Abbey mordió con algo de rabia su deliciosa hamburguesa. —¿Qué les pasa a esos malditos niños ricos? ¿Diciéndome plebeya y clase baja? ¿Se creen los aliados de la Reina Isabel?Estaba descargando su furia comiendo una hamburguesa bien grande, esponjosa, caliente y que goteaba grasa, de esas hamburguesas que si alguna de sus doncellas la veía comer, le daría algún síncope.La gente que pasaba frente al carrito de comida rápida, miraban con cierto asombro y algo de incredulidad como una niña de un colegio de millonarios, estaba comiendo una hamburguesa barata frente a un carrito de comida rápida y no le importaba en lo más mínimo estar devorando esa comida como si no hubiese probado bocado en dos semanas seguidas.—¿Esa es una niña de ese colegio de ricos?—¿Será? —Pero mírala, está fulminando con la mirada a cualquiera de que pase muy cerca de ella, ¿dónde están los modales que enseñan en ese selecto colegio? —Bueno ya estás mirando, los colegios y las escuelas ya no son como en nue
—¡Silencio, por favor!Abbey dio un golpe en el escritorio donde se sentaba, mientras sus dos mejores amigas la miraban con una sonrisa.—Como ustedes no quisieron aceptar mi propuesta, he traído a alguien especial para el festival escolar de este año...Enseguida se oyeron los susurros de desaprobación.—¿No te das por vencida, plebeya?—¿De dónde saca tanto tiempo libre una persona de tu clase?—Estás perdiendo el tiempo. No importa a quién hayas traído, ya es demasiado tarde ¿No lo ves?Abbey los miró con furia, esos idiotas no sabían nada.—¡Adelante, puedes entrar!—gritó hacia la puerta, para que la persona invitada la oyera.Por la puerta apareció una mujer tan hermosa que fascinaba con su belleza y su ternura. Su rostro era fino y expresivo, con unos ojos verdes que reflejaban alegría. Su cabello era negro y lacio, como una cascada en medio de la noche. Su sonrisa era amable y generosa, capaz de conquistar cualquier corazón. Todos los que la miraban quedaban enamorados de su gr
—¿Qué? ¿Buscas pelea? —preguntó el chico con voz ronca y desafiante al detectar el peligro inminente.Sus seguidores se pusieron alerta, dispuestos a atacar a ese CEO arrogante y ridículo si tocaba a su líder. Todos se quedaron boquiabiertos y atónitos al ver al CEO cambiar su expresión por una tierna y delicada, como la que había puesto al entrar al aula con una sonrisa inocente. Sus rasgos en vez de ser fuertes y severos mostraron a una supuesta mujer indefensa y rogante, que miraba al chico con rubor en las mejillas y los ojos brillantes en busca de su atención y afecto.—¿Por favor, mi señor? ¿Podría…? —susurró con voz dulce y temblorosa, mientras juntaba ambas manos, suplicando.El chico sintió un latido fuerte en el pecho, donde esas palabras dulces y voz suave, resonaron. Sin mencionar que se ruborizó ante tal hermosura.¡Quedó totalmente cautivado!—B-Bueno…—balbuceó, intentando recuperar el tono normal de su piel—. Entonces no hay más remedio…¡Hagamos un festival escolar div
Comenzando el festival escolar...Abbey salió del vestidor con un grito ahogado.—¡Esto es horrible!—la rubia intentó bajar su diminuto vestido, que apenas cubría sus muslos. Se sentía muy expuesta—. ¿Por qué tengo que llevar un vestido tan revelador?Abbey se ruborizó por la incomodidad, pero su prometido, que estaba sentado en el sofá frente a ella, admirando la vista, no. Evan tenía las mejillas sonrosadas por el placer de ver a su mujer con un vestido tan provocativo y atractivo. Un vestido de novia corto.Dios bendito, Abbey está tan bella y tan tentadora...es perfecta. Él sonrió.—¿Estás bromeando, Evan?—Abbey se ajustó la liga blanca que adornaba su pierna—. ¿Te parece bien que me vista así?Evan le guiñó un ojo, dejando ver su pequeño hoyuelo en la mejilla y desprendiendo puro pecado.—Para ser honesto no. Solo quería verte con un vestido de novia sexy.Abbey se puso más roja por los cumplidos de su prometido y golpeó el suelo con sus tacones altos.—¡Eres un idiota pervertido
—Ven conmigo a la luz, que quiero sacarte unas fotos bien lindas, camarera sexy —el chico agarró a Evan de la muñeca y lo arrastró con fuerza hacia adelante.El chico estaba tan eufórico con el premio que le había tocado que no miró por dónde iba, y se topó con Abbey, que iba a caer al suelo con él.Abbey soltó un grito y se preparó para el golpe, estaba sirviendo a otra mesa cuando ese chico la atropelló, no le dio tiempo a esquivarlo.—¡Abbey!Evan se libró del chico que lo sujetaba y trató de alcanzar a su prometida para evitar que se estrellara contra el suelo, pero se quedó helado al ver que otro hombre ya la tenía en sus brazos y ella apoyaba la cabeza en su pecho.Abbey parpadeó y levantó la cabeza para darle las gracias al que la había salvado.—Gra...—¿Estás bien, hermosa señorita?Las chicas del café se pusieron histéricas al reconocer al hombre que sostenía a Abbey.—¡Es él!—¡Alastor está buenísimo con ese traje de mayordomo!—¡Qué contraste ver a una estrella del rock co
—Te lo prometo, mi dulce gatita —Evan rozó suavemente el borde inferior de los labios de su prometida—. No puedo comprender el increíble poder que posees para encantar a todos, incluyéndome a mí.Los ojos de Abbey se entrecerraron debido a la inmensa sonrisa que iluminaba su rostro.—¿Crees que tu yo del pasado se sorprendería al saber que estás enamorado de una mujer común como yo?El joven director ejecutivo echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.—Sin duda, si viajara al pasado, mi antiguo yo se burlaría de mí sin descanso.—¡Probablemente parezcas más alto que tu versión pasada!Evan comenzó a hacerle cosquillas.—¿Te estás burlando de mí, traviesa?Abbey se retorcía entre risas, llenando el espacio cerrado con su alegría.Poco a poco, Evan dejó de hacerle cosquillas a su novia y contempló sus mejillas sonrojadas por la risa y sus ojos brillantes, rebosantes de vida. Sí, definitivamente se reflejaba en esos hermosos ojos color café.No podía mantener las manos quietas, u
—¡Abbey! ¿Qué has hecho? ¿Estás bien?Abbey bajó la cabeza e intentó respirar profundamente.—Sí, sí, estoy bien —alzó la cabeza—. No te preocupes...La sangre comenzó a fluir desde su nariz y el labio partido.Todos jadeaban asustados, mientras Abbey se sentía como la protagonista de una sangrienta película de terror.—¡Abbey! ¡Estás sangrando mucho!La rubia se limpió la sangre con el dorso de la mano, como pudo.—Estoy bien, de verdad. No grites, me duele la cabeza —tomó la espada que el niño rico tenía a un costado de su cintura, como si estuviera familiarizada con el arma, y lo hizo con destreza—. Voy a tomarla prestada y te la devolveré enseguida, ¿de acuerdo?—¿Qué estás...?Abbey avanzó decidida hacia el líder, quien por instinto retrocedió varios pasos hasta toparse con la pared. ¡El aura de esa niña parecía la de un guepardo acechando a su presa!—¿Qué? ¿Qué quieres?—Apareciste con tu pandilla de matones en mi escuela, lastimando a personas inocentes y causando estragos —cl
La ciudad es un hervidero de actividad, y la calle Montpelier es una de las más concurridas. Por sus aceras caminan personas de todo tipo, desde ejecutivos apurados hasta vendedores ambulantes, desde turistas curiosos hasta mendigos cansados. Por sus carriles circulan carros de todos los colores y tamaños, que emiten sonidos estridentes y contaminantes. El tráfico es tan denso que a veces parece que no avanza nada. Pero en medio de ese escenario agobiante, hay un lugar que se destaca por su sabor y calidez. Es la esquina favorita de Abbey, donde hay un carrito que vende las mejores hamburguesas de la ciudad, con queso derretido, tomate fresco y salsa secreta. Allí la espera Thomas, el vendedor y cocinero que siempre trae una sonrisa en su rostro. Él la conoce desde que era una niña y la trata como una hija. —¡Señor Thomas! ¡Una hamburguesa de élite, por favor!Esa era la frase que Abbey solía decir cada vez que visitaba el carrito de Thomas. Él ya sabía lo que le gustaba: carne jugos