Quito- Ecuador.
Más tarde Paloma, arribó al Aeropuerto Internacional Sucre, después de varios años de ausencia volvía a su ciudad natal. Su corazón se estremeció y sus ojos se llenaron de lágrimas, al recordar a su madre, de quien no tenía noticias, sus amigas, y todos los sueños que se desvanecieron en el aire, cuando de forma ingenua creyó en las promesas de Iván.
Las voces de sus hijos la sacaron de aquel trance, los pequeños acostumbrados al calor de la Amazonia, tenían sus mejillas rojas del frío, a pesar de que Paloma, los traía bien arropados.
Diego, vestido de negro entero, y con una profunda tristeza en su mirada apareció en el aeropuerto. Paloma, apenas lo vio, lo abrazó con fuerza, sin perder de vista a sus niños, quienes se aferraron a las piernas del doctor Serrano.
—Lo lamento tanto —pronunció Paloma, acariciando el rostro de Diego.
—Gracias por estar conm
Mis queridos lectores un capítulo más de esta historia, espero que la estén disfrutando, no olviden dejar sus comentarios. Aún Paloma y Diego tienen heridas que sanar, las palabras de Pamela e Iván, aún les causan temores. Por otro lado la muerte inesperada del abuelo de Diego, es algo muy triste, y la reaparición de la loca de Pamela, puede ser muy peligroso para todos, hizo bien Paloma, en no arriesgarse.
Iván en su oficina, al escuchar las voces de las mujeres discutiendo muy cerca, interrumpió muy apenado su junta, se puso de pie muy molesto, caminó y abrió la puerta, observó a ambas mujeres con su fría mirada. —¿Qué les pasa a ustedes? —reclamó—, estoy en una importante sesión. —Vio a Olivia, muy molesto. La joven tembló al observar el semblante lleno de seriedad de su jefe. —Perdón ingeniero...—Se disculpó Olivia. —Esta estúpida tiene la culpa —afirmó Chantal—. Me negó la entrada, te exijo que en este momento la eches de la empresa, es una atrevida, sin ninguna educación. Mira la marca que tengo en el brazo. —Se quejó. Iván giró su rostro observó a Olivia, con su característica seriedad, la muchacha temía lo peor, su jefe estaba muy enojado. —Vengan conmigo —solicitó a ambas, las dos lo siguieron, él se detuvo en medio de los cubículos de sus c
Al día siguiente. Paloma despertó al escuchar las voces de sus niños llamándola. Observó a su alrededor Diego no se encontraba a su lado. En horas de la madrugada, él cansado se había quedado dormido en el regazo de ella, pero ahora ya no estaba a su lado, imaginó que se hallaba junto a Sonia, encargándose de los últimos detalles para el entierro de su padre. La joven bañó a sus hijos, los cambió de ropa. Ella se colocó un elegante vestido negro hasta la rodilla, se cubrió con una chaqueta del mismo color, se dejó el cabello suelto, salió de la mano de sus niños hasta la cafetería para darles de comer. En ese momento se encontró con Diego que justo iba a verla, saludaron con un beso en los labios. —Hola amor, perdón por no ir contigo. —Se disculpó. Paloma sonrió. —No te preocupes, yo sé que tienes asuntos importantes. ¿Cómo está Sonia? &nb
El timbre de la puerta de la casa sonó. Diego se puso de pie para abrir, una vez que lo hizo sonrió al ver a Lourdes. —Buenas tardes —saludó el doctor Serrano, la invitó a pasar. Paloma se levantó, caminó hasta alcanzar a su madre, volvieron a abrazarse. Diego les ofreció el despacho de la casa para que pudieran conversar tranquilas, mientras él regresaba al jardín a jugar con los niños. Una vez las dos solas, ambas contaron su vida en estos años que permanecieron lejos una de la otra. Tanto Lourdes, como Paloma, sintieron alegría al ver como lograron superar la adversidad, sin embargo en la joven existía algo pendiente: Iván Arellano. —Tu esposo estuvo preso durante un año y medio — comentó Lourdes—, lo acusaron de evasión de impuestos, pero resultó inocente. —Me alegro por él —expresó con frialdad Paloma.
Olivia, estaba a punto de marcharse, pero, volvió escuchar a su jefe maldecir, sollozar, lanzar cosas, tuvo miedo por él. La joven se armó de valor, caminó despacio hasta la puerta, tembló al girar la cerradura, respiró profundo, abrió. —¿Qué haces aquí? —gritó Iván, como un energúmeno, ella no se movió de su sitio por el miedo que le inspiró. —¡Lárgate! ¡Quiero estar solo! —No creo que en las condiciones que se encuentra, sea correcto quedarse en soledad. Iván fijó sus intensos ojos azules llenos de ira, enojo, tristeza en su asistente. Ella era una sencilla muchacha, que a lo mucho llegaba al metro sesenta de estatura. No se sabía a ciencia cierta su contextura física, se escondía tras esa ropa holgada, sus ojos siempre estaban cubiertos por esos grandes lentes y su cabello jamás se lo soltaba, lo llevaba recogido en un moño alto. —Soy tu jefe y te ordeno que te marches ya —vociferó Iván.
Una hora después. Olivia, observaba a través de los cristales del auto de su jefe las gárgolas del edificio neogótico de la Basílica del Voto Nacional. Aquella antigua edificación inspirada en los planos de la catedral de Notre Dame en París, era la más importante de la arquitectura ecuatoriana y una de las más representativas del continente americano. El estómago de la joven rugió por alimento, se llevó las manos a la boca para cubrir el bostezo. —Imagino que tienes hambre —mencionó Iván rompiendo el abrupto silencio que inundaba su auto en ese momento. —Ya mismo llegamos a mi casa, no se preocupe. El ingeniero Arellano, frunció el ceño, estaban a más de media hora de viaje, era atravesar la ciudad de norte a sur para llegar al sector de Chillogallo, que era el barrio en el que residía Olivia. —Soy un maleducado, permíteme invitarte a cenar
Quito- Ecuador A la mañana siguiente Olivia llegó como siempre temprano a la aseguradora. Acomodó los folders con las pólizas de seguro sobre el escritorio de Iván para que las revisara y aprobara. Luego colocó en la cafetera el agua y el café para que estuviera listo cuando él llegara. Las voces de sus compañeros de trabajo arribando a la oficina se escuchaban, faltaban cinco minutos para las 9:00 que era la hora en la que iniciaban sus funciones. Pasó mucho tiempo, los teléfonos sonaban sin cesar, pero su jefe no llegaba. Olivia imaginó que no tenía ganas de estar en la empresa, y no estaba equivocada, porque minutos después él llamó a la joven. —Cancela todas mis citas, si tengo algo que firmar mándalo con un mensajero a mi apartamento solo si es importante y necesario, caso contrario lo haré mañana. Gracias. Iván colgó la llamada, el tono de su voz demostraba abatim
Paloma, de inmediato se separó de Diego, con las manos temblorosas marcó al 911 para pedir ayuda, su novio tenía una orden de restricción en contra de su ex pareja. —¿Qué haces aquí? —cuestionó Diego, sin moverse del lado de Paloma, por si Pamela pensaba atacar—. Tú no puedes acercarte a mí... ¡Entiende! —Todo por culpa de esta mujerzuela ¿Verdad? —El doctor Serrano trataba de no seguirle la corriente, a las personas como Pamela, era mejor ignorar, pues era una desequilibrada mental, y con ella no se podía razonar—. Diego, mi amor... yo sé que me amas... Vine a buscarte para que regreses conmigo. —Empezó a caminar con dirección al médico, tratando de acercarse a él, pero el doctor Serrano la detuvo. —No me toques —bufó, entonces Pamela, dirigió su mirada encolerizada a Paloma. —Me das pena muchachita ilusa —vociferó con ironía—. Estoy segura que aún no tienes relaciones con este inservible. ¡
El rostro de Diego, se desencajó ante la petición de su novia, sentía incertidumbre de que las palabras de Pamela, fueran verdad. Paloma, también tenía ese mismo temor, pero quería arriesgarse, necesitaba comprobar que todo eran mentiras de sus ex parejas para lastimarlos, hundirlos hasta hacerles creer que no servían para nada. Diego tomó las manos de Paloma, entre las suyas. —No deseo forzar las cosas contigo, en primer lugar tengo miedo, no estoy preparado para esto, y segundo no quiero que sea como un experimento, para comprobar que no tenemos ningún problema. Cuando nosotros hagamos el amor no deben existir las dudas, los miedos, los temores, ese día no solo entregaremos nuestros cuerpos, sino nuestras almas. El corazón de Paloma, latió con fuerza descomunal, las palabras de Diego, le acariciaron el alma. Admiraba tanto al hombre que tenía frente a ella por su madurez, por la capac