Olivia salió de la oficina dubitativa, un mal presentimiento hizo que su corazón se agitara.
Pamela, permanecía sentada con una pierna cruzada sobre la otra, hojeaba una revista con elegancia.
—Señora —expresó Olivia, la mujer levantó su mirada hacia la joven, arqueó una ceja—. Venga conmigo por favor.
Pamela dejó a un lado la revista, tomó su bolso y lo colgó en su codo, se puso de pie y caminó con elegancia detrás de la joven asistente, la muchacha abrió la puerta de la oficina de su jefe.
—Siga por favor.
Pamela proyectó una sonrisa siniestra, que congeló la sangre de Olivia. Una vez que la mujer ingresó a la oficina de su jefe, ella comunicó a todos los empleados que tenían la tarde libre, sin embargo, ese mal presentimiento no la dejaba en paz. Algo en su interior que ella no podía explicar le pedía a gritos que se quedara, a pesar de que eso le podría causar probl
Iván perdió el control, esperemos no cometa una locura de la cual pueda arrepentirse toda la vida.
Olivia al escuchar todo ese alboroto, no pudo quedarse de brazos cruzados, llamó a los guardias de seguridad, mientras ellos subían, la joven se armó de todo el valor que pudo, las manos y las piernas le temblaban, abrió la puerta de la oficina de su jefe, abrió los ojos con sorpresa al ver las manos de Iván en el cuello de Pamela, asfixiando a esa mujer. —¡Ingeniero no! —exclamó ella sin moverse de la puerta. — ¡Usted no es un asesino! Iván no entendía razones, estaba fuera de sí. Olivia salió de nuevo con el corazón latiendo a prisa, necesitaba averiguar por qué los hombres de seguridad demoraban, justo en ese momento llegaron, lograron separar a Iván, de Pamela quién se agarraba el cuello, y tosía tratando de recuperar la respiración. —¡Déjenme acabar con esta maldita mujer! —rugió Iván, fuera de sí. —¡Te vas a arrepentir Iván Arellano, tú y toda tu familia! —amenazó Pamela jadeante.
Diego, en el consultorio de su terapista, sostenía una charla similar a la de Paloma, el caso era el mismo, el miedo a no poder complacer a su pareja. Salió de la consulta y las palabras que el médico le leyó sobre un importante artículo resoplaban en su memoria: «Recuerda que provocar placer sexual no es una obligación para nadie, sino una responsabilidad compartida. Cuando todos: hombres y mujeres, entendamos esto, comenzarán a desaparecer esos temores que nos persiguen. Empezaremos a tener relaciones sexuales mucho más placenteras, auténticas y libres» Subió a su consultorio. El counter de Paloma estaba vacío imaginó que ella aún seguía en consulta, pero cuando ingresó a su oficina, se sorprendió al verla arreglando el escritorio de él. —Doctor Serrano, mire no más este desastre. —Lo regañó con una amplia sonrisa. —Algunos médicos no somos muy organizados. —Se defend
Paloma, y Diego, subieron al apartamento de ella abrazados. —Me encantó la serenata —confesó Paloma con la mirada iluminada, una vez que estuvieron dentro del departamento, la joven no esperó ni un segundo para apoderarse de los labios de su novio. Diego la recargó contra la puerta, sus manos sostenían por la cintura a la joven. Los brazos de la chica permanecían en el cuello del doctor, las caricias de él fueron subiendo hacia los senos de Paloma, ella sintió su piel quemando como el fuego, la joven bajó sus manos y las introdujo por dentro de la camiseta del doctor, pudiendo acariciar su amplia espalda, un jadeo salió de la boca de él, entonces aprisionó con su cuerpo a Paloma. Ella percibió su dureza presionando en su vientre, gimió al sentir los labios de él en su cuello. La chica introdujo sus uñas en la piel de la espalda de él, un leve gruñido pronunció Diego. —Quiero mi regalo de cumpleaños —murmuró ella pr
Olivia bajó del auto que Iván, envió por ella a su casa para traerla al aeropuerto. La joven caminó nerviosa hasta llegar a la sala de arribo, en donde su jefe, sentado observando su teléfono no se percató de su presencia. —Ingeniero, buenos días —saludó la muchacha, se sorprendió al ver a su jefe de jeans, chaqueta de cuero, camiseta, con sus rizos húmedos, bien rasurado, se veía más joven, y bastante atractivo. Olivia suspiró bajito y luego sacudió su cabeza. Iván levantó su mirada hacia ella. La chica se veía diferente, había dejado su cabello castaño suelto, llevaba unos jeans de basta recta y una camisa de manga larga, era muy delgada. Su jefe pensó que no se alimentaba bien, quizás no le avanzaba el sueldo para sustentar sus gastos, en el sector donde funcionaba la empresa, los restaurantes eran exclusivos y dada la lejanía de su hogar, era imposible que ella pudiera ir y volver a la hora del almuerzo. <
Olivia respiró tranquila al momento que el avión aterrizó. Una vez que abandonaron la sala de abordaje, uno de los choferes de la aseguradora se acercó a su jefe. —Ingeniero Arellano, buenos días —saludó el joven. —Hola, Patricio —respondió Iván—. Ella es mi asistente Olivia. —La presentó. La chica dibujó en sus labios una breve sonrisa. —Por favor llévame de inmediato a esta dirección —ordenó Iván, sintiendo una punzada en su cabeza, y esa misma opresión en su pecho no lo dejaba respirar con normalidad, subieron al vehículo. Olivia observaba las calles y edificios de la ciudad. El clima era agradable, no hacía tanto frío como en Quito, su jefe permanecía en completo silencio, digitaba su celular a cada momento, enviaba mensajes al investigador quién le comunicó que Paloma, y sus hijos aún no salían del edificio. Antes de que el reloj marcara las 11:00 am, el chofer estacionó el vehículo. Ivá
Olivia se colocó frente a él. —No lo voy a detener, solo piense que, si desea recuperar a su familia, esta no es la manera. —¿Qué sabes tú de lo que yo siento? ¿Cómo puedes aconsejarme cuando desconoces lo que es perder a quienes amas? —recriminó a Olivia. La joven posó sus ojos cristalinos en la mirada de su jefe, los labios le empezaron a temblar y las lágrimas brotaron de sus mejillas. Iván tocó un tema muy sensible para ella. —Lo entiendo más de lo que usted imagina... Yo tenía siete meses de embarazo cuando mi pareja clavó el cuchillo en mi vientre asesinando a mi bebé —confesó con la voz entrecortada. Iván abrió sus ojos con sorpresa, arrugó su frente, y luego inclinó su cabeza avergonzado, mientras Olivia, se cubría con sus manos el rostro. —Yo... lo lamento...—Iván, no sabía cómo disculparse, observaba a su asistente llorar
Olivia se cubrió el rostro con las manos temblorosas, estalló en llanto recordando los golpes, los insultos, las humillaciones, y hasta las violaciones de las que era objeto por parte de su pareja. —Tranquila —pronunció Iván, se puso de pie y fue por un vaso con agua, luego regresó y se lo extendió a la chica. Olivia dio varios sorbos intentando calmarse. —Él me amenazó, me advirtió que si yo decía algo atentaría en contra de mi bebé, por eso me quedé callada, a pesar de que estando embarazada me golpeaba, pero con el tiempo era peor, las discusiones y peleas eran constantes, yo tenía siete meses de embarazo, cuando llegó borracho a maltratarme primero de manera verbal, como yo no respondí empezó con los golpes, yo pude escapar de su agarre y me encerré en la habitación, pedí ayuda a mi papá, pero él logró abrir la puerta, se dio cuenta de la llamada, como un energúmeno me atacó sin piedad. —Iván, escuchaba aquel r
Días después El Padre Alejandro, dictaba una charla a un grupo de jóvenes reunidos en la iglesia, tomaba como ejemplo las palabras de Manuel Bireni: «La envidia de un amigo, es peor que la envidia de un enemigo» Iván junto a Olivia, para no interrumpir la charla, se acomodaron en las bancas de atrás del salón. «La envidia es el arte de contar las bendiciones del otro y no las propias» pronunció en voz alta el padre Alejandro, haciendo referencia a las reflexiones de su colega el sacerdote Bireni. —Me da bastante tristeza ver hoy en día mucha gente llena de envidia, anhelando tener lo que otros poseen. —El sacerdote observó a Olivia, le brindó una sonrisa a especie de saludo, la joven correspondió el gesto—. Ustedes dirán ¿Pero padre no tenemos dinero, no poseemos bienes, por qué nos envidian? —cuestionó mirando a los jóvenes que murmuraban entre ellos—. La en