, que había salido disparado tras su prometida, Abbey. A Corey le angustiaba la idea
Cory sintió que su corazón se aceleraba y sus ojos se iluminaban al ver a ese niño intrépido y poderoso que la había defendido de los matones de la escuela.Él la había protegido. Era como un héroe de leyenda y ella la damisela en apuros.—Eh, tú—la voz del niño la sacó de su ensueño—. ¿Vas a quedarte ahí plantada? Muévete, feucha.Cory se sintió como si le hubieran echado un cubo de agua fría. Su imagen idealizada del niño se desvaneció en un instante.—¿Qué? ¿Qué me has llamado?Por lo menos hablaba el mismo idioma que ella y no el francés.Evan se cruzó de brazos—. No me gusta que una niña rara y desaliñada me estorbe el paso—levantó la barbilla para mirarla con desdén—. Te acosan porque eres débil y no te aceptas a ti misma. Eres una víctima que se deja arrastrar y torturar por los demás. Eres fea, por dentro y por fuera.Las palabras de Evan le hirieron como cuchillos. Cory cogió un puñado de arena del suelo, donde aún estaba sentada, y lo apretó con rabia.—No te las des de supe
—Vamos, no es tan difícil. Solo tienes que entrar y... ya verás qué hacer después—se animó a sí misma, con voz vacilante. La verdad era que había llegado hasta allí por un arrebato de valentía, sin tener ningún plan en mente. Solo quería verle, hablar con él, explicarle lo que sentía.Respiró hondo, encajó la llave en la cerradura y luego... se echó hacia atrás de nuevo, mordiéndose el labio.¡Qué horror! Había sido ella la que le había pedido a su prometido un tiempo, un espacio, y sin embargo estaba allí, regresando como un perro con el rabo entre las piernas después de solo tres días. ¡Qué vergüenza!—Dios, esto va a ser tan incómodo—susurró, mirando a su alrededor, como si alguien pudiera verla ya que había estado en el mismo lugar por durante al menos diez minutos.Recordó lo que Cory le había contado sobre Evan, cómo su novio había defendido a Cory de unos bravucones en el colegio y todo lo demás. Recordó su sonrisa, su mirada, su abrazo. Bueno, era ahora o nunca.Cuando se acer
Evan se sentía como si le hubieran golpeado la cabeza con un martillo. La gripe le había dejado sin fuerzas y apenas podía abrir los ojos. Se los frotó con las manos temblorosas, intentando aliviar el dolor.A través de la ventana, vio cómo la nieve caía con furia, cubriendo el paisaje de blanco. El viento aullaba y hacía crujir las ramas de los árboles. Era un día de tormenta, y Evan se preguntó si Abbey estaría bien.—No seas imprudente, Abbey —susurró con voz ronca, recordando las últimas palabras que le había dicho antes de que ella saliera de la casa. Le había rogado que se quedara, que no fuera a la empresa que él lo solucionaría de cualquier manera . Pero ella no le había hecho caso. Era demasiado terca y valiente.El amor de su vida.(...)Abbey se lanzó al suelo y agarró las piernas del CEO con el que Evan debía cerrar el trato más importante de su vida. Con lágrimas en los ojos, le suplicó:—¡Por favor, le pido que espere a que Evan se recupere de su gripe! ¡Él es el único q
—Lo que quiero decir es que usted es una persona que está por encima de otros—Abbey se incorporó para sentarse como pudo bajó la atónita mirada del viejo CEO—. Toma una gran responsabilidad sobre sus hombros. No puede darse el lujo de enfermarse tan fácilmente. Es por eso que estoy haciendo lo mejor posible por el bien de todos.El viejo CEO la escrutó con desconfianza durante unos instantes, sin bajar la guardia. Luego soltó un suspiro de resignación y hizo una mueca con los labios.—Está bien, está bien, me has convencido, muchacha—le tendió la mano para ayudarla a levantarse, mientras la nieve caía sobre ellos—. Aplazaré la negociación hasta que Evan Jones esté en condiciones de asistir. Así que más te vale que se recupere pronto de su resfriado, antes de que me arrepienta de esta decisión.Abbey rompió a llorar de alegría y le apretó la mano con gratitud, sin importarle el frío.—Gracias, gracias, gracias, señor. No se va a arrepentir, se lo juro. Evan Jones es el mejor candidato
—Esta casa monoambiente nos ha dado tanto—se movió al compás de la canción que solo sonaba en su mente—. Nos ha visto crecer, reír, llorar, amar…¡Así que tenemos que dejarla limpia y brillante antes de irnos!—se giró hacia su prometido, que también la estaba ayudando—. ¡Oye, Evan, mira…!Lo vio echando una cantidad absurda y excesiva de jabón a un mueble para limpiarlo. El mueble estaba cubierto de espuma y no se veía nada más. Abbey chilló.—¡Pero qué haces!—corrió hacia él y empezó a quitar la espuma y el jabón del mueble, con gesto de horror—. ¡Esto es un exceso de espuma y jabón! ¿¡Cómo es posible que no sepas hacer las cosas más básicas de la casa!?Evan dejó sus utensilios de limpieza y se cruzó de brazos, ofendido.—¿Y cómo quieres que lo sepa? Nunca he limpiado ni hecho este tipo de cosas en mi vida. Siempre he tenido a alguien que lo hiciera por mí.—Madre mía—Abbey negó con la cabeza y con aire de superioridad dobló su trapo húmedo y se levantó para aclararlo fuera—. Cariño,
—¿Qué dices? ¿Ir a Canadá en tres días?—bramó y golpeó la mesa con furia, sin medir las consecuencias—. ¡Estás loco, eso es imposible!—¿Qué pasa? ¿No te gusta la idea?—Mont Jones se recostó en su sillón—. Canadá es la tierra de las oportunidades, donde tus sueños se harán realidad. Piénsalo bien.El joven CEO no podía articular palabra. Parecía un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la boca. Su tío tenía razón. Canadá era el país donde podría alcanzar el éxito y seguir sus sueños con pasión. Pero sintió un nudo en la garganta, y miró de reojo a su futura esposa, que estaba de pie a su lado, escuchando atentamente la conversación.Lo que no esperaba era el tremendo puñetazo que Abbey le propinó en el hombro, haciéndolo caer al suelo.—¡Ay! ¿Qué te pasa?—se quejó, masajeándose la espalda adolorida.El tío alzó las cejas, divertido por el espectáculo de la pareja.—¡Qué maravilla, amor!—Abbey saltó de alegría—. ¡Es una gran oportunidad para cumplir tus sueños! ¡No la dejes escapar,