El sol matutino le picó los ojos a Evan, que se revolvió en la cama con un gruñido. Seguro que Abbey había dejado la cortina abierta la noche anterior, como solía hacer. A veces se preguntaba si era una desventaja de dormir con su novia.Se frotó los párpados y miró a su alrededor, confundido. No reconoció el techo descascarado ni la lámpara colgante que parecía a punto de caerse. Entonces recordó lo que había pasado el día anterior. Su tío, el dueño de una gran parte de la empresa familiar, le había mandado a vivir en esa casa destartalada como castigo por haberse pasado con su egocentrismo y probar que puede surgir de entre las cenizas. Como un verdadero hombre puede hacerlo.—Buenos días, Evan —escuchó la voz dulce de su prometida, que lo sacó de sus pensamientos. Se incorporó y la vio de pie junto a la cocina, que estaba a pocos pasos de la cama. La casa era tan pequeña que apenas cabían los muebles básicos. Abbey llevaba un vestido floreado y un delantal con volantes, y su sonris
Abbey dio un salto de alegría al ver un cartel junto al estante de verduras.—¡Evan! ¡Fíjate, las zanahorias están rebajadas!—se giró para buscarlo mientras sujetaba el carro con una mano—. ¿Y sabes qué? ¡Esta noche prepararé una rica ensalada y…! ¿Evan?Miró a su alrededor. ¿Se habría perdido?Mientras tanto Evan examinaba el amplio pasillo lleno de productos, con curiosidad.—¡Vaya, así que este es el famoso mercado!Al fin Abbey lo encontró y lo oyó decir:—Oh, ¿Así que esto es lo que valen los tomates?Luego lo vio recorrer las estanterías como si fuera un niño en una tienda de dulces. Sacudió la cabeza. Su novio se estaba divirtiendo en el mercado por ser su primera vez en uno.—¿Qué? ¿Por qué este alimento es de este color?—Evan levantó el envase a la altura de su nariz—. ¿Le echaron algo encima?Abbey dejó el carro a su lado y empezó a caminar por los pasillos.—Es tu primera vez en un mercado, ¿Verdad? ¿Te lo estás pasando bien?—ella se rió de la expresión avergonzada de Evan.
Abbey soltó un grito y se puso roja como un tomate.—¡Tú! ¡Tonto!Evan se echó a reír. Le encantaba provocar a su prometida.—Por cierto, me da igual si es niña o niño. Con tal de que se parezca a ti, mi pequeño ángel.Eso la avergonzó aún más.—¡Un momento! ¡Eso no es lo que yo pensaba! ¡Tú no sabes…!El joven CEO le cogió la mano y le besó los nudillos, con una sonrisa traviesa.—Pero, falta mucho para eso, así que hasta entonces, voy a acapararte solo para mí.Abbey se sintió como una gelatina que se derretía por las palabras más dulces y atrevidas que había oído en su vida.Pero, Dios mío, una imagen fugaz cruzó por su mente, una en la que la familia que caminaba frente a ellos eran ellos y su pequeña hija, una hermosa familia de tres. Un sueño tan maravilloso como ese, ¿podría ella permitirse soñarlo?Justo cuando cerró los ojos para recibir el beso de Evan, el celular de su novio sonó estruendosamente.Él frunció el ceño.—Un segundo, ángel—descolgó el teléfono y tomó la llamada
El sol brillaba sobre la estación de servicio, que rebosaba de movimiento. Los autos se amontonaban en las bombas, pero nadie quería ser atendido por otro que no fuera uno de los tres nuevos empleados. Eran tres hombres jóvenes, atractivos y carismáticos, que habían revolucionado el lugar con su presencia.—Por favor, llénelo como siempre—pidió una mujer desde el asiento del conductor, mientras sus amigas la acompañaban en el viaje de vacaciones. Bajó la ventanilla y se encontró con tres pares de ojos que la miraban. El que sostenía la manguera era el más llamativo: tenía una belleza andrógina, con rasgos delicados pero varoniles.—Será un placer, señoritas—dijo él con una sonrisa seductora, mientras se ajustaba el sombrero. Sus compañeros, Ryan y Roan, se encargaron de llenar el tanque.Las tres mujeres se ruborizaron y soltaron un grito ahogado. Se sentían afortunadas de tener la atención exclusiva de los tres galanes. Aprovecharon para cuchichear y sacar fotos con el celular.—¿Qué
—¿Qué tal el día, Abbey? —La voz dulce y armoniosa de la asistente de su novio la recibió al entrar en la casa.Abbey sintió una punzada de irritación al verla sentada junto a Evan, con una taza de té en la mano y una sonrisa angelical en los labios. Era como si fuera la dueña del lugar, y no una intrusa impuesta por el tío de Evan.Que infierno.Evan, por su parte, estaba absorto en la lectura de un libro, ajeno al malestar de su prometida. O al menos eso parecía.—Ya llegué—Abbey anunció, como si no hubiese escuchado el saludo de Cory.Evan entrecerró levemente los ojos al ver la molestia escrita claramente en las facciones de su futura esposa. “¿Estás segura de que la podrás soportar y acostumbrarte?” Pensó mientras la veía sacudirse la ropa de calle para entrar a la casa.De repente, Abbey sacudió la cabeza cuando se dió cuenta de algo. La casa le pareció irreconocible. Todo estaba nuevo, reluciente, sofisticado. ¿Cuándo habían hecho esa reforma? Se mordió el labio, seguro que ha
Abbey apenas había dado unos pasos cuando Evan la alcanzó por detrás, sin esfuerzo. En otras circunstancias, ella se habría sentido humillada por haber sido capturada tan fácilmente.—Pero si el celoso aquí soy yo —le murmuró al oído, haciéndola girar hacia él—. ¿Por qué eres la única que me vuelve loco?Abbey no podía creer lo que oía. ¿Qué estaba diciendo su prometido?—Un momento —Evan sacó su móvil y marcó un número, mientras le acariciaba el pelo.Abbey pasó de la sorpresa a la curiosidad. ¿A quién estaba llamando Evan en ese momento?—¿Con quién hablas?Evan le respondió mientras esperaba que le contestaran al otro lado de la línea.—Voy a decirle a mi tío que no quiero una asistente y que puedo hacer mi trabajo solo...Abbey se quedó sin aliento y se puso nerviosa. Negó con la cabeza, rápidamente.—¡No! ¡Espera! ¡No lo hagas!Evan hizo caso omiso y siguió hablando. Abbey saltó y le quitó el móvil.—¡Corta! —gritó, colgando la llamada.—Mmm —Evan frunció el ceño—. Cariño...—¡Es
Con un último tirón, Abbey cerró el tupper y lo metió en la bolsa térmica de flores.—¡Hecho!—exclamó, soltándose el pelo con un gesto rápido. Su coleta había cumplido su función de evitar que ningún mechón se colara en la comida—. Ya tengo lista la sorpresa.Una sonrisa traviesa iluminó su rostro y se alisó el flequillo con los dedos. En su mente, repasó su plan perfecto.—Hoy le demostraré a Evan lo mucho que lo quiero y lo necesito—se imaginó el rostro de su novio, lleno de asombro y de pasión al verla aparecer con el almuerzo—. Y de paso, le pondré los puntos a esa asistente que se le pega como una lapa.Recordó con la cara roja de vergüenza como su novio se abrió la camisa para que ella pudiera hacerle una marca de beso, un chupón más específicamente, marcándolo como suyo y así calmar su turbios pensamientos. Recordó haberlo besado lentamente, haber tocado sus abdominales y…—¡No!—se dijo a sí misma intentando poner los pies sobre la tierra y corrió al clóset para ponerse un abri
Evan sintió que el corazón se le paraba al oír esas palabras que lo destrozaban. Su mente se quedó en blanco, incapaz de procesar la realidad. El agotamiento le pesaba como una losa, ralentizando sus reflejos.Vio a su prometida alejarse corriendo, como una sombra fugaz que se desvanecía entre los árboles. Quiso seguirla, pero sus piernas no le respondían.—¿Qué?—balbuceó al fin—. ¡Abbey, no te vayas! ¡Yo…!De repente, el mundo se iluminó con un resplandor cegador, que le quemó los ojos como si mirara al sol. Se balanceó como un barco en una tormenta, sintiendo un vértigo que le revolvía el estómago. Los árboles se retorcieron como serpientes, susurrando palabras que no entendía. Un zumbido ensordecedor le taladró los oídos, como si miles de abejas le rodearan. Y todo se hundió en la oscuridad cuando perdió el conocimiento, sin saber si volvería a ver a Abbey alguna vez. Cory siguió el rastro de Evan, que había salido disparado tras su prometida, Abbey. A Corey le angustiaba la idea