Al día siguiente.
Paloma despertó al escuchar las voces de sus niños llamándola. Observó a su alrededor Diego no se encontraba a su lado. En horas de la madrugada, él cansado se había quedado dormido en el regazo de ella, pero ahora ya no estaba a su lado, imaginó que se hallaba junto a Sonia, encargándose de los últimos detalles para el entierro de su padre.
La joven bañó a sus hijos, los cambió de ropa. Ella se colocó un elegante vestido negro hasta la rodilla, se cubrió con una chaqueta del mismo color, se dejó el cabello suelto, salió de la mano de sus niños hasta la cafetería para darles de comer.
En ese momento se encontró con Diego que justo iba a verla, saludaron con un beso en los labios.
—Hola amor, perdón por no ir contigo. —Se disculpó.
Paloma sonrió.
—No te preocupes, yo sé que tienes asuntos importantes. ¿Cómo está Sonia?
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¿Qué les pareció el reencuentro de Paloma con Lourdes? ellas tienen mucho que conversar.
El timbre de la puerta de la casa sonó. Diego se puso de pie para abrir, una vez que lo hizo sonrió al ver a Lourdes. —Buenas tardes —saludó el doctor Serrano, la invitó a pasar. Paloma se levantó, caminó hasta alcanzar a su madre, volvieron a abrazarse. Diego les ofreció el despacho de la casa para que pudieran conversar tranquilas, mientras él regresaba al jardín a jugar con los niños. Una vez las dos solas, ambas contaron su vida en estos años que permanecieron lejos una de la otra. Tanto Lourdes, como Paloma, sintieron alegría al ver como lograron superar la adversidad, sin embargo en la joven existía algo pendiente: Iván Arellano. —Tu esposo estuvo preso durante un año y medio — comentó Lourdes—, lo acusaron de evasión de impuestos, pero resultó inocente. —Me alegro por él —expresó con frialdad Paloma.
Olivia, estaba a punto de marcharse, pero, volvió escuchar a su jefe maldecir, sollozar, lanzar cosas, tuvo miedo por él. La joven se armó de valor, caminó despacio hasta la puerta, tembló al girar la cerradura, respiró profundo, abrió. —¿Qué haces aquí? —gritó Iván, como un energúmeno, ella no se movió de su sitio por el miedo que le inspiró. —¡Lárgate! ¡Quiero estar solo! —No creo que en las condiciones que se encuentra, sea correcto quedarse en soledad. Iván fijó sus intensos ojos azules llenos de ira, enojo, tristeza en su asistente. Ella era una sencilla muchacha, que a lo mucho llegaba al metro sesenta de estatura. No se sabía a ciencia cierta su contextura física, se escondía tras esa ropa holgada, sus ojos siempre estaban cubiertos por esos grandes lentes y su cabello jamás se lo soltaba, lo llevaba recogido en un moño alto. —Soy tu jefe y te ordeno que te marches ya —vociferó Iván.
Una hora después. Olivia, observaba a través de los cristales del auto de su jefe las gárgolas del edificio neogótico de la Basílica del Voto Nacional. Aquella antigua edificación inspirada en los planos de la catedral de Notre Dame en París, era la más importante de la arquitectura ecuatoriana y una de las más representativas del continente americano. El estómago de la joven rugió por alimento, se llevó las manos a la boca para cubrir el bostezo. —Imagino que tienes hambre —mencionó Iván rompiendo el abrupto silencio que inundaba su auto en ese momento. —Ya mismo llegamos a mi casa, no se preocupe. El ingeniero Arellano, frunció el ceño, estaban a más de media hora de viaje, era atravesar la ciudad de norte a sur para llegar al sector de Chillogallo, que era el barrio en el que residía Olivia. —Soy un maleducado, permíteme invitarte a cenar
Quito- Ecuador A la mañana siguiente Olivia llegó como siempre temprano a la aseguradora. Acomodó los folders con las pólizas de seguro sobre el escritorio de Iván para que las revisara y aprobara. Luego colocó en la cafetera el agua y el café para que estuviera listo cuando él llegara. Las voces de sus compañeros de trabajo arribando a la oficina se escuchaban, faltaban cinco minutos para las 9:00 que era la hora en la que iniciaban sus funciones. Pasó mucho tiempo, los teléfonos sonaban sin cesar, pero su jefe no llegaba. Olivia imaginó que no tenía ganas de estar en la empresa, y no estaba equivocada, porque minutos después él llamó a la joven. —Cancela todas mis citas, si tengo algo que firmar mándalo con un mensajero a mi apartamento solo si es importante y necesario, caso contrario lo haré mañana. Gracias. Iván colgó la llamada, el tono de su voz demostraba abatim
Paloma, de inmediato se separó de Diego, con las manos temblorosas marcó al 911 para pedir ayuda, su novio tenía una orden de restricción en contra de su ex pareja. —¿Qué haces aquí? —cuestionó Diego, sin moverse del lado de Paloma, por si Pamela pensaba atacar—. Tú no puedes acercarte a mí... ¡Entiende! —Todo por culpa de esta mujerzuela ¿Verdad? —El doctor Serrano trataba de no seguirle la corriente, a las personas como Pamela, era mejor ignorar, pues era una desequilibrada mental, y con ella no se podía razonar—. Diego, mi amor... yo sé que me amas... Vine a buscarte para que regreses conmigo. —Empezó a caminar con dirección al médico, tratando de acercarse a él, pero el doctor Serrano la detuvo. —No me toques —bufó, entonces Pamela, dirigió su mirada encolerizada a Paloma. —Me das pena muchachita ilusa —vociferó con ironía—. Estoy segura que aún no tienes relaciones con este inservible. ¡
El rostro de Diego, se desencajó ante la petición de su novia, sentía incertidumbre de que las palabras de Pamela, fueran verdad. Paloma, también tenía ese mismo temor, pero quería arriesgarse, necesitaba comprobar que todo eran mentiras de sus ex parejas para lastimarlos, hundirlos hasta hacerles creer que no servían para nada. Diego tomó las manos de Paloma, entre las suyas. —No deseo forzar las cosas contigo, en primer lugar tengo miedo, no estoy preparado para esto, y segundo no quiero que sea como un experimento, para comprobar que no tenemos ningún problema. Cuando nosotros hagamos el amor no deben existir las dudas, los miedos, los temores, ese día no solo entregaremos nuestros cuerpos, sino nuestras almas. El corazón de Paloma, latió con fuerza descomunal, las palabras de Diego, le acariciaron el alma. Admiraba tanto al hombre que tenía frente a ella por su madurez, por la capac
El corazón de Paloma se hinchó de felicidad, lo miró con infinita ternura y luego pasó sus manos por el castaño cabello de él, prosiguió acariciando con sus dedos el rostro de Diego, entonces dirigió su lengua al cuello de su amado doctor, embriagándose de su varonil fragancia. La respiración del médico se aceleró, sus dedos se hundieron en la cintura de ella, la estrechó a su cuerpo con fuerza. Paloma con las manos temblorosas fue palpando el firme pectoral de su novio, sus dedos subían y bajaban con lentitud acariciando la suave piel del médico, luego se inclinó para dejar varios besos en el pecho de Diego. El doctor Serrano exhaló algunos suspiros y jadeos, cerró sus ojos para dejarse acariciar por los labios de Paloma. Ella dudó por un instante, inhaló y exhaló entonces llevó su mano a la gran erección de Diego. Él abrió sus ojos con sorpresa. —¿Te hice daño?
Quito- Ecuador Olivia llegó a la aseguradora como siempre más temprano que los demás empleados, mientras arreglaba la oficina de su jefe, no pudo evitar leer una de las pólizas de seguro que uno de sus compañeros había dejado para que Iván, firmara. A la joven le sorprendió porque semanas antes, ese cliente sufrió un accidente en su auto, y ellos cubrieron los gastos, y ahora el nuevo documento indicaba como que no se le hubiera cancelado nada. Olivia con las manos temblorosas y el corazón palpitando a millón, encendió el computador de su jefe, cruzó sus dedos rogando que no estuviera con clave, él tenía acceso a la contabilidad de la empresa y si ella contaba con suerte y con tiempo podía revisar si el cheque fue girado a ese cliente. Las voces de sus compañeros la perturbaron, la muchacha con su pie daba varios golpes en el suelo, el tiempo era corto. La pantalla se encendió, la joven se llevó las manos a la cabeza,