Una hora después.
Olivia, observaba a través de los cristales del auto de su jefe las gárgolas del edificio neogótico de la Basílica del Voto Nacional. Aquella antigua edificación inspirada en los planos de la catedral de Notre Dame en París, era la más importante de la arquitectura ecuatoriana y una de las más representativas del continente americano.
El estómago de la joven rugió por alimento, se llevó las manos a la boca para cubrir el bostezo.
—Imagino que tienes hambre —mencionó Iván rompiendo el abrupto silencio que inundaba su auto en ese momento.
—Ya mismo llegamos a mi casa, no se preocupe.
El ingeniero Arellano, frunció el ceño, estaban a más de media hora de viaje, era atravesar la ciudad de norte a sur para llegar al sector de Chillogallo, que era el barrio en el que residía Olivia.
—Soy un maleducado, permíteme invitarte a cenar
¿Qué les está pareciendo hasta ahora la historia? Vayan dejando sus comentarios.
Quito- Ecuador A la mañana siguiente Olivia llegó como siempre temprano a la aseguradora. Acomodó los folders con las pólizas de seguro sobre el escritorio de Iván para que las revisara y aprobara. Luego colocó en la cafetera el agua y el café para que estuviera listo cuando él llegara. Las voces de sus compañeros de trabajo arribando a la oficina se escuchaban, faltaban cinco minutos para las 9:00 que era la hora en la que iniciaban sus funciones. Pasó mucho tiempo, los teléfonos sonaban sin cesar, pero su jefe no llegaba. Olivia imaginó que no tenía ganas de estar en la empresa, y no estaba equivocada, porque minutos después él llamó a la joven. —Cancela todas mis citas, si tengo algo que firmar mándalo con un mensajero a mi apartamento solo si es importante y necesario, caso contrario lo haré mañana. Gracias. Iván colgó la llamada, el tono de su voz demostraba abatim
Paloma, de inmediato se separó de Diego, con las manos temblorosas marcó al 911 para pedir ayuda, su novio tenía una orden de restricción en contra de su ex pareja. —¿Qué haces aquí? —cuestionó Diego, sin moverse del lado de Paloma, por si Pamela pensaba atacar—. Tú no puedes acercarte a mí... ¡Entiende! —Todo por culpa de esta mujerzuela ¿Verdad? —El doctor Serrano trataba de no seguirle la corriente, a las personas como Pamela, era mejor ignorar, pues era una desequilibrada mental, y con ella no se podía razonar—. Diego, mi amor... yo sé que me amas... Vine a buscarte para que regreses conmigo. —Empezó a caminar con dirección al médico, tratando de acercarse a él, pero el doctor Serrano la detuvo. —No me toques —bufó, entonces Pamela, dirigió su mirada encolerizada a Paloma. —Me das pena muchachita ilusa —vociferó con ironía—. Estoy segura que aún no tienes relaciones con este inservible. ¡
El rostro de Diego, se desencajó ante la petición de su novia, sentía incertidumbre de que las palabras de Pamela, fueran verdad. Paloma, también tenía ese mismo temor, pero quería arriesgarse, necesitaba comprobar que todo eran mentiras de sus ex parejas para lastimarlos, hundirlos hasta hacerles creer que no servían para nada. Diego tomó las manos de Paloma, entre las suyas. —No deseo forzar las cosas contigo, en primer lugar tengo miedo, no estoy preparado para esto, y segundo no quiero que sea como un experimento, para comprobar que no tenemos ningún problema. Cuando nosotros hagamos el amor no deben existir las dudas, los miedos, los temores, ese día no solo entregaremos nuestros cuerpos, sino nuestras almas. El corazón de Paloma, latió con fuerza descomunal, las palabras de Diego, le acariciaron el alma. Admiraba tanto al hombre que tenía frente a ella por su madurez, por la capac
El corazón de Paloma se hinchó de felicidad, lo miró con infinita ternura y luego pasó sus manos por el castaño cabello de él, prosiguió acariciando con sus dedos el rostro de Diego, entonces dirigió su lengua al cuello de su amado doctor, embriagándose de su varonil fragancia. La respiración del médico se aceleró, sus dedos se hundieron en la cintura de ella, la estrechó a su cuerpo con fuerza. Paloma con las manos temblorosas fue palpando el firme pectoral de su novio, sus dedos subían y bajaban con lentitud acariciando la suave piel del médico, luego se inclinó para dejar varios besos en el pecho de Diego. El doctor Serrano exhaló algunos suspiros y jadeos, cerró sus ojos para dejarse acariciar por los labios de Paloma. Ella dudó por un instante, inhaló y exhaló entonces llevó su mano a la gran erección de Diego. Él abrió sus ojos con sorpresa. —¿Te hice daño?
Quito- Ecuador Olivia llegó a la aseguradora como siempre más temprano que los demás empleados, mientras arreglaba la oficina de su jefe, no pudo evitar leer una de las pólizas de seguro que uno de sus compañeros había dejado para que Iván, firmara. A la joven le sorprendió porque semanas antes, ese cliente sufrió un accidente en su auto, y ellos cubrieron los gastos, y ahora el nuevo documento indicaba como que no se le hubiera cancelado nada. Olivia con las manos temblorosas y el corazón palpitando a millón, encendió el computador de su jefe, cruzó sus dedos rogando que no estuviera con clave, él tenía acceso a la contabilidad de la empresa y si ella contaba con suerte y con tiempo podía revisar si el cheque fue girado a ese cliente. Las voces de sus compañeros la perturbaron, la muchacha con su pie daba varios golpes en el suelo, el tiempo era corto. La pantalla se encendió, la joven se llevó las manos a la cabeza,
Olivia salió de la oficina dubitativa, un mal presentimiento hizo que su corazón se agitara. Pamela, permanecía sentada con una pierna cruzada sobre la otra, hojeaba una revista con elegancia. —Señora —expresó Olivia, la mujer levantó su mirada hacia la joven, arqueó una ceja—. Venga conmigo por favor. Pamela dejó a un lado la revista, tomó su bolso y lo colgó en su codo, se puso de pie y caminó con elegancia detrás de la joven asistente, la muchacha abrió la puerta de la oficina de su jefe. —Siga por favor. Pamela proyectó una sonrisa siniestra, que congeló la sangre de Olivia. Una vez que la mujer ingresó a la oficina de su jefe, ella comunicó a todos los empleados que tenían la tarde libre, sin embargo, ese mal presentimiento no la dejaba en paz. Algo en su interior que ella no podía explicar le pedía a gritos que se quedara, a pesar de que eso le podría causar probl
Olivia al escuchar todo ese alboroto, no pudo quedarse de brazos cruzados, llamó a los guardias de seguridad, mientras ellos subían, la joven se armó de todo el valor que pudo, las manos y las piernas le temblaban, abrió la puerta de la oficina de su jefe, abrió los ojos con sorpresa al ver las manos de Iván en el cuello de Pamela, asfixiando a esa mujer. —¡Ingeniero no! —exclamó ella sin moverse de la puerta. — ¡Usted no es un asesino! Iván no entendía razones, estaba fuera de sí. Olivia salió de nuevo con el corazón latiendo a prisa, necesitaba averiguar por qué los hombres de seguridad demoraban, justo en ese momento llegaron, lograron separar a Iván, de Pamela quién se agarraba el cuello, y tosía tratando de recuperar la respiración. —¡Déjenme acabar con esta maldita mujer! —rugió Iván, fuera de sí. —¡Te vas a arrepentir Iván Arellano, tú y toda tu familia! —amenazó Pamela jadeante.
Diego, en el consultorio de su terapista, sostenía una charla similar a la de Paloma, el caso era el mismo, el miedo a no poder complacer a su pareja. Salió de la consulta y las palabras que el médico le leyó sobre un importante artículo resoplaban en su memoria: «Recuerda que provocar placer sexual no es una obligación para nadie, sino una responsabilidad compartida. Cuando todos: hombres y mujeres, entendamos esto, comenzarán a desaparecer esos temores que nos persiguen. Empezaremos a tener relaciones sexuales mucho más placenteras, auténticas y libres» Subió a su consultorio. El counter de Paloma estaba vacío imaginó que ella aún seguía en consulta, pero cuando ingresó a su oficina, se sorprendió al verla arreglando el escritorio de él. —Doctor Serrano, mire no más este desastre. —Lo regañó con una amplia sonrisa. —Algunos médicos no somos muy organizados. —Se defend